Las divergencias en el Partido Comunista francés alcanzan a la dirección

El debate que se está desarrollando en el interior del Partido Comunista francés (PCF), tras el fracaso de la Unión de la Izquierda en las recientes elecciones legislativas, ha afectado las instancias dirigentes, en las que según parece confirmarse, se han manifestado divergencias serias. La dimisión de Jacques Fremontier como responsable de la prensa del partido, ilustraría estas divisiones. Por su parte, la dirección del Partido Socialista (PS) también parece afrontar serias divisiones, según lo probaría un documento elaborado por la tendencia capitaneada por Michel Rocard.

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El debate que se está desarrollando en el interior del Partido Comunista francés (PCF), tras el fracaso de la Unión de la Izquierda en las recientes elecciones legislativas, ha afectado las instancias dirigentes, en las que según parece confirmarse, se han manifestado divergencias serias. La dimisión de Jacques Fremontier como responsable de la prensa del partido, ilustraría estas divisiones. Por su parte, la dirección del Partido Socialista (PS) también parece afrontar serias divisiones, según lo probaría un documento elaborado por la tendencia capitaneada por Michel Rocard.

El señor Fremontier advirtió ayer que no pensaba abandonar el partido, pero confirmó que había dirigido oficialmente al secretario general, Georges Marchais, su dimisión de su cargo de redactor jefe de la publicación Acción. Esta revista, que se dirige al sector de las empresas, aparece media docena de veces al año y tira más de un millón de ejemplares.Durante la última campaña electoral, según revelaron fuentes diversas (el historiador comunista, Jean Ellenstein, lo confirmó recientemente en artículos aparecidos en la prensa), un número especial de Vivre, otra revista del mismo grupo del partido, que difundió seis millones de ejemplares, tuvo que ser editada parcialmente tres veces, como consecuencia de las diversas apreciaciones de los dirigentes del PCF respecto a su contenido. La primera versión de la revista, cuando ya había sido editado un millón de ejemplares tras la aprobación de los dirigentes, señores Marchais, Paul Laurent y Charles Fiterman, fue censurada por otro dirigente nacional, Gaston Plissonnier, coordinador del trabajo del Buró Político y del secretariado del partido.

El equipo de propaganda del PCF que elaboró este folleto había querido resaltar las distancias del partido francés respecto a la URSS y, para ello, incluyó una fotografía en la que se veía al miembro del Comité Central, señor Junquin, saludando al disidente soviético, Pliutch, en un mitin celebrado en la sala parisiense de la Mutualite.

Este asunto, que significó el principio de la actitud crítica del señor Fremontier, demostraría la homogeneidad relativa de la cabeza del PCF y que el tema de la URSS continúa siendo uno de los ejes de los debates y disensiones en el seno del partido, tanto a niveles dirigentes como en la base. Mientras una parte aún no ha digerido en ninguna medida la postura crítica oficial, otra fracción ya no repara en términos para descalificar a la URSS como modelo a seguir. Pero en los últimos tiempos se manifiesta una tercera corriente más radical. El señor Fremontier, en un documento que hizo público ayer, contorneaba perfectamente a quienes ya no quieren oir hablar de la URSS como de un país socialista.

Entre los aliados del PCF, los socialistas aparecen en embrión, una especie de ajuste de cuentas serio. Ayer se tuvo noticia en esta capital de la inminente publicación del llamado Manifiesto 78, firmado por la fracción del partido que apoyaría al dirigente nacional, Michel Rocard.

Sin citar el nombre del líder del partido, Francois Mitterrand, el contenido del texto, al parecer, constituye un proceso severo de la política de este último que llevó al PS hasta el fracaso consumado en las últimas elecciones. Por primera vez, no es el ala más a la izquierda del partido, el CERES, quien ataca la estrategia del señor Mitterrand, sino quienes teóricamente han sido sus valedores hasta el pasado día 19 de marzo, cuando el señor Rocard, ante las cámaras de TV, al analizar la derrota de la izquierda, compuso una especie de elegía literaria que subyugó a muchos e hizo pensar a todos que acababa de proponer oficiosa, pero públicamente, su candidatura a primer secretario del partido.

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