La Conferencia de Seguridad Europea languidece en Belgrado

España es la única nación que hasta ahora ha conseguido, aparentemente, sacar algo en limpio de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea de Belgrado, con la decisión, por el momento unánime, de seguir discutiendo en Madrid, en 1980. También logró que se traten los problemas del Mediterráneo, aunque sólo en forma «paralela» a la CSCE. Hoy, por fin, tendrá también que intervenir para que se postergue la clausura de esta reunión hasta los primeros días de marzo. Una declaración final, sin demasiada hojarasca, contribuiría ahora a elevar el nivel de la próxima conferencia de Madrid, que, ...

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España es la única nación que hasta ahora ha conseguido, aparentemente, sacar algo en limpio de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea de Belgrado, con la decisión, por el momento unánime, de seguir discutiendo en Madrid, en 1980. También logró que se traten los problemas del Mediterráneo, aunque sólo en forma «paralela» a la CSCE. Hoy, por fin, tendrá también que intervenir para que se postergue la clausura de esta reunión hasta los primeros días de marzo. Una declaración final, sin demasiada hojarasca, contribuiría ahora a elevar el nivel de la próxima conferencia de Madrid, que, además, puede convertirse en 1980 en la gran capital de la distensión.

Por primera vez en varios días, un poco de sol se deslizó ayer entre la nieve de Belgrado. Pero en el interior del palacio Sava -sede de la Conferencia de Seguridad Europea- todo seguía igual: en la sala número dos, uno de los veinte delegados soviéticos leía con atención un libro de tapas con colores brillantes, que seguramente no era un documento oficial, sino más bien cosa del capitalismo. A pocos metros, uno de sus colegas norteamericanos dormía apaciblemente. En la presidencia, otro diplomático hablaba con emoción a la atenta asamblea y señalaba, brazo en alto, algo que probablemente había aparecido de pronto en el cielo raso, quizá, por fin: la gran solución conciliadora para la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).En noviembre de 1980 podrá observarse en Madrid el mismo espectáculo. Para ello será necesario, entre otras cosas, que el Gobierno español reúna, como lo hizo el yugoslavo, unos 1.600 funcionarios menores, cada uno de los cuales deberá hablar y entender dos idiomas extranjeros, poseer dos licenciaturas -una de ellas de Humanidades- y avenirse a servir de telefonista, portero o recepcionista. Como suelen recordarlo aquí los enviados de los 35 países signatarios de los acuerdos de Helsinki, así lo exige el interés de los derechos humanos y de la paz mundial.

El mariscal Tito acaba de ordenarle a su ministro de Relaciones Exteriores, señor Minic, que no permita, de ninguna manera, que este segundo Helsinki de Belgrado concluya sin un documento final «sustancioso», que «responda a las expectativas de la opinión pública internacional». Rumania y Malta también han dicho que no se irán de aquí sin algo de peso. España calla, pero sólo por prudencia, con los ojos puestos en el tercer Helsinki de Madrid. Francia, en cambio, tras un rápido viaje del jefe de su delegación a París, presentó ayer el BM-71 o BM-72-73, que corrige un poco al BM-65 de los occidentales, y otro poco al BM-70 soviético. Estos BM constituyen, por así decirlo, el sistema sanguíneo de la jerga del Sava, aunque algunos embajadores, un tanto más frívolos, hablan simplemente de los papeles. Pero lo cierto es que éstos papeles no acaban de llenarse nunca. Los expertos yugoslavos calculan que se han gastado ya entre dos y tres toneladas de follos membretados. Semejante tarea ha obligado a los abrumados diplomáticos a beberse, según los mismos cálculos, alrededor de 30.000 litros de whisky en los últimos dos meses. El tratamiento gratuito del hígado tendrá que ser incluido, forzosamente, en la tercera cesta de Helsinki sobre derechos humanos.

Insatisfacción y esperanzas

A menos de cinco horas de presentada, la propuesta francesa no parece satisfacer ni a Washington ni a Moscú. Los norteamericanos objetan el hecho de que en el documento no se haya incluido el capítulo de las llamadas «medidas de confianza», por las cuales los dos bloques se obligarían a concretar un sistema de preavisos para sus respectivas maniobras militares, ya sugerido en el acta final de Helsinki.El papel de París está siendo sometido, por tanto, a ciertas modificaciones con el propósito de que todos los países occidentales puedan presentarlo en conjunto, como han hecho hasta ahora con todos sus papeles. A su vez, los soviéticos no se muestran dispuestos a admitir un párrafo del BM de París, en el que se subraya que ningún individuo debe ver perjudicados sus derechos sociales y laborales por pedir visas de salida de su propio país. Los diplomáticos de uno y otro lado pasaron ayer la tarde afilando sus lápices rojos. Mientras tanto, el papel de los NN -neutrales y no alineados-, entre los que figura Yugoslavia, ha sido echado ya, con toda solemnidad -y con otros desperdicios- al incinerador del Sava.

«De todas formas, hay que tener paciencia y no perder las esperanzas -nos dijo ayer un primer consejero español-; lo esencial es que se esté conversando.»

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