Seis tendencias en el seno del Partido Comunista francés

El último día 10 de noviembre, por primera vez, el PCF invitó a la prensa parisiense a una reunión de su comité central. Aquel acontecimiento fue interpretado por el politólogo y comentarista Maurice Duverger, en los siguientes términos: «el desfile de los delegados por la tribuna, el conformismo riguroso de sus propósitos, su alineación perfecta con la nueva orientación (atacar al PS) decidida por la cabeza, el tono de los oradores, el estilo de la ceremonia: todo ello reproducía exactamente los ritos de las dictaduras del Este; hubiera podido creerse que nos encontrábamos asistiendo a una se...

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El último día 10 de noviembre, por primera vez, el PCF invitó a la prensa parisiense a una reunión de su comité central. Aquel acontecimiento fue interpretado por el politólogo y comentarista Maurice Duverger, en los siguientes términos: «el desfile de los delegados por la tribuna, el conformismo riguroso de sus propósitos, su alineación perfecta con la nueva orientación (atacar al PS) decidida por la cabeza, el tono de los oradores, el estilo de la ceremonia: todo ello reproducía exactamente los ritos de las dictaduras del Este; hubiera podido creerse que nos encontrábamos asistiendo a una sesión del soviet supremo de la URSS. Presentar esta manifestación como un modelo de democracia es tanto como no entender nada de lo que es la verdadera naturaleza de la democracia».Ante las protestas, las cartas publicadas en la prensa y manifestaciones de algunos grupos de descontentos del partido, la dirección ofreció otra prueba de su cohesión y de la que la une a la base -más de 600.000 miembros- en la última conferencia nacional, hace quince días: a lo largo de los tres días de debates, los oradores se sucedieron sin que una sola vez desentonara: todos aprobaron la política del partido, todos coincidieron a la hora de apuntar al PS y al señor Mitterrand como únicos causantes de la crisis de la izquierda: «Han cedido a las presiones de la derecha», todos convinieron en la necesidad de esperar los resultados de la primera ronda de las elecciones para, eventualmente, concluir un acuerdo con los socialistas para afrontar la segunda vuelta.

Cuando el historiador y dirigente comunista, Jean Elleinstein, subió a la tribuna para afirmar que rechazaba «todas las tendencias en el interior del partido, porque son peligrosas», los asistentes aplaudieron con unanimidad, como lo hicieron cuando aseguró que no existía crisis interna de ninguna especie y que «la unión profunda del partido se produce gracias al debate».

El comentarista del independiente, Le Monde, refiriéndose a esta reunión, consideró: «esta unanimidad no debe sorprender, el Partido Comunista aún no ha llegado al nivel de la manifestación, en público, de sus dudas. Por otra parte, una conferencia nacional sólo agrupa, esencialmente a los cuadros del partido, las voces de la base, en consecuencia, apenas se han oido.»

Un dirigente del PS, Claude Estimer, brazo derecho del señor Mitterrand, nos declaraba recientemente que, en provincias, «la lucha es dura», refiriéndose con ello a que la base del PCF, traumatizada cuando fracasaron las negociaciones sobre la actualización del Programa Común, había superado la crisis y no le creaba al partido los problemas con los que contaban los socialistas para forzar la actitud de la dirección comunista.

Sin embargo, existen hechos irrefutables: la prensa, regularmente, publica cartas y manifiestos de militantes o de grupos del partido que evidencian su desesperanza por la ruptura de la Unión, o más numerosos quizá, los que denuncian el giro a la derecha del partido, bajo cuerda, en las células, también circulan textos de protesta. Todos estos exponentes de contestación interna revelan tres datos: primero, existen y ello constituye un fenómeno nuevo; segundo, todos están unidos por un denominador común: deseo de revisión de las reglas del centralismo democrático; tercero, cada cual critica al partido en uno u otro aspecto, pero los análisis son divergentes, es decir, no existe homogeneidad en esta oposición interna.

Antes de entrar en la enumeración de los diversos grupos de oposición en el interior del PCF, ¿cuál es la naturaleza unitaria de la dirección del Partido? Sobre esta cuestión no sobran las manifestaciones directas de los interesados -la unión es total, oficialmente-, pero su acción y los matices que cada dirigente imprime a la misma, permiten un somero análisis. La tendencia más coherente, la que define la política actual del partido, sería la que encabeza el ya citado Jean Elleinstein, al lado de Pierre Junquin, Yvonne Quilles y el señor Laurent: es el grupo eurocomunista, de derechas, carrillista», estiman los miembros de base de algún grupo de la oposición. La línea Marchais es el slogan que resume esta política.

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Un matiz diferente, lo representan el actual secretario general, Georges Marchais, el director de L'Humanite, Roland Leroy, y el encargado de relaciones exteriores, Jean Kanapa, todos ellos considerados como duros, pero sin nada concreto que oponer a la tendencia eurocomunista y que, en la práctica, se han convertido en «la ejecutiva del señor Elleinstein», nos declaró recientemente un militante de base.

Desde halcones, hasta eurocomunistas

En la dirección, aún existe una tercera corriente, representada por individualismos, dispares, en busca de una estrategia y cuya característica común se refiere a su intransigencia, mayor aún que la oficial, en materia de independencia nacional.

En la base, la gran mayoría, cuando se confrontan estimaciones de procedencia diversa, es fiel a la línea definida por la dirección. Cuando se aborda la cifra probable de disidentes internos, los cálculos más optimistas aventuran la cifra de 5.000, pero ningún dato apoya la afirmación, «debido esencialmente a la dificultad, para los militantes, de expresarse normalmente» -nos indicó un militante parisiense-. Esta dificultad, menor actualmente, pero que ha sido regla en el partido los últimos años, justificaría la incoherencia de las diversas tendencias de la oposición interior:

1. Los althusserianos: este grupo, de carácter intelectualista, cada día resulta menos vigente entre los militantes jóvenes y despreciado por la vieja guardia, teóricamente está presidido por el filósofo comunista, Althusser; en la práctica, desde hace un año, a causa del silencio de éste, es su discípulo, Etien Belibar, quien simboliza la batalla en favor de las tesis esenciales del grupo: mantenimiento del marxismo y vuelta a la dictadura del proletariado.

2. Pro soviéticos: la dirigente de esta tendencia es la viuda de Maurice Thorez, el fundador y primer secretario general del PCF. Más que una realidad es un símbolo y, por otra parte, su disciplina se estima ejemplar en el partido.

3. Le Comuniste: este periódico agrupa a una fracción de la base que se opone radicalmente a la Unión de la Izquierda y es también pro soviética.

4. El grupo ex-Ellenstein: se trata de una tendencia que reúne a militantes favorables a una democratización total del partido. Rechazan la italianización del PCIF, preconizan la autogestión -oficialmente, ahora, también el partido es autogestionario- y son favorables a la unión.

5. Existen corrientes diversas, con matices específicos, pero que se desgajan de alguna de las anteriores y que no proponen estrategia alguna.

6. Oposición de Izquierdas: esta fracción es la más numerosa, quizá, o la que más ha dado que hablar. Su portavoz, Max Pierrat, nos aseguró que existen quinientos militantes organizados que trabajan de manera homogénea contra la dirección actual. El objetivo de la Oposición de Izquierdas al PCF consiste en agrupar a todas las demás tendencias, proponiéndoles una plataforma común. Según nos indicó el portavoz citado, las bases de dicha plataforma serían las siguientes: más democracia, vuelta al marxismo y a la dictadura del proletariado, Unión de la Izquierda, pero sin concesiones a la socialdemocracia y teniendo en cuenta que el Partido Socialista francés es socialdemócrata. Consideran la crisis actual como crisis del capitalismo y, en consecuencia, la única solución consiste en salir del capitalismo. El PCIF debe apoyarse -para ello- en todas las huelgas de empresa, pero sin desbordar al partido, como pretenden los izquierdistas, y por fin, una política exterior determinada por las líneas siguientes: independencia nacional, frente solidario contra el capitalismo norteamericano, con los países socialistas del Este, con las clases obreras de los países capitalistas y con los movimientos de liberación y regímenes progresistas del Tercer Mundo. Esta tendencia considera el antisovietismo como algo nefasto.

Otras fuentes de información nos han asegurado, refiriéndose a las tendencias anteriores, que en algún caso los cerebros de las mismas no pertenecen al partido, aunque sean hombres de izquierdas. Para algunos especialistas en la cuestión, más importante que oposición de los grupos de militantes es la que se está revelando en la base de la central sindical de tendencia comunista, CGT, cuyo líder, Georges Séguy, mantiene actualmente una polémica agría con el líder socialista, François Mitterrand, a causa del abandono de su independencia «en favor de la política del Partido Comunista», según el primer secretario del PS. De los dos millones largos de afiliados de la CGT, el 40% votan por el PCE, y el 31%, por el PS.

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