Ocupación de viviendas, un movimiento espontáneo de difícil solución

En seis meses se han producido más de cien ocupaciones de viviendas en el barrio de San Blas. Este movimiento, pese a contar con un apoyo general fuerte por parte de las familias de la zona, se ha producido de una manera totalmente espontánea. La dirección del mismo, esta vez, no ha corrido a cargo de ningún partido político ni entidad ciudadana.

El hecho de que las ocupaciones se hayan efectuado desligadas de una organización o cabeza direccional en la que se centralizara todo el proceso, ha traído consigo una serie de problemas derivados de la falta de información de los ocupantes res...

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En seis meses se han producido más de cien ocupaciones de viviendas en el barrio de San Blas. Este movimiento, pese a contar con un apoyo general fuerte por parte de las familias de la zona, se ha producido de una manera totalmente espontánea. La dirección del mismo, esta vez, no ha corrido a cargo de ningún partido político ni entidad ciudadana.

El hecho de que las ocupaciones se hayan efectuado desligadas de una organización o cabeza direccional en la que se centralizara todo el proceso, ha traído consigo una serie de problemas derivados de la falta de información de los ocupantes respecto a las viviendas que estaban definitivamente abandonadas. La consecuencia directa de esto ha sido el enfrentamiento producido numerosas veces entre las familias que intentaban ocupar un piso y los habitantes del inmueble.La postura general de las autoridades locales y centrales ante el proceso ocupacional ha sido de una clara inhibición. El único intento ha sido la creación de una sociedad mixta con la Asociación de Vecinos de San Blas, que, de momento, tiene pocas posibilidades de consolidarse.

El proyecto de formar una comisión mixta entre la Asociación de Vecinos de San Blas y representantes del Ministerio de Obras Públicas, a fin de controlar las ocupaciones de viviendas en este barrio, no ha dado ningún resultado positivo hasta el momento. La explicación vecinal se basa en la incapacidad ejecutiva d ela comisión, punto que la asociación va a plantear en breve al Ministerio. Si no se concretan los poderes de la comisión, los vecinos aseguran que dejarán de formar parte de ella.

Mientras tanto, ante la incapacidad de las autoridades para resolver el problema, las ocupaciones de viviendas -muchas de ellas habitadas- se siguen produciendo en el barrio.

Desde hace varios meses, Madrid registra un movimiento progresivo de ocupación de viviendas vacías, protagonizado por aquellas familias que carecen de pisos o habitan otros en condiciones de hacinamiento y promiscuidad.

En un principio, el movimiento resultaba imperceptible, pero poco a poco, a medida que el número de familias dispuestas a instalarse en una vivienda vacía ha crecido, se ha organizado y cuenta con fuertes posibilidades de hacerse viable. Desde una recua de casos aislados hasta el actual movimiento de ocupaciones se ha trastrocado y ha llegado a convertirse en una corriente vecinal nueva, similar a las que han aflorado en distintas ciudades europeas.

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En Madrid, esta corriente ha atravesado fases diferenciadas. A grandes rasgos, cabe caracterizar este movimiento por su estructura simple, fundamentada sobre la base de asambleas vecinales nutridas por inquilinos de barrios en los cuales existen viviendas desocupadas. Tal es el caso de San Blas, área poblada por trabajadores procedentes del sector secundario -obreros industriales- y del terciario, o sector servicios.

Sobre esta zona periférica de Madrid, la Obra Sindical del Hogar edificó polígonos enteros, cuya construcción, administración y distribución reflejó desde su inauguración anomalías, defectos de construcción y arbitrariedades de todo tipo, también en cuanto alude a los sistemas de adjudicación.

Sobre esta base, uno de los grandes acicates del movimiento vecinal en San Blas ha partido de la reivindicación de viviendas dignas para los pobladores del barrio, que observaban cómo sus pisos se resquebrajaban o tenían tal caudal de defectos que su habitación se encontraba salpicada de riesgos. En este sentido, las luchas por la remodelación de distintos polígonos de San Blas y la consecución de que los gastos e inversiones los realizase el Ministerio de la Vivienda, ha supuesto uno de los grandes éxitos del movimiento vecinal madrileño.

Al menos sesenta viviendas en estas condiciones -el número de ocupaciones rebasó el centenar han sido ocupadas por familias que se han instalado en ellas con los escasos enseres que poseían en sus alojamientos de origen, sobre todo chabolas o casitas bajas de zonas aledañas.

Ocupación directa

El procedimiento utilizado por estas familias fue, en un principio, la ocupación directa, en horas de la tarde o las primeras de la noche, para evitar la notoriedad. Previamente se había rastreado la zona y se habían descubierto ya algunas viviendas vacías. Comoquiera que los propietarios -el término idóneo vendría a ser antiguo inquilino-, pese a no habitarlas, realizaban a veces visitas a estos pisos, denunciaban la situación a la policía, que detenía a los ocupantes, les conducía a una comisaría, y de allí el caso pasaba ante un juez, que ponía en libertad a los retenidos. Todo ello en cuanto se refiere a las ocupaciones acaecidas desde hace un año.No obstante, los casos aislados dieron paso a las ocupaciones organizadas sobre el fundamento de asambleas de vecinos, en las cuales los inquilinos señalaban dónde se encontraban las viviendas desocupadas y cuáles eran las familias necesitadas de ellas. La asamblea, compuesta por no de un centenar de personas en los momentos de mayor asistencia, destacaba un grupo o comisión investigadora que detectaba los pisos a ocupar, además de formarse grupos de personas que ayudaban a instalarse a las familias. Las reuniones eran convocadas a la luz del día y en plena calle, y de las asambleas salían grupos de vecinos dispuestos a presenciar la instalación y permanecer frente a las viviendas ocupadas, por si la presencia menos masiva pudiera ser requerida en alguna ocasión. A veces, la fuerza pública fue avisada por los antiguos inquilinos del piso a ocupar, y desde la ocupación se registraban roces, que en muy pocas ocasiones degeneraban en cargas o carreras.

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