Malasaña, del "Cómo te llamas, qué haces" al "De qué vas, qué libros has leído"

El barrio de Malasaña ha sido el escenario elegido por todos aquellos grupos que han sido o se sienten marginados en esta disparatada ciudad de Madrid. Un nuevo lenguaje, una forma de vestir diferente y una forma de vida aparentemente al margen del consumismo han provocado una adaptación del barrio a sus ocupantes. Por ello, el ya viejo barrio de Malasaña se esfuerza día a día en tomar un aire, si cabe, más antiguo, en el que el sector de gente joven que lo ha escogido consiga la aparente sensación de una vuelta auténtica a sus orígenes, a la vida casi comunal a la sencillez.

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El barrio de Malasaña ha sido el escenario elegido por todos aquellos grupos que han sido o se sienten marginados en esta disparatada ciudad de Madrid. Un nuevo lenguaje, una forma de vestir diferente y una forma de vida aparentemente al margen del consumismo han provocado una adaptación del barrio a sus ocupantes. Por ello, el ya viejo barrio de Malasaña se esfuerza día a día en tomar un aire, si cabe, más antiguo, en el que el sector de gente joven que lo ha escogido consiga la aparente sensación de una vuelta auténtica a sus orígenes, a la vida casi comunal a la sencillez.

Para conseguir ese aire de autenticidad, muchos se han apuntado rápidamente a abrir una serie de establecimientos en los que se sangra económicamente a los habituales de la zona. Las tiendas de ropa usada venden sus artículos casi al mismo precio que las boutiques más sofisticadas de Serrano. Los cafés y bares con sabor retro, ofrecen unos precios en las consumiciones superiores a los habituales de cualquier tasca madrileña, en un intento -no hay otra justificación- de seleccionar su clientela. Porque, eso sí, el purismo intelectual que aquí se respira tiene que quedar a salvo de macarras, horteras, chefis y similares. Todo ello empapado de un perfume procedente de las más puras hierbas que han provocado la intervención repetida de la policía en algunos locales como La Vaquería y con el consiguiente cierre del bar.Madrid, como otras grandes ciudades, está dividida por una fuertes barreras invisibles que clasifican a sus habitantes según forma de vida, procedencia, etcétera. Una simple ojeada sobre el elemento humano nos hace ver las diferencias abismales que existen entre quienes viven, o hacen su vida, en los barrios de Argüelles, San Blas o Malasaña. Son mundos que pese a su proximidad geográfica, a nivel humano no tienen nada que ver. El barrio de Malasaña o, más exactamente la plaza del Dos de Mayo, con todas las pequenas calles que en ella convergen, ha sido elegido por la progresía madrileña.

La gente que cada tarde acude a esta vieja zona. está formada por todo tipo de intelectuales, ácratas, pasotas, locas y toda la gama de gentes que cualquier mente estrecha calificaría de mal vivir. Este tipo de personal, evidentemente, requiere un escenario especial. Desde que a esta cierta progresía le dio por ocupar la plaza del Dos de Mayo y reverenciar a Daoíz y Velarde -cogidos de la mano como las muchas parejas gaysque los contemplan cada día-, han proliferado en la zona las aperturas de cafés con sabor retro y tiendas de ropa usada. Uno de los cafés más frecuentados es el Ruiz, en la calle del mismo nombre. Su decoración es de las más cuidadas y conseguidas en este tipo de establecimientos. Al entrar en él tienes la sensación de volver por unos momentos a la casa de tu abuela. Lámparas con flecos, tapiceria de terciopelo marrón con algún que otro descosido y los inevitables visillos. Para tomar, puede pedir un vino tinto con sifón, una gaipiriña, (ron con limón), o cualquier bebida de las que se toman en cualquier cafetería de corte americano. Otro local prototipo, escogido por la progresía madrileña, puede ser Lefka, en la calle de San Andrés, donde además de la ambientación típica de estos sitios, se ha añadido un futbolín en el que los jóvenes que lo frecuentan sustituyen las batallas dialécticas por la de encajar pelotas. Las claves de la comunicación entre los asiduos a esta zona obedecen también a un código especial: El «¿Cómo te llamas y qué haces?», queda sustituido por un «¿Tú de qué vas y qué libros has leído?». A partir de ahí podemos hablar. La postura vital es una cierta oposición a todo, una actitud anti y con -tra. Contracultura, antisiquiatría y un gran escepticismo general. Ni siquiera se pretende, ni se ve viable, una revolución social. Revolucionar la vida cotidiana de cada cual es el único objetivo. A primera vista, cabría suponer que muchos de los habituales de Malasaña son simples universita rios, pero en realidad son muy po .cos los estudiantes que se dejan ver por esta zona. La mayoría de esta gente está en contra del trabajo fijo y diario en una oficina o en un banco. Son muchos los que trabajan el cuero, la cerámica o cualquier otro tipo de trabajo artesanal que luego venden en el Rastro o en un tenderete que montan m cualquier calle céntrica. En general, cuando consiguen a - Igo de dinero, suspen den la actividad comercial para dedicarse exclusivamente a hacer lo que más le! gusta, como, por ejemplo, acercarse a la plaza del Dos de Mayo y hablar con cual quiera del último libro que están leyendo.

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