La familia, pieza clave de la sociedad / 1

Panorama divorcista en las dos europas

Dentro de muy poco, si las predicciones de los más optimistas se cumplen, en España existirá una ley de Divorcio, derecho legislado en la totalidad de los países europeos, con excepción de Irlanda, Andorra, el Estado Vaticano y la isla de Malta. Una ley temida y esperada, que colocará a los españoles fuera del marco de ese 3% de personas que en todo el mundo carecen de la posibilidad legal de divorciarse. Una vez en el buen camino y ante el reconocimiento de una mayoría de edad general cabe preguntarse qué puede aportarnos esta ley cuyo borrador parece ser bastante restrictivo; qué ha signific...

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Dentro de muy poco, si las predicciones de los más optimistas se cumplen, en España existirá una ley de Divorcio, derecho legislado en la totalidad de los países europeos, con excepción de Irlanda, Andorra, el Estado Vaticano y la isla de Malta. Una ley temida y esperada, que colocará a los españoles fuera del marco de ese 3% de personas que en todo el mundo carecen de la posibilidad legal de divorciarse. Una vez en el buen camino y ante el reconocimiento de una mayoría de edad general cabe preguntarse qué puede aportarnos esta ley cuyo borrador parece ser bastante restrictivo; qué ha significado y significa este derecho en países que lo disfrutan desde hace tiempo.

Los 400.000 españoles separados por un simple acuerdo privado y. los 100.000 que tras un largo preámbulo de formalidades y tarifas -separarse cuesta, por lo menos 50.000 pesetas devaluadas- han conseguido disponer de una libertad llena de cortapisas, serán sin duda los primeros beneficiarios de una situación jurídica más regular. Aunque es un hecho que tendrá que pasar un tiempo prudencial antes de que socialmente sea asimilada de una manera natural esta medida, el matrimonio no es, ni nadie puede considerarlo a estas alturas, un lazo indisoluble, especialmente en sociedades que no disfrutan de libertad sexual, donde la enseñanza mixta es prácticamente inexistente y las relaciones prematrimoniales tienen un tinte de aventura prohibida, todo lo cual conduce a una separación abismal entre los sexos que hará a la larga imposible la convivencia.La Iglesia, principal defensora de este sacramento, ha sido, en general, favorable a la existencia de divorcio entre personas no católicas, pero poco inclinada a admitirlo en el caso contrario. Existe un evidente miedo a perder toda una serie de prerrogativas, una inseguridad hacia la nueva situación que pueda crearse, ante los mitos que pueden venirse abajo como consecuencia de esta aceptación legal de un derecho tan evidente como reprimido hasta ahora.

El divorcio es considerado poco menos que como el demonio tentador por parte de muchos prelados, así, el obispo de Sigüenza-Guadalajara declaraba al respecto de esta medida, «el divorcio es una invitación a la infidelidad conyugal», mientras los obispos de Ciudad Rodrigo, Salamanca, Segovia, Zamora y Avila, encabezados por, monseñor Delicado, arzobispo de Valladolid, redactaban en febrero pasado un documento eclesiástico en contra del mismo.

Los españoles, mientras tanto, opinan que la cosa no es para tanto, y que la aprobación de la ley no va a provocar ningún cataclismo nacional ni el menor atisbo de desestabilización, como piensan los más agoreros. Al menos un 71% de los españoles era partidario, en 1975, según señala el informe Foessa, de la implantación de esta medida, independientemente de que en muchos casos la posibilidad de recurrir a ella se descarte por anticipado.

Los hijos, el problema una y otra vez citado en contra de esta ley, la razón por excelencia, no pueden ser tampoco un argumento válido. De sobra se ha demostrado ya que las consecuencias de una vida familiar jalonada por continuas disputas, desavenencias y disgustos es infinitamente más traumatizante y terrible para los hijos que la propia separación.

Divorcio al Este y al Oeste

Ninguna sociedad civilizada ha podido prescindir hasta ahora del divorcio, pero lo cierto es que en la sociedad moderna es donde adquiere su verdadera razón de ser. Una vez instalada la familia como institución básica, no queda otra válvula de escape, otra posibilidad, incluso aunque ésta no resuelva nada.

Los 2.000 divorcios diarios que tan preocupadas tienen a las autoridades soviéticas, por las secuelas de absentismo laboral y los trastornos sentimentales que provocan y que acaban por incidir en la productividad laboral de los individuos, son un testimonio definitivo sobre la crisis de la pareja de un lado y otro de ese sutil «telón».

Atrás quedaron los brillantes y arriesgados intentos de experiencias comunitarias, de destrucción de la familia coercitiva y aplicación de revolucionarios intentos de educación infantil. Ya en 1934, Wilheim Reich critica duramente el nuevo giro de la vida sexual en la Unión Soviética, lo que él ignoraba y posiblemente le hubiera sorprendido es que ni la experiencia china, una vez recuperada la ortodoxia marxista, ni ninguna otra posterior habían de recoger ya esa dura prueba de lucha contra el engranaje sentimental básico, contra la institución esencialmente «burguesa» que es la familia.

A todo lo que se ha llegado es a elaborar unas leyes flexibles en el caso de los países más adelantados, como Checoslovaquia y Hungría, mientras persisten criterios atrasados en países subdesarrollados, como Albania o la propia República Popular China. La situación de cerco ideológico y las precarias condiciones económicas en que vive la República albanesa han dado como resultado que el país viva volcado en una problemática «militar» y no ciudadana, quedando los problemas individuales postergados. Así, por ejemplo, para lograr un rápido aumento de la población, se opta por suprimir el uso de anticonceptivos. La misma o parecida dureza se advierte -aunque por supuesto no en lo que se refiere al tema de la natalidad- en la vida sentimental de los chinos. El Estado recomienda los matrimonios tardíos, sin que de hecho las relaciones prematrimoniales estén bien vistas. Los funcionarios de las embajadas, los técnicos desplazados a los países más dispares del mundo se ven obligados a vivir sin su familia durante largos períodos de tiempo, debido a la política de estricta economía del Estado. En estas circunstancias la vida sexual y afectiva del individuo está muy lejos de potenciarse como en un principio prometía la revolución socialista.

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