Cartas al director

Contra los toros

Poco antes de las pasadas elecciones, en un rotativo barcelonés se publicaron una serie de entrevistas realizadas a los líderes o representantes de todos los partidos políticos, entrevistas que, bajo el título común de «¿A quién y por qué votar?», dieron oportunidad a que los mismos se pronunciaran acerca de toda una serie de cuestiones que iban desde la organización del Estado, la crisis económica, o las relaciones con la Iglesia, hasta temas de menor cuantía como pudieran ser los deportes, el cine y el teatro, o los toros.Pues bien, de entre todas las entrevistas coincidieron, salvo rarísima...

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Poco antes de las pasadas elecciones, en un rotativo barcelonés se publicaron una serie de entrevistas realizadas a los líderes o representantes de todos los partidos políticos, entrevistas que, bajo el título común de «¿A quién y por qué votar?», dieron oportunidad a que los mismos se pronunciaran acerca de toda una serie de cuestiones que iban desde la organización del Estado, la crisis económica, o las relaciones con la Iglesia, hasta temas de menor cuantía como pudieran ser los deportes, el cine y el teatro, o los toros.Pues bien, de entre todas las entrevistas coincidieron, salvo rarísimas excepciones, en que la llamada fiesta de los toros no era ni debe ser "fiesta nacional". La razón es obvia: hoy día, que todas las personas y las definiciones de las cosas tienden a ser verdaderamente «representativas» y a no agarrarse a sectores minoritarios movidos por intereses privados carentes de la conveniencia al bien común, resulta anacrónico y, por demás, antidemocrático seguir utilizando el calificativo de «fiesta nacional» para una clase de espectáculos que no tienen homologación ninguna en los demás países de nuestro mundo occidental al que pertenecemos geográficamente, y al que pretendemos pertenecer política, social, económica, y culturalmente.

En esta hora de revisión de tantísimas cosas, en esta hora de buscar el perfeccionamiento de nuestra sociedad y del comportamiento del ser humano, bueno será que en España empecemos también por revisar ese tipo de espectaculos que no responden a la veraz definición de «fiesta nacional» (pues es seguro que un consenso popular no lo avalaría, dado que el fútbol y otras muchas diversiones menos crueles gozan de mayor aceptación), ni tampoco corresponden al grado de cultura, civismo y, en definitiva, de civilizacion que se atribuye y merece el pueblo español.

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