Cartas al director

Desmadre asociativo

Hace días, cuando a un buen señor le dio por poner el grito en el ciclo y hablar de perversión y de proselitismo homosexual, refiriéndose a la creación de la Unión Homosexual Española, los grupos de invertidos contestaron de modo medianamente contundente e incluso alguien parangonó, con la mayor naturalidad del mundo, los comportamientos homo y heterosexuales.Me parece lamentable la simpática propensión que se observa últimamente al desmadre asociativo. Si durante cuarenta años todas las posibilidades organizativas que se nos han brindado fueron la pertenencia a un club de fútbol en calidad de...

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Hace días, cuando a un buen señor le dio por poner el grito en el ciclo y hablar de perversión y de proselitismo homosexual, refiriéndose a la creación de la Unión Homosexual Española, los grupos de invertidos contestaron de modo medianamente contundente e incluso alguien parangonó, con la mayor naturalidad del mundo, los comportamientos homo y heterosexuales.Me parece lamentable la simpática propensión que se observa últimamente al desmadre asociativo. Si durante cuarenta años todas las posibilidades organizativas que se nos han brindado fueron la pertenencia a un club de fútbol en calidad de socio, ahora la histeria de las siglas ha estallado; de nuevo el péndulo histórico funciona de un extremo a otro.

Aplaudo que se formen partidos políticos, alternativas serias, pero lo verdaderamente triste es la plétora de organizaciones de juguete que pintan los muros de esta España nuestra. Intereses minúsculos, grupúsculos superminoritarios.

Porque con el mismo derecho que estos señores de la Unión Homosexual Española escriben sus siglas en las paredes podrían, digo, existir -y de hecho no dudo que tarden, porque los mismos derechos que a los «gays» les asisten- la Unión de Sádicos Españoles, la Unión de Masoquistas Españoles, la Unión de «Voyeurs» de España... y un poco después, no me cabe duda de que aparecerán, al olorcillo de la democracia y siguiendo la tónica hiperasociativa, la Unión de Caballeros Impotentes, la Unión de Adúlteros, la Unión de Mujeres Frígidas y un largo etcétera.

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A ver si, con suerte, pronto nos damos cuenta de que para hacer democracia no es preciso dejarse llevar por la seducción burocrática y pertenecer cada uno de nosotros a veinte asociaciones.

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