Un ex primer ministro del Ulster propugna la detención sin juicio previo

La tranquilidad volvería al Ulster si se pusiera en práctica la ley de detención sin juicio previo que aún está en vigor, ha dicho el que fue primer ministro del último Gobierno unionista de la provincia, Brian Faulkner.Faulkner fue el que forzó esa legislación, cuando aún era jefe del abolido Gobierno, en 1971. Gracias a ella mantuvo en las cárceles de Irlanda del Norte a cerca de mil republicanos, bajo la simple sospecha de pertenecer a movimientos terroristas.

A pesar de que la ley no ha desaparecido, el secretario de Estado para el Ulster, Merlyn Rees, que se ocupa de los asuntos de...

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La tranquilidad volvería al Ulster si se pusiera en práctica la ley de detención sin juicio previo que aún está en vigor, ha dicho el que fue primer ministro del último Gobierno unionista de la provincia, Brian Faulkner.Faulkner fue el que forzó esa legislación, cuando aún era jefe del abolido Gobierno, en 1971. Gracias a ella mantuvo en las cárceles de Irlanda del Norte a cerca de mil republicanos, bajo la simple sospecha de pertenecer a movimientos terroristas.

A pesar de que la ley no ha desaparecido, el secretario de Estado para el Ulster, Merlyn Rees, que se ocupa de los asuntos del territorio desde que el Gobierno de Faulkner fue desautorizado por Londres, decidió dejar de utilizarla porque se había comprobado que era inútil para prevenir la violencia.

Sin embargo, Faulkner dice ahora que desde que esa legislación se convirtió en papel mojado los atentados y los enfrentamientos sectarios han crecido en número y en gravedad. «En este siglo Irlanda no había vivido una situación de violencia como la que ha padecido en estas dos últimas semanas».

Las declaraciones de Faulkner han coincidido con el quinto aniversario de la legislación, que cuando fue puesta en vigor causó profundo rencor entre los católicos republicanos, que la vieron como una declaración de guerra sin cuartel.

«Conmemoración» con bombas

El tema del Ulster queda como asunto político preponderante de la vida británica ahora que el Parlamento ha cerrado por vacaciones. Ayer se retiraron los diputados, que volverán en octubre a la Cámara de los Comunes para terminar la presente sesión parlamentaria.Los parlamentaristas dejan tras de sí una historia sombría, acaso la más violenta que haya contemplado «la madre de la democracia» en más de treinta años.

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Se piensa ahora que la ola de bombas que se ha producido en estos últimos días es, a su modo, una conmemoración de las protestas que la ley de internamiento levantó entonces. Las palabras de Faulkner sobre la necesidad de su puesta en práctica parece que podrán acelerar las consecuencias de esa conmemoración. En Londres no ha habido comentario alguno respecto de las declaraciones del líder unionista, aunque la posición británica en relación con el problema del Ulster es cada vez, más la de conseguir una política de buena voluntad que dé paso a un proceso de reconciliación con el que da la impresión de que Faulkner ha colaborado muy poco.

Hace dos meses, varios diputados se enzarzaron en una especie de improvisado combate de boxeo que tuvo su origen en varios desacatos a la autoridad parlamentaria.

Sin acuerdo de «pares»

Por un lado, un ministro del Gabinete fantasma conservador esgrimió la maza que sirve de símbolo del Parlamento y la usó con aire amenazante contra los laboristas que, frente a él, cantaban el himno «Bandera roja», de corte socialista.

Luego hubo algunos puñetazos y diversos parlamentarios dijeron que aquel era «el fin» de la democracia.

Ha habido otros enfrentamientos verbales de violencia desusada que han conducido a la ruptura de relaciones entre el poder y la oposición. Tal ruptura ha producido escenas caóticas en el Parlamento. Al negarse los conservadores a conservar el acuerdo sobre «pares», que permite que sí un diputado del partido que está en el Gobierno no puede votar, otro de la oposición se abstiene, los laboristas tuvieron que trasladar a los Comunes en alguna ocasión a diputados suyos que llegaron a la Cámara en camilla y gravemente enfermos.

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