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El centro político

Conviene recordar que la civilización europea, producto en buena parte de una larga evolución racional, responde sobre todo a una actitud fundamentalmente creadora. El mito de Prometeo, el hombre que desafió a los dioses, es ilustrativo al respecto: en su reciente obra «La cultura contra el hombre » sostiene Steiner que nuestra civilización es una civilización del desafío, caracterizada por una tensión constante entre el ideal y la realidad. Confrontación dramática, las más de las veces capaz de generar tres distintas posturas filosóficas, las cuales se corresponden con otras tantas actitudes ...

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Conviene recordar que la civilización europea, producto en buena parte de una larga evolución racional, responde sobre todo a una actitud fundamentalmente creadora. El mito de Prometeo, el hombre que desafió a los dioses, es ilustrativo al respecto: en su reciente obra «La cultura contra el hombre » sostiene Steiner que nuestra civilización es una civilización del desafío, caracterizada por una tensión constante entre el ideal y la realidad. Confrontación dramática, las más de las veces capaz de generar tres distintas posturas filosóficas, las cuales se corresponden con otras tantas actitudes políticas. A un lado están los que consideran peligroso contradecir frontal o sustancialmente a la realidad, y la razón y los ideales no deben sino, adaptarse a ella: es la actitud conservadora, que por una inadecuada utilización semántica se califica usualmente de reaccionaria, cuando es lo cierto que un reaccionario no pasa de ser quien reacciona frente a la acción de otro. En el platillo antagónico de la balanza se instala la actitud radicalmente opuesta: adoptada por quienes, pretenden instaurar el reino del milenarismo utópico, ante el cual no le cabe a la realidad sino tenderse y doblegarse sin condiciones (si no lo hace, como sentenció implacablemente Lenin, peor para ella).Más pragmática, nada dogmática desde luego, y, sobre todo, mucho más constructiva, la postura intermedia' entre aquellas dos se califica unas veces de «centro», otras de realista, moderada, rellarmista. Esta vía media advierte el carácter fecundo de la antítesis «ideal-realidad», si bien reconociendo siempre la primacía de los valores inherentes a la persona humana: libertad, dignidad y justicia, como los más sobresalientes.

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Esta actitud asumida por el centro político rechaza a la derecha el fatalismo, la resignación, el inmovilismo, y a la izquierda, la autopía, la manipulación de la persona humana para reducirla a una simple lucubración deliberadamente ausente de¡ hombre tal y como es, con sus cualidades y defectos. Este talante genérico de moderación y realismo ha cristalizado, durante casi toda la evolución política del Occidente, en opciones políticas concretas: para ceñirnos a la historia reciente, fijémonos en el constitucionalismo monárquico frente al absolutismo regio y la república; en el liberalismo político frente a la autocracia y la dictadura de los iguales; en el estado de derecho frente al totalitarismo de derecha o de izquierda; en la democracia pluralista frente a la democracia plebiscitaria y la democracia popular. Actitud que hoy en España se identifica con la reforma, la profunda evolución sin rupturas, exteriorización de una filosofía política, que intentamos resumir de esta suerte: Legitimidad. El poder debe ser legítimo, lo que significa obviamente que debe emanar del pueblo y de nadie más; no es patrimonio de ningún grupo ni de persona alguna.

Libertad, Deseo de edificar una sociedad de hombres libres que puedan ser dueños de. su propio. destinó, es decir, en la que sus miembros puedan proponer y elegir, sin coacción de ningún tipo, entre opciones políticas, sociales y económicas rivales entre sí.

Igualdad. El centrismo considera a los hombres iguales en dignidad y derechos y, por tanto, se debe asegurar al máximo la igualdad de oportunidades, como forma eficaz de aprovechar socialmente las diferencias naturales.

Legalidad. El poder sólo es aceptable transformado en autoridad, es decir, en poder conforme a derecho, constitucional y limitado.

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Necesidad de combinar la democracia gobernante, a través del grado máximo de autogobierno directo del pueblo, con la democracia gobernada, porque el primer requisito para la libertad es la autoridad y porque, simultáneamente, no se puede gobernar y ser gobernado.

Comunidad Se opone el centrismo ' al empeño marxista de reducir la sociedad a mero escenario de¡ antagonismo de clases, lo que no constituye sino el telón encubridor del más feroz de los imperialismos. Tampoco comparte el centrismo la concepción patriotera de la ultraderecha, frecuentemente vestida con trajes de guardarropía para disimular las más de las veces intereses poco confesables. El centrismo otorga primacía a la idea de comunidad como marco en el que los hombres pueden realizarse a través de un destino individual y colectivo libremente escogido.

A esta filosofía, que en la práctica cuaja en fin sistema político democrático y representativo, basado en el sufragio universal mediante elecciones libres, en la libertad de asociación, reunión y expresión políticas, y en la división y el equilibrio de poderes, corresponden ideas claramente definidas en los planos económico y social. Para el pensamiento de centro, la economía se concibe como un instrumento al servicio del hombre; orientada como tal a través de la planificación, ni rígida ni socialmente, puesto que sólo el hombre libre es realmente creador: la prioridad que se otorgue a la iniciativa privada ha de equilibrarse con un sector público responsable y democráticamente controlado. En cuanto al enfoque social, ha de ajustarse hoy, principalmente, a una justa distribución de las cargas sociales y al objetivo tenazmente perseguido de crear el marco en el

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que las personas y los grupos se desarrollen plenamente.

A todo lo anterior, para completar la definición, sólo cabe añadir una última nota: el reformista no piensa que para establecer la democracia se requiera demostrar raciónalo empíricamente su bondad intrínseca. Sabe que el valor de la idea es grande, y confía que, una vez puesta en práctica, ha de revelarse viable y beneficiosa para España. Y sabe también que la tentación extremista, totalitaria, de uno y otro costado, es virulenta, tenaz, y que para edificar una sociedad libre hay que volver a empezar una y otra vez, con tanta paciencia como energía; hay que corregir, sopesar y, sobre todo, unir.

Se requiere en esta hora la unión de todos los sectores moderados que no están dispuestos a prescindir de la aportación de las generaciones pasadas, de la facultad de optar políticamente en el presente y de respetar la libertad de acción de las generaciones futuras. Porque el centrismo tiende precisamente a constituir una robusta columna que vertebre a la comunidad, bien asentada en tierra firme, pero apuntando a lo alto, y tan ancha, que ningún adorno del capitel pueda hacerla bascular y estrellarse contra el suelo.

Hoy que nos hallamos en el umbral de la libertad, de una mayor justicia y de la dignidad recobrada, la convocatoria del centrismo tiende a que los españoles solidarios en la defensa de la comunidad en la que han de encarnar aquellos valores, constituyamos un gran grupo político que equilibre el conjunto social. Porque en la moderación, el propósito sinceramente reformador y la paz social es donde creemos que el país ha de depositar su confianza, sus ilusiones y, en definitiva, su destino.

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