Munar y el dobles consuman la remontada y clasifican a España para las semifinales de la Copa Davis
El dúo formado por Granollers y Martínez levanta el pulso con Machac y Mensik, después de que Munar allanase el terreno ante Lehecka tras la derrota inicial de Carreño
En realidad, todo parte de eso: de creérselo. Muy fácil desde la barrera, que no tanto desde dentro, ahí abajo, delante de esos checos fornidos que revientan la bola, que sirven saques a 220 kilómetros por hora, que le pegan muy plano y que lo gozan (decía la teoría) bajo el techo. ¿Gozan? Gozaban, resumen los hechos; porque la práctica dibuja un desenlace bien diferente. Pintaba complicado para esta España de los meritorios y la fe, privada de Carlos Alcaraz a última hora, y se inclinó todavía un poco más el terreno con el arranque grisáceo de la mañana. Lo llaman remar a contracorriente: Pablo Carreño, inferior a Jakub Mensik (6-3 y 6-4, en 1h 22m). Sin embargo, ahí estaban ellos, shakespearianos, ese creer o no creer. Esa es la cuestión.
Irrumpió Jaume Munar a la hora de comer, con ese buen rollo que desprende y confió, claro que sí. “¿Y por qué no?”, deslizaba él, al quite, evitando la sentencia: Jiri Lehecka, a la lona (6-3 y 6-4, en 1h 22m). Sería todo a cara o cruz, pues, y ahí que aparecieron luego los doblistas, Marcel Granollers al frente y Pedro Martínez, el héroe de septiembre, cubriéndole las espaldas. De hasta cinco bolas de set dispusieron los rivales, Tomas Machac y Mensik, tres en la primera manga y otras dos en la segunda. Sin embargo, se toparon con el espíritu de Marbella, la remontada de hace dos meses bajo el sol: doble 7-6(8),tras 2h 01m. ¡Resiliencia! Y así sigue la historia, Argentina o Alemania el viernes, en las semifinales. Más de lo mismo: creer no creer.
En esta fase final que empezó cuesta arriba, sin Alcaraz en la nómina y con un discurso reivindicativo que apelaba a la fe, el optimismo de Munar se hacía hueco y ahora se agranda: “Por qué centrarnos en lo que no tenemos, centrémonos mejor en lo que hay aquí, que es bueno”. Y actuó en consecuencia el mallorquín, a lomos de esa confianza que rebosa últimamente. A fe, hoy pocos como él, bálsamo para España. Le llaman Mágico, y se lo cree. Por ahí se empieza. Así se hace. Al fin y al cabo se trata de eso. Después de la derrota de Carreño ante Mensik a primera hora del día, el balear saltó a la pista con el desfibrilador y comenzó a despachar las malas vibraciones, a despejar el camino. Faro él.
Todo a una carta, entonces: el dobles. Miradas, pues, hacia el querido Marcel. Lo disputaban Granollers y Pedro Martínez contra Mensik y Tomas Machac. Y lo deslizaba el capitán Ferrer dos días antes, entre el desánimo (inevitable) por la ausencia forzosa y de última hora de Carlos Alcaraz. El equipo todavía lo digería. Pero se levantaba: “Lleguemos 1-1, y que luego decida Marcel”. Son él y su socio, en realidad. Despeja los piropos. A falta de Alcaraz, la guinda, esto es un todo. “Esto es un equipo y necesitamos todas las piezas. No hay ninguna más importante que otra. Lo tenemos muy claro, y por eso hemos sacado esta eliminatoria hoy”, despejaba; “los grande nombres también dan eliminatorias, pero el grupo es lo más importante”.
A falta de resolución, sacó antes las castañas del fuego Munar, el chico que evoluciona y que confía: “Tengo 28 años, era ahora o nunca”. Con su mejor ranking (36º) y habiendo aplicado un oportuno giro de tuerca a su juego, creciente, cada vez más ofensivo, redujo a Lehecka a base de servicio —retuvo el 87% de puntos con sus primeros saques— y seriedad. Esta vez, nada de vértigos.
Simplificaba: “No diría que ha sido un nivel estratosférico por mi parte, sino que ha sido un partido puramente indoor: uno ha cogido las oportunidades, el otro no. Esto va así, sacar bien y aprovechar las oportunidades al resto”. Y se refería al salto de este año, igualmente apoyado en la lógica: “Trabajo los aspectos mentales, pero lo asocio sobre todo a que una vez que construyes un mejor jugador, eso se va acentuando”. Confiaba Munar, invocador. Siguiendo el rastro: “Tenemos lo que tenemos, y creo que es mucho. Incluso teniendo a Nadal y Ferrer era así. Ellos eran los máximos exponentes de esa garra y ahora a nosotros nos toca hacer lo mismo”.
En septiembre, Munar cedió en la apertura del cruce contra Dinamarca, pero se resarció este jueves con un triunfo capital. Indispensable para seguir con vida. No es plato de buen gusto Lehecka, a la vez un tenista de dos caras: viento a favor intimida, pero a la inversa se quiebra con facilidad. Escaso argumentario en la respuesta y la sonrisa del mallorquín, necesario. Frente al pesimismo (o realismo), un chute de entusiasmo: “Sabíamos que él se adapta muy bien a esta superficie, es mejor jugador en indoor [bajo techo]. Sin embargo, no deja de ser un partido de la Copa Davis. Me sentía bien, he salido con confianza al partido y al final he conseguido ganar”, explicó. Él y la esperanza, después de un punto de partida torcido.
Lluvia de ‘aces’
Comenzó el día con embudos en los accesos y mal pie también para España, a remolque por la derrota de Pablo Carreño en la apertura de la serie. Garantía de pelea el gijonés, amor propio por los cuatro costados, pero aun así insuficiente para contener a uno esos valores de la última generación que tan buena planta tienen y que intentan asomar de algún modo la cabeza. Mensik no tardó en sacar el martillo —42 golpes ganadores— y pese a la meritoria réplica del asturiano, largo recorrido ya este, con un buen puñado de experiencias a las espaldas, no se amilanó. El equipo de Ferrer, pues, se encontró contra las cuerdas cuando el día tristón de Bolonia todavía trataba de desperezarse.
Puso Carreño todo de su parte, pero su realidad hoy por hoy es la que es: oficio, sin duda, pero después una buena temporada en la reserva — quirófano para reparar el codo (noviembre de 2023), tras ocho meses de parón— trata de subirse al tren de la alta velocidad actual. En esas, a Mensik le sobran brazo y tiros. El joven checo, de 20 años, se destapó en marzo en Miami, donde batió a Novak Djokovic y se hizo con uno de esos escasos premios de relevancia que no han atrapado Alcaraz o Sinner. A partir de ahí, mucha intermitencia, pero en todo caso ya ha conseguido asentarse entre los veinte mejores y se le adivina potencial. Ahora bien, en términos mentales, todavía está verde.
Quizá la historia del primer turno podía haber sido diferente, de haber confirmado el español el acelerón que le concedió un valioso palmo de ventaja, break para 4-3, pero pinchó de manera inmediata y una vez recuperado el terreno perdido, Mensik se adueñó del timón. Buenas direcciones por su parte y también decisión para irse a la red; sin embargo, y así debe ser en este formato, marcó la diferencia por medio del servicio. Mucho ajetreo en la grada —abundancia de escolares— y, del lado checo, un torrencial de aces; 20 en total, y Carreño estirándose a duras penas. Estelas inalcanzables. Lo intentó, tal vez no estuvo lejos. Pero el duelo exigía un punto más.
“Ha sido igualado, no he jugado mal. No es que se lo haya regalado, lo gana él”, señaló Carreño, que este curso tan solo ha disputado 21 partidos en el circuito ATP y ha recurrido a los challengers para regenerarse. “Le he roto el saque, que era lo más difícil, pero luego no he dado ese extra que necesitaba. Estoy satisfecho, pero tenía que haberle complicado más. Lo he hecho bien, he estado ahí”. “Sacaba todo el rato a más de doscientos por hora, y al resto te presiona mucho; de fondo le he hecho daño, he sido agresivo y valiente, pero cuando quema la bola… El saque te da mucho. Era el mejor número dos [por ranking] del torneo”, remachó con resignación.