Conchita, el cincel de Mirra Andreeva: “Es sumamente perfeccionista, se transforma”
La española perfila desde la primavera el potencial de la rusa, una figura emergente que triunfa con 17 años y que aspira a no caer en la peligrosa red de las expectativas
Conexión, dícese de un elemento esencial en todo vínculo profesional del tenis, técnica-jugadora. Y la hubo rápidamente entre la reciente campeona de Dubái, la jovencísima Mirra Andreeva, y la preparadora que le guía y le ha permitido descubrir una nueva dimensión, otra forma de interpretar la rutina, el movimiento y los espacios, Conchita Martínez. “Sé que puedo ser un dolor de cabeza, pero ella siempre está ahí para mí, así que es fantástico haber podido ganar este título juntas. Ahora solo espero que podamos ganar muchos más”, agradecía la rusa el sábado, después de batir a Clara Tauson en ...
Conexión, dícese de un elemento esencial en todo vínculo profesional del tenis, técnica-jugadora. Y la hubo rápidamente entre la reciente campeona de Dubái, la jovencísima Mirra Andreeva, y la preparadora que le guía y le ha permitido descubrir una nueva dimensión, otra forma de interpretar la rutina, el movimiento y los espacios, Conchita Martínez. “Sé que puedo ser un dolor de cabeza, pero ella siempre está ahí para mí, así que es fantástico haber podido ganar este título juntas. Ahora solo espero que podamos ganar muchos más”, agradecía la rusa el sábado, después de batir a Clara Tauson en la final de Dubái (7-6(1) y 6-1) y de apropiarse así de un récord de precocidad, puesto que ya es la más joven (17 años y nueve meses) en conquistar un título de categoría WTA 1000 —la segunda en importancia, tras los Grand Slams— y sigue los pasos de su compatriota Maria Sharapova, la campeona más joven de este siglo (17 y dos en el Wimbledon de 2005).
Como se presumía, la joven Mirra ya está aquí y brilla con fuerza. Y buena culpa de ello la tiene Martínez, que se explica para EL PAÍS. Habla de un talento en formación que asomó la cabeza en Madrid, hace poco más de un año, que ya ha sido semifinalista de Roland Garros y que empieza a insinuar una de esas carreras excepcionales. Eso sí, pies de plomo. Ahí están Emma Raducanu y otras que se estrellaron contra la difícil realidad de un éxito tan inmediato. “Es una chica muy madura para la edad que tiene; de hecho, se puede llegar a tener una conversación adulta con ella. Durante los primeros días juntas [primavera del año pasado] incidimos en que tenía que ser humilde y trabajadora, y en que debía tener los pies en el suelo de manera constante porque si eso cambiaba, se lo diría”, concede la aragonesa, quien desde el principio insistió en hacerle ver a su jugadora la línea a seguir: palos y velocidad sí, pero algo más.
Y poco a poco, la joven Andreeva, ojos y oídos bien abiertos, descubrió la importancia de leer y menear de vez en cuando la muñeca. “Tiene una buena base, pero el margen de progresión es amplio en todos los sentidos. Cuando empezamos a trabajar me centré mucho en el drive, la movilidad de piernas y en mejorar ciertos aspectos físicos con el objetivo de hacer un tenis potente y agresivo, pero con variedad. Eso es clave. Ahora está acabando más puntos en la red y tiene otra visión de la pista, tanto a la hora de saber dónde debe situarse como a la de elegir qué hacer en cada momento. Es fundamental saber elegir los tiros y cada vez está jugando mejor”, continúa la preparadora, que en su día ya cinceló la versión más poderosa de Garbiñe Muguruza —ritmo, pegada y flotabilidad para la conquista de Wimbledon en 2017 y la Copa de Maestras en 2021— y desea repetir resultado con la siberiana.
Una chica “feliz” y “muy juguetona”, a la vez que tremendamente competitiva. “Ya sea jugando a las cartas como a cualquier otra cosa”, precisa Martínez, al volante de un talento de dos caras: la dulzura de ese rostro risueño y juvenil, y al mismo tiempo esos colmillos largos a la hora de abordar a las rivales. Las dos caras de Mirra. Tres top-10 se inclinaron en dirección al trofeo del emirato: Rybakina, Vondrousova y Swiatek. Y cuidado, porque no le falta genio. ¿Docilidad? Sí. ¿Escucha? También, pero… “En ocasiones, puede llegar a transformarse y se enfada si las cosas no le salen. Es sumamente perfeccionista y exigente, y eso a veces es un arma de doble filo”. El caso es que Andreeva ya está en el radar a ojos del mundo, instalada ya entre las diez más fuertes —en detrimento de la española Paula Badosa, ahora undécima— y confiada en que esto sea tan solo el punto de partida. “Aún no tengo 18 años”, dice, “así que todavía no puedo celebrarlo con champán. Los cumplo en abril, así que espero poder hacerlo pronto; de momento, cola-zero”.
También confía en ello Conchita, convencida del “paso a paso” y el “día a día” como fórmula indispensable e ineludible, más allá de la virtud y el arco de crecimiento de la protagonista. Tantas y tantos acabaron esfumándose. Lo de Andreeva pinta bien, pero se impone la prudencia. “Es importante tener los objetivos claros y cuidar muy bien los detalles. Trabajar bien”, recalca. “El hacerlo tan bien a una edad tan temprana es un aprendizaje, así que solemos hablar sobre las situaciones nuevas que va a ir encontrándose. También está trabajando con una psicóloga”, continúa, incidiendo también sobre el progresivo cambio de mentalidad que se aprecia en la rusa. Fuera la negatividad, en la medida de lo posible. “Va cambiando poco a poco, pero todo lleva su tiempo; todavía hay días en los que tiene algún episodio y hay que tratar de que ocurra menos”, observa, antes de puntualizar: “Para que todo funcione la jugadora debe confiar en el proceso y, de momento, ella está demostrándome que confía y hace lo que toca cada día para mejorar”.
El 2 de julio de 1994, Martínez hizo cumbre en Wimbledon con 22 años, de modo que conoce bien los engañosos pasillos de la fama a corta edad. Y da fe, por ejemplo, el proyecto frustrado de la también rusa Anna Kournikova, semifinalista en el grande británico con solo 16. Rodeada del boato y la resonancia que suele acompañar a victorias del perfil de la lograda en Dubái, Andreeva empieza a lidiar poco a poco con el tramposo universo de las expectativas. Ya ha firmado contratos importantes —Nike, Rolex y Wilson, entre otros patrocinios— y su entorno trata de que no pierda foco y se concentre en evolucionar; esto es, consolidar un patrón de juego y ganar registro, no quedarse en la receta básica de la pegada actual. A grandes rasgos, ir un poco a contracorriente: pensar más. “De momento no tengo queja, y me escucha dejándome trabajar. Es agradecida y, en ese sentido, quiere que el equipo esté bien”, remata Conchita.
FEDERER Y LEBRON, INSPIRADORES
Antes del éxito en el desierto, Andreeva logró su primer título en Iasi (Rumania), de categoría WTA 250. Le acompaña en su aventura profesional su hermana Erika, tres años mayor que ella y 94ª del mundo, y encuentra inspiración en Roger Federer y LeBron James; en el caso del primero, por su genialidad (“¿cómo podía jugar tan bien?”) y en el del segundo, por su mentalidad en la cancha (“he escuchado muchas de sus entrevistas”).
Respecto a Conchita, la tenista destaca su capacidad para insuflarle “energía” y su positividad. “Aporta mucho optimismo a mi juego”, dice; “a veces soy muy niña y me enfado si me dicen algo que no me gusta, pero he aprendido a reírme de mí misma y de esas reacciones. Desde que estoy con ella, digiero mucho mejor las derrotas”.
Por otra parte, la estadounidense Venus Williams, de 44 años, ha desmentido que haya recibido una invitación de Indian Wells y que vaya a disputarlo (del 3 al 16 de marzo). Y este fin de semana, la competición masculina inscribió al ruso Andrey Rublev (7-5, 5-7 y 6-1 a Jack Draper) y al argentino Sebastián Báez (6-2 y 6-3 a Alexandre Müller) como campeones de Doha y Río de Janeiro, de manera respectiva.