Rafa Nadal, una historia irracional

El tenista balear se convirtió en un fenómeno gracias a su fuerza mental y a los consejos de su tío Toni

Toni Nadal sigue un entrenamiento de Rafa Nadal, el 27 de junio de 2015 en Londres.Clive Brunskill (Getty Images)

Cuando Nadal estaba iniciando su carrera tenística, su amigo Carlos Moyá le preguntó: “He sido campeón en Roland Garros, finalista en el Masters, número uno del mundo... ¿Firmarías ahora mismo todo eso?”. La respuesta de Rafael no dejó lugar a dudas: “Yo no firmo nada”. Entonces tenía 15 años. Ahora, con 38, dice adiós al tenis convertido en uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte, y en el segundo tenista que más títulos del Grand Slam ha ganado, sumando 22, ...

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Cuando Nadal estaba iniciando su carrera tenística, su amigo Carlos Moyá le preguntó: “He sido campeón en Roland Garros, finalista en el Masters, número uno del mundo... ¿Firmarías ahora mismo todo eso?”. La respuesta de Rafael no dejó lugar a dudas: “Yo no firmo nada”. Entonces tenía 15 años. Ahora, con 38, dice adiós al tenis convertido en uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte, y en el segundo tenista que más títulos del Grand Slam ha ganado, sumando 22, sólo superado por Novak Djokovic con 24, y dejando corta la marca del suizo Roger Federer con 20. Tres figuras que elevaron el listón del tenis mundial hasta cotas impensables y que dominaron el circuito de tal forma que entre 2005 y 2023 se adjudicaron 62 de los 75 grandes que se disputaron. En 26 ocasiones se enfrentaron entre ellos en las finales. En paralelo, sólo ocho tenistas más lograron inscribir sus nombres en el palmarés de los cuatro grandes torneos.

Son récords estratosféricos que hacen añicos y rompen por completo las leyendas de Roy Emerson que, con 12 majors parecía inalcanzable hasta la aparición de un tal Pete Sampras, que logró 14. Creímos entonces que era algo irrepetible, que se había tocado techo. Pero solo unos años más tarde surgió el que para muchos ha sido el jugador más completo, Roger Federer. Y cuando él ya se había consolidado en la cúspide del tenis mundial, entraron en escena Nadal y Novak Djokovic. La cuestión es, ¿cómo pudo el mallorquín abrirse hueco entre dos tenistas tan sublimes y estilísticamente tan perfectos como el suizo y el serbio, e incluso eclipsarlos en muchas ocasiones? Rafa no tenía un gran saque ni unos golpes demasiado ortodoxos cuando ganó sus primeros Grand Slams... Pero contaba con dos valores en los que superaba a cualquiera. Por un lado, una autodisciplina y una capacidad de sobreponerse al sufrimiento inquebrantables; por el otro, mucha honestidad. Será difícil que alguien más esté por encima de él en estos aspectos.

Estas cualidades le permitieron ir forjando una carrera repleta de éxitos, a la par que mejoraba todos los aspectos de su tenis hasta convertirse en el gran jugador que acabó siendo. Se acostumbró al sufrimiento y al dolor desde los 15 años, cuando le diagnosticaron una lesión en el pie que pudo alejarle del tenis. Le siguieron constantes problemas en las rodillas y la espalda. Eso le hizo más fuerte y le permitió exprimir al máximo sus capacidades. El conglomerado indestructible que ha sido Rafa se explica en su totalidad con la presencia de su tío y entrenador, Toni Nadal. Él fue modulando su personalidad desde que empezaron a trabajar juntos cuando era todavía un niño. Le ayudó al principio, cuando Rafa tenía aún dudas, prometiéndole que si algún partido se le complicaba haría aparecer la lluvia para que se suspendiera. Le explicó que había jugado en la Liga italiana de fútbol, y sus historias eran tan verosímiles que, cuando hacían partidos en su garaje, Rafa le elegía a él como compañero, antes que a su otro tío Miquel Àngel, jugador del Barcelona.

Todo ello fue creando un halo de complicidad entre los dos que se mantuvo vivo en el momento en que los éxitos empezaron a llegar. “No pienses que has hecho algo importante”, le dijo Toni al ganar el Campeonato de España Infantil. “Si miras el palmarés verás muchos nombres que después no han llegado”. O bajándole a la Tierra cuando ya era reconocido como uno de los mejores: “Te admiran, pero solo porque eres capaz de pasar la bola por encima de la red más veces que los otros”. Gracias a su estrecho vínculo familiar, pudo mostrarle el camino correcto en muchas ocasiones o ayudarle a encontrar sus límites en otras. Nadie más en su equipo tenía el ascendente para ello. En Shanghái, tras un Masters, Rafa salió del ascensor con pantalón de chándal para asistir a una cena de gala. Su equipo le dijo que no era lo más adecuado, pero que nadie le cuestionaría. Cuando llegó Toni, le comentó que debía cambiarse y así lo hizo.

En otra ocasión, en el Open de Australia de 2009, Nadal afrontaba la final destrozado físicamente tras una semifinal durísima contra Verdasco. Arrastraba molestias y sentía dolor físico. Se planteaba abandonar. Pero Toni entró en el vestuario y le hizo una reflexión. “Tienes la posibilidad de salir a la pista, derrotar al número uno del mundo (Federer) y convertirte en el primer español que gana este torneo. Entiendo que no estás bien, pero si ahora te apuntara con una pistola y te dijera que voy a disparar, ¿qué harías?”. “Me pondría a correr para escapar”, le respondió. “Pues eso es lo que debes hacer. Ve y lucha para ganar el partido”. Y lo hizo. Todos estos elementos forjaron un jugador irrepetible. Capaz no solo de ganar 14 Roland Garros y convertirse así en el mejor de todos los tiempos en arcilla, sino también de superar al gran Federer en su territorio, en la final de Wimbledon de 2008. Su carrera brilló gracias a su fuerza mental, su entrega, su honestidad y, sin duda, sus golpes. Forjó una historia tenística y humana, hasta cierto punto, irracional.

Manel Serras cubrió la evolución de Rafael Nadal en sus inicios y es autor del libro ‘Crónica de un fenómeno’, en colaboración con Jaume Pujol-Galcerán.

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