Rodrigo de Paul, línea directa con Messi
El centrocampista argentino, el que más conecta con la estrella, ha sido innegociable para Scaloni en una medular que ha cambiado de piel en el Mundial
Hace unos meses, le preguntaron a Rodrigo de Paul (Sarandí, 28 años) si tenía ganas de que empezara ya el Mundial. La respuesta parecía cantada, sin embargo, respondió que no. El centrocampista argentino explicó que disfruta la previa y los entrenamientos, pero luego la ansiedad de la competición, la presión y la crítica forman encima de él una densa nube amenazante. “Conociéndome, sé que me va a costar”, vaticinó. Y se conocía bien. Hace una semana, le volvieron a preguntar lo mismo y vino a confirmar sus temores. “Con el tiempo le daré más valor. Hay tanta responsabilidad, que no nos permite...
Hace unos meses, le preguntaron a Rodrigo de Paul (Sarandí, 28 años) si tenía ganas de que empezara ya el Mundial. La respuesta parecía cantada, sin embargo, respondió que no. El centrocampista argentino explicó que disfruta la previa y los entrenamientos, pero luego la ansiedad de la competición, la presión y la crítica forman encima de él una densa nube amenazante. “Conociéndome, sé que me va a costar”, vaticinó. Y se conocía bien. Hace una semana, le volvieron a preguntar lo mismo y vino a confirmar sus temores. “Con el tiempo le daré más valor. Hay tanta responsabilidad, que no nos permite disfrutar del todo”, justificó.
Esa soga apretará como nunca este domingo en el ondulante Lusail. Hasta ahora, su paso por Qatar ha discurrido por una senda paralela a la de Argentina: ofuscado de inicio y más suelto según han ido pasando las jornadas. Él fue uno de los grandes señalados en el costalazo inicial ante Arabia Saudí. “Los boludos van a seguir buscando para hacerte caer y culparte de un resultado. No aflojes”, le animó la Brujita Verón. Unas curvas, personales y colectivas, que les vinieron bien, según De Paúl. Él es uno de los convencidos en el vestuario argentino de que ese gatillazo arrinconó al equipo, lo empujó al precipicio y sirvió para comprobar hasta dónde llegaba el aguante del grupo.
Aquel día posterior a la derrota en el debut, en medio de las tribulaciones albicelestes, dejó una imagen en el campo de entrenamiento de la Universidad de Qatar, con el sol cayendo a plomo, que no sorprendió pero evidenció en un momento de dudas el reparto de pesos dentro de la caseta: De Paul y Messi sentados solos, apoyados en una alambrada, asistiendo a los ejercicios de los compañeros que no habían jugado el día anterior. Nadie esperaba que salieran del interior de las instalaciones y aparecieron. La estrella y el hombre que no se separa de él.
Invitación a Messi
De todas las combinaciones posibles de pases que se pueden dar en Argentina, ellos dos son los que más veces conectan, en ambas direcciones. El De Paul-Messi y Messi-Del Paul son los hit albicelestes en Qatar, con diferencia. El rojiblanco le ha pasado el balón a La Pulga 74 veces, más del doble que al segundo de la lista (Enzo Fernández, 36). Y el del PSG ha ligado con el centrocampista en 41 ocasiones, 10 más que con Fernández. Un caudal, el de Rodrigo De Paul hacia Messi, que sobrevivió incluso el día en que nadie dio con la estrella, frente a Arabia Saudí (esa fue la única de las 10 conexiones principales en la que figuraba el astro).
Sus buenas migas se cocinaron al poco de regresar Messi a la selección, en marzo de 2019, tras un nuevo amago de abandono por la frustración del Mundial 2018. De Paul, en realidad, era un recién llegado, pero en una de esas concentraciones decidió junto a Leandro Paredes tocar la puerta de la habitación del 10, e invitarle a jugar a cartas y tomar unos mates. Una sintonía personal que se terminó trasladando al campo. Ahora, en la residencia de la Universidad de Qatar, la habitación de De Paul, que comparte con Nicolás Otamendi, queda tabique a la de Messi, que duerme solo desde que Agüero se retiró aunque estos días le ha pedido al Kun que pase estas noches con él. Y muy cerca está la de Paredes y Di María.
A diferencia de su día a día en el Atlético de Simeone, desde que Lionel Scaloni se sentó en el banquillo de la selección, en 2018, la presencia de De Paul ha resultado innegociable. Debutó ese octubre contra Irak y solo se ha perdido cuatro partidos (uno por tarjetas). Él dio la asistencia para que Di María marcara el gol del triunfo en la final de la Copa América de 2021. Un estatus que se ha trasladado al Mundial, fijo en las alineaciones junto a Otamendi, Messi y el meta Dibu Martínez.
Nuevos compañeros
El paisaje a su alrededor, sin embargo, ha cambiado mucho. En la crecida del equipo con Scaloni, la elección más habitual en esa zona había sido Paredes-De Paul-Lo Celso. Pero esa fórmula se desmontó por la lesión del tercero, baja en Doha, y el mal arranque mundialista. El técnico de Pujato intervino rápido, prescindió de Paredes como primera opción, y dio pista a dos novatos: Enzo Fernández, que había debutado en septiembre, y Alexis Mac Allister, sin apenas huella hasta marzo. Un nuevo centro del campo montado por vía de urgencia con dos jóvenes con los que tuvo que mezclar De Paul sin muchos ensayos previos.
En general y más allá del canal abierto con la estrella, el protagonismo del colchonero con la pelota ha sido alto: es quien más toques ha realizado en el equipo (563, a tres de Otamendi) y el primero que más ha pasado en el último tercio del campo (269 veces), algo que también ha contribuido a que sea el segundo con más pérdidas (95, tras las 101 de Messi).
Su unión con Fernández y Mac Allister, surgida casi de cero, ha ido progresando hasta la gran cita contra Francia. “El Motorcito”, como le han apodado sus compañeros, el jugador con los hombros cuadrados como una armadura metálica, viene de una semana con incomodidades físicas, pero salvo gran desgracia De Paul le seguirá alimentando de balones a Messi. Hay línea directa, dentro y fuera del campo.
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