Una nueva generación de mujeres toma el mando
El fútbol femenino se ha vuelto más atractivo porque es mejor. Ahora se puede disfrutar sin decir “sí, pero”
Hace poco visité el campamento de verano que mi fundación ha organizado este año. Los chavales miraban con frecuencia sus teléfonos móviles. Querían saber cómo iba el partido. Esa mañana, Alemania jugaba contra Corea del Sur y todos lo percibían: algo estaba en juego.
El Mundial de Australia y Nueva Zelanda es emocionante. El ambiente en ...
Hace poco visité el campamento de verano que mi fundación ha organizado este año. Los chavales miraban con frecuencia sus teléfonos móviles. Querían saber cómo iba el partido. Esa mañana, Alemania jugaba contra Corea del Sur y todos lo percibían: algo estaba en juego.
El Mundial de Australia y Nueva Zelanda es emocionante. El ambiente en los estadios de Sydney, Brisbane y Auckland es excelente. Y millones de personas en Europa y en otros lugares animan a las jugadoras a horas inusuales del día. Que un partido de la fase previa cautivara a la gente en Alemania no hubiera ocurrido hace unos años. El fútbol femenino se ha vuelto más atractivo porque es mejor. Ahora se puede disfrutar sin decir “sí, pero”.
Durante mucho tiempo, a las mujeres se les prohibió jugar al fútbol o lo tenían más difícil. Ahora se ha reducido considerablemente la brecha que esa discriminación causó. Cada vez más mujeres juegan al fútbol, lo hacen con más intensidad y están mejor entrenadas, incluso de niñas y jóvenes. Se nota en los regates, en las entradas y en los goles espectaculares de este Mundial. El que marcó Linda Caicedo, de 18 años, contra Alemania se recordará durante mucho tiempo.
Su equipo, Colombia, triunfó a pesar de no estar entre los favoritos. Jamaica eliminó a Brasil, Filipinas venció a la anfitriona Nueva Zelanda y Panamá marcó tres goles a Francia. Todos los continentes estuvieron representados en octavos de final. El fútbol femenino se ha popularizado en todo el mundo. Por eso, se ha visto una competición sin precedentes. En las semifinales no participó ninguno de los cinco países que ya se habían proclamado campeones mundiales u olímpicos. Estados Unidos ya no puede confiar únicamente en sus antiguos puntos fuertes. Solo ganó uno de sus cuatro encuentros y quedó eliminada en octavos de final. Y el equipo de mi país, Alemania, también mostró un juego muy desordenado y cometió errores tácticos. No llegó a octavos. Uno y otro, que han ganado hasta ahora seis de los ocho títulos, van a tener que inventarse algo para estar a la altura de la nueva competición.
Esto tiene su origen en los países europeos del fútbol, en los que antes este deporte era exclusivamente masculino. Para ellos, invertir en el fútbol femenino está dando sus frutos. Desde hace algunos años, Arsenal, Barça, City, PSG, Chelsea, Real, Ajax o mi club, el FC Bayern, están poniendo sus potentes marcas a disposición de las mujeres.
El domingo, Alemania perderá la excepcional ventaja de haber ganado el título con ambos sexos. Uno de los equipos finalistas, Inglaterra, es el más fuerte del torneo desde el punto de vista físico. El otro, España, solo se ha clasificado por tercera vez para un Mundial y ya está en la final gracias al típico estilo de posesión del balón del país.
Europa es una de las ganadoras de este Mundial; casi todas las jugadoras de los cuatro equipos semifinalistas trabajan aquí. La otra ganadora es Australia. Las Matildas juegan para sus compatriotas, que se reconocen en el equipo y le dan alas. La euforia es palpable a 15.000 kilómetros.
El Mundial es un festival del deporte, pero también un festival que propaga ideas. Cuando las mujeres juegan al fútbol, hablamos de igualdad de oportunidades y de equidad. Eso es bueno.
Muchos hombres que juegan al fútbol son extremadamente ricos y se han distanciado del gran público, por ejemplo, con su decisión de jugar en la liga saudí. En cambio, las preocupaciones de la mayoría de las jugadoras se parecen más a las de mucha gente. Esto permite utilizar su ejemplo o incluso hablar con ellas de cosas que conciernen a todos.
“Me sentiría muy satisfecha si las futbolistas pudieran concentrarse en su deporte”, declaraba Celia Šaši, organizadora junto conmigo de la Eurocopa de la UEFA 2024, en una entrevista concedida a Die Zeit la semana pasada. Ella misma fue futbolista europea en el año 2015, pero lo dejó a los 27 años. Quería formar una familia.
Por suerte, ha habido algunos avances. La jugadora de la selección alemana Melanie Leupolz llevó a su hijo recién nacido a Australia. Con ello demostró a todo el mundo que tener un hijo y una carrera profesional no tienen por qué estar reñidos si se dan las condiciones adecuadas.
Una nueva generación de mujeres futbolistas está marcando el paso, pero sin olvidar a las pioneras. Fue conmovedor ver a la jamaicana Khadija Shaw acercarse a la estrella brasileña Marta después de haber eliminado a su equipo, extender el brazo y cogerle la mano. “Le dije que era una inspiración no solo para mí”, relataba Shaw más tarde, “sino para muchas chicas del Caribe y de todo el mundo”.
Lo que estamos viendo en Australia y Nueva Zelanda es deporte en el sentido original. Todo el mundo quiere ganar, claro, pero participar lo es todo. Con esta mezcla de calidad y espíritu deportivos, el espectador se siente gratamente entretenido y hasta puede relajarse. Y si algunos de ellos lo toman como inspiración para su propia vida y hacen más ejercicio en el futuro, tampoco está nada mal.
Para nosotros, los europeos, este Mundial debería ser un ejemplo para el Campeonato Masculino. Personas de diferentes culturas se reúnen, recorren el país, celebran juntas, ven fútbol. De paso, muestran cómo quieren vivir: libremente, unidas, en democracia. Los acontecimientos deportivos crean identidad, son sinónimo de cohesión y resiliencia y ayudan a Europa y a sus socios a adaptarse a los nuevos tiempos. Eso tiene un valor enorme.
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