De Julien Alfred a Cindy Ngamba, las mujeres que se hicieron inmortales en París 2024
En los primeros Juegos Olímpicos con paridad entre hombres y mujeres, la atleta de Santa Lucía y la boxeadora de Camerún logran la primera medalla para sus delegaciones. Además, Biles y Ledecky consolidan un legendario palmarés
El mundo tardó 128 años y 29 ediciones de competiciones olímpicas para vivir unos Juegos con igual número de deportistas hombres y mujeres. En el inicio, ellas estuvieron vetadas de los primeros Juegos, aquellos de la Antigua Grecia, que siglos más tarde inspirarían al comité olímpico de la modernidad para crear la primera competición de esta era en 1896....
El mundo tardó 128 años y 29 ediciones de competiciones olímpicas para vivir unos Juegos con igual número de deportistas hombres y mujeres. En el inicio, ellas estuvieron vetadas de los primeros Juegos, aquellos de la Antigua Grecia, que siglos más tarde inspirarían al comité olímpico de la modernidad para crear la primera competición de esta era en 1896. A los nuevos Juegos se les agregó el adjetivo de “modernos”, aunque no por eso Pierre Fredy de Coubertin, conocido como el padre de los JJ OO, dejó de definirlos como “la solemne y periódica exaltación del deporte masculino, con el aplauso de las mujeres como recompensa”. En 1900, las deportistas compitieron por primera vez en los Juegos y la tenista Charlotte Cooper se convirtió en la primera campeona olímpica de la historia. Ámsterdam 1928 fue un antes y un después, por la participación de 300 mujeres, el 10% del total de deportistas. El fenómeno fue creciendo hasta que en 2024 se registraron 5.250 hombres y 5.250 mujeres. Muchas de ellas se hicieron inmortales en París, ya sea por la conquista de logros históricos para sus delegaciones o por estampar su nombre en oro en los registros de sus disciplinas. Estas son algunas de sus historias.
Julien Alfred, la atleta que subió al podio a Santa Lucía
Julien Alfred (Santa Lucía, 23 años) no tenía que hablar en plural cuando en 2023 confesó en una entrevista que de niña, “siempre decía que quería ser una de las primeras medallistas de Santa Lucía”. Meses más tarde, se convirtió en la única deportista de su país con una presea olímpica, desde que la isla caribeña empezó a participar de los Juegos en 1996. La hazaña ocurrió en la noche del 3 de agosto sobre el tartán empapado del Estadio de Francia. Cinco segundos después del pistoletazo de salida, Alfred se aferró a la punta de la carrera; a los ocho, no había quien le pisara los talones; y a los 10,72 segundos, se convirtió en la mujer más rápida del planeta. Dejó atrás a la gran favorita, la estadounidense Sha’Carri Richardson. No contenta con este hito, tres días después se colgó la plata en los 200m.
La santalucense comenzó en el atletismo con solo seis años, después de que un bibliotecario de su escuela se fijara en su talento como velocista y la animara a competir contra los chicos de su curso. En 2013, la muerte de su padre amenazó con un poner un prematuro final a su carrera, de no ser por el esfuerzo del entrenador que la convenció de retomar el ejercicio. Con 14 años se mudó sola a Jamaica en busca de mejores infraestructuras para prepararse. A los 15, ya era campeona centroamericana y del Caribe sub-15 y Atleta Juvenil del Año en Santa Lucía en 2015 y 2017, año en el que obtuvo su primera victoria internacional en los 100m de los Juegos de la Juventud de la Commonwealth. Posteriormente, se mudó a Texas cuando ya daba muestras de estar lista para los tartanes más prestigiosos del mundo, tras colgarse la plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires.
En París, fue la que más rápido brilló en una pista plagada de estrellas. No solo eso, también puso sobre el mapa a su pequeña isla de 181.000 habitantes, que participó en los Juegos con una tímida delegación de cuatro deportistas. Alfred tiene la mirada esquiva y las respuestas cortas. Carece de esa egolatría tan típica de los velocistas triunfales, como lo demuestran sus citas monosílabas con la prensa. “Creo que ahora, al ser campeona olímpica, la gente va a investigar qué es Santa Lucía. Me siento muy honrada de llevar el nombre de mi país en el pecho”, dijo con voz apenas audible en una rueda de prensa después de abrazar la gloria.
El cuadrilátero es el refugio de Cindy Ngamba
¿Qué significa llevarse la medalla a casa para un campeón olímpico del equipo de refugiados? La única persona que puede responder a esta pregunta es Cindy Ngamba, la boxeadora de origen camerunés que ha ganado la única presea para la delegación de los refugiados, desde su primera participación en Río 2016. La sequía en el medallero se rompió en la tarde del 4 de agosto, en un combate en el que Ngamba asedió en el cuadrilátero a la anfitriona, Michel Davine. La decisión de los jueces fue unánime para que la africana se clasificara para la semifinal y consiguiera el primer metal de su equipo. La reacción de Ngamba después de que el árbitro alzara su brazo para desvelar el veredicto del jurado, fue buscar la cámara de televisión para señalarle el escudo de su delegación en la camiseta, orgullosa de representar una nación de más de 100 millones de atomizados por el mundo.
Ngamba emigró con 11 años desde Camerún junto a su hermano Kennet, en busca de un futuro mejor en Reino Unido, donde sufrió acoso escolar por su mal inglés y su peso. El refugio que no encontró en el Estado, lo halló en el deporte, primero en el fútbol y, finalmente, en el boxeo. Los obstáculos para regularizar su situación en Reino Unido es un tema que suele mencionar en entrevistas, desde tener que firmar documentos semanalmente para permanecer en el país, hasta llegar a ser arrestada y trasladada a un centro de detención en Londres. Si no puede volver a su país natal es por ser homosexual, algo que está penado en Camerún con hasta cinco años de prisión.
Actualmente, se entrena en Sheffield (Reino Unido), país en el que viven cinco de los 37 atletas que compiten por el Equipo Olímpico de Refugiados. Una vez obtenga un pasaporte británico, tendrá la oportunidad de representar al equipo inglés, con el que se entrena de forma habitual. “El equipo de Gran Bretaña siempre ha estado de mi lado. Siento que soy parte del él, pero en el papel no lo soy”, ha afirmado a Independent.
Katie Ledecky: nadar en oro como deporte olímpico
Por donde se lea el currículum de Kathleen Genevieve Ledecky luce igual de legendario: la estadounidense de 27 años, que ha ganado cuatro preseas en París, se ha convertido en la nadadora con más medallas de oro en la historia de los Juegos Olímpicos, con un total de nueve; al tiempo que se ha posicionado como la segunda deportista estadounidense con más medallas en la historia, solo superada por el inalcanzable Michael Phelps ―que acumula 28 metales de su palmarés, 23 de oro―. En estos Juegos, Ledecky se colgó dos oros en las individuales en los 800m y 1500m, una plata en relevos y bronce en los 400m. Además, rompió el récord olímpico en los 1500m estilo libre con un registro de 15:30,02.
Ledecky comenzó su carrera con seis años, animada por su madre, quien fue nadadora en torneos universitarios. Saltó a la fama olímpica con 15 años, en su debut en los Juegos de Londres 2012, en los que se llevó el oro en los 800 m estilo libre, su especialidad, en la que también conseguiría el récord mundial con un tiempo de 8:04.79. No ha sido derrotada en los 800m libres desde hace más de una década, e incluso ha sido la única nadadora que ha ganado cinco títulos mundiales consecutivos en esa modalidad.
La deportista nacida en Washington es la mujer más condecorada en la historia de los campeonatos del mundo, con 21 títulos mundiales y oros olímpicos en todas las distancias, desde los 200m hasta los 1500m, lo que la convierte en la mejor nadadora de nuestra época. Pero la historia no termina aquí. “Ahora mismo me veo compitiendo en 2028, ya que son los Juegos Olímpicos de casa. Es algo único, algo que no todos los atletas olímpicos consiguen”, ha adelantado a Olympics.com.
El mítico regreso de Simone Biles
Simone Biles no necesita presentación. Es una leyenda viva dentro de la gimnasia y un ícono fuera de ella. Su momento de mayor visibilidad ocurrió en Tokio, donde alcanzó a ganar dos medallas (plata y bronce), antes de retirarse de la mayoría de los eventos por problemas de salud mental, concretamente por los denominados twisties, un bloqueo psíquico que desorienta al deportista durante las maniobras aéreas, una desconexión entre el cerebro y el cuerpo. El mundo del deporte temió entonces una despedida forzosa de la gimnasta, a la que aún le faltaban cuatro medallas en París, para completar un palmarés de once medallas olímpicas (siete oros, dos platas y dos bronces) y 23 oros en los campeonatos mundiales, un récord en esta disciplina. Ni siquiera el último día de competición en París, cuando se le escaparon dos medallas de oro, dejó de sonreír. Por el contrario, planeó con su compañera de equipo Jordan Chiles una reverencia para la brasileña Rebeca Andrade, que se quedó con el oro, y cuyo único pecado fue haber nacido en la misma época de Biles.
La estadounidense elevó a otro nivel lo que se entendía por gimnasia, al imponer sus propias piruetas. Su primera creación fue el movimiento conocido como Biles, un doble mortal extendido con medio giro, que ahora es toda una institución en esta disciplina. Su nombre lo llevan cinco movimientos gimnásticos en el suelo, la viga de equilibrio y el salto, con los que selló su regreso triunfal en París 2024, donde, además, dejó muy claro que no le gustan las comparaciones: “No soy el próximo Usain Bolt o Michael Phelps. Soy la primera Simone Biles”.
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