Brittney Griner, del infierno de una cárcel en Rusia a la final en París

La pívot de Estados Unidos, que hoy se juega el oro ante Francia, pasó 10 meses en prisión por posesión de un aceite de cannabis

Paris 2024 Olympics - Basketball - Women's Group Phase - Group C - Belgium vs United States - Lille, Pierre Mauroy Stadium, Villeneve-d'Ascq, France - August 01, 2024. Brittney Griner of United States in action. REUTERS/Evelyn Hockstein TPX IMAGES OF THE DAYEvelyn Hockstein (REUTERS)

El único rastro hoy visible es el pelo. Se lo cortó en la cárcel, porque no había secador y las rastas que llevaba se quedaban húmedas después de ducharse, y temía enfermar de neumonía por culpa del frío. Brittney Griner pasó 10 meses en una prisión rusa acusada de posesión de drogas. La jugadora estadounidense de baloncesto fue arrestada en un aeropuerto de Moscú en febrero de 2022 por viajar con dos cartuchos de vapeo que contenían 0,252 y 0,45 ...

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El único rastro hoy visible es el pelo. Se lo cortó en la cárcel, porque no había secador y las rastas que llevaba se quedaban húmedas después de ducharse, y temía enfermar de neumonía por culpa del frío. Brittney Griner pasó 10 meses en una prisión rusa acusada de posesión de drogas. La jugadora estadounidense de baloncesto fue arrestada en un aeropuerto de Moscú en febrero de 2022 por viajar con dos cartuchos de vapeo que contenían 0,252 y 0,45 gramos de aceite de cannabis. Fue condenada a nueve años de cárcel justo cuando Rusia invadía Ucrania y comenzaban las sanciones de Occidente. Hoy juega con su selección la final olímpica contra Francia (15.30, TVE).

Entre el inicio de la pesadilla y el partido de esta tarde por el oro olímpico parece que ha pasado una vida entera. Lo cuenta la pívot, de 33 años, en el libro Coming home (Volver a casa). “Nunca podré olvidar nada de aquello”, resume hoy Griner, y revive el tiempo entre rejas, cuando en los momentos de mayor hundimiento se aferraba a unas fotos de su familia para recuperar la esperanza de una liberación. En la celda, un agujero en el suelo lleno de excrementos era su retrete; la comida que le servían los guardias le hizo enfermar; no había a su disposición toallas, ni jabón, ni pasta de dientes o desodorante; rompía las camisetas o las sábanas en pedazos para limpiarse con ellos, o para usarlos como papel higiénico; le obligaban a desnudarse para fotografiarla. “Nunca he estado tan sucia en mi vida”, explicaría. En alguna ocasión pensó en quitarse la vida.

Después de meses de negociaciones, Estados Unidos pactó un intercambio de prisioneros con el Gobierno de Vladímir Putin. Tuvo lugar en Abu Dabi, el 8 de diciembre de 2022. De un avión a otro se cruzaron Griner y el ruso Viktor Bout, un traficante de armas conocido como El mercader de la muerte y que inspiró la película El señor de la guerra, protagonizada por Nicolas Cage.

Griner, detenida en Moscú.Alexander Zemlianichenko (AP)

El presidente de EE UU, Joe Biden, a quien Griner había escrito una carta en julio, dio el visto bueno a la operación a pesar de que suponía dejar al margen a Paul Whelan, ejecutivo estadounidense condenado a 16 años por espionaje. Griner, un caso mucho más mediático, pasó por delante.

“Nunca más volveré a salir de Estados Unidos, a no ser que sea para representar a la selección de mi país en unos Juegos Olímpicos”, dijo la jugadora después de su vuelta a casa y tras firmar por el Phoenix Mercury en su regreso a las canchas en la WNBA. Entre 2014 y 2022 militó en el Ekaterimburgo, ruso, donde coincidió con la española Alba Torrens. El baloncesto ha marcado ahora su vuelta a la normalidad, aunque durante meses sufrió estrés postraumático y se sometió a terapia para borrar el “antes”. Le ayudaron sus paseos por las montañas en Phoenix, y alejarse “de las pantallas y las cámaras”.

De la cárcel a París, donde hoy busca su tercer oro olímpico después de Río y Tokio. En julio fue madre con su mujer, Cherelle, de un niño llamado Bash Raymond. Su infancia tampoco fue fácil, víctima de acoso escolar por su homosexualidad. Del infierno de verse encerrada en una cárcel rusa ya no quiere hablar más. Le queda un nuevo espíritu de resistencia con el que hoy persigue el oro olímpico. Y el pelo corto.

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