Alcaraz se agranda ante Paul y apunta a las medallas

El murciano se repone de un bajón en el segundo set (6-3 y 7-6(7) y alcanza las semifinales del torneo olímpico, en las que se medirá con Auger-Aliassime

Alcaraz celebra el triunfo contra Paul, este jueves en la Chatrier.Edgar Su (REUTERS)

Desde el box, Virginia le dice a Carlitos que cambie el gesto. “¡Así, así!”, dibuja la madre con las manos, pidiéndole a su hijo que sonría y que disfrute porque de esa forma, ya se sabe, todo va mucho mejor. Así que el murciano, chico obediente, deja a un lado la ansiedad, la tensión y ese soliloquio interminable —”¡Vamos, vamos! ¡Ánimo tío!”—, y se reanima para salir del hoyo en el que se ha metido en el segundo set. Atendida la demanda y efectuado el giro —cuánta razón tienen siempre las madres—, todo cambia y la angustia se transforma en el caldo de cultivo ideal para que el español invierta la dinámica y finalmente triunfe, no sin sufrimiento: 6-3 y 7-6(7), en 2h 01m. Pero ya está ahí, a un pasito de las medallas y, por qué no, a dos de convertirse en el campeón olímpico más joven. En su estreno en unos Juegos, el de El Palmar ya pisa las semifinales, en las que se topará este viernes (en horario por determinar) con el canadiense Felix Auger-Aliassime (6-4, 6-7(8) y 6-3 a Casper Ruud). Antes, trabajo a destajo.

No es Paul uno de esos jugadores que especulen. Con un patrón de juego muy definido, orden y derecha, muy directo y asentado sobre un servicio reseñable —no tanto en cuanto a potencia como a dirección—, el estadounidense no ofrece fisuras y a sus 27 años se dirige hacia una interesante madurez profesional. Crece y se aproxima al top-10 del circuito, coronado en Queen’s este curso y consolidándose ya como un rival preferiblemente a evitar. Siempre con el dedo en el gatillo, no suele pensárselo y a las bajadas de guardia responde con determinación. Él no pregunta. Conoce todas esas virtudes Alcaraz, que le redujo en Wimbledon —pese a ceder el primer parcial— e intenta no concederle ritmo, muy aplicado de entrada y enredado después. Todo va sobre ruedas, pero a la que uno baja una pizca la intensidad, Paul atropella. Y así llega el lío.

El murciano propone la linealidad de estos días y en paralelo intenta sobreponerse la fatiga que arrastra, pero termina cayendo en el remolino traicionero que va dibujando el pulso en el segundo set. Señor maratón el de este último mes y medio, sin apenas tregua. Pico y pala y ración doble desde el aterrizaje en París. Después de proclamarse campeón en Roland Garros se dirigió a Queen’s, luego a Wimbledon y tras dos días de pausa reemprendió la marcha para readaptarse de nuevo a la arena y llegar lo más fino posible a los Juegos. Esta vez no hubo visita a Ibiza, solo descanso en casa. Y una vez embarcado en la aventura olímpica, 21 añitos en la acreditación, mucha seriedad y mucha determinación, piernas y pulmones extra. Son ya siete partidos en seis días. Per no hay queja, dice. Esto es así.

“Es lo que hay, somos tenistas y estamos acostumbrados a este tipo de situaciones. Se han abierto las puertas de las medallas. Hay que luchar y aceptarlo. Hay que dejar todo lo que tienes dentro en cada partido”. Y así, aceptándolo, ha ido reduciendo sucesivamente (dobles al margen) a Habib, Griekspoor, Safiullin y ahora a Paul, duro de pelar siempre este último. No es de los que se dé por vencido con facilidad.

Alcaraz sirve durante el partido contra Paul.JUANJO MARTIN (EFE)

Busca la grieta el norteamericano, pero a la incursión reacciona el español con rotundidad. Seriedad, jerarquía y saque. No es mala fórmula. A la hora de la verdad, galones. Pese a su juventud, Alcaraz maneja con precisión las distancias de los torneos y no se deja absorber por las circunstancias. Asume y procesa con naturalidad, y después de una tarde emocional de la mano de Nadal, punto y aparte, un duelo al gato y al ratón con Paul. Un crucero el estadounidense. Suceda lo que suceda, no baja el pistón, siempre equilibrado; ni muy arriba ni muy abajo. Es un diésel. Sabe buscarle las cosquillas al español y tras el certero demarraje del joven en el primer parcial, replica de manera contundente en el segundo. Sin embargo, de la misma forma que tiene a la dispersión y a enredarse, el de El Palmar ha desarrollado una pasmosa facilidad para escapar del fuego, y del 3-0 y 4-1 adversos se pasa al 5-5. Solo los fueras de serie reaccionan así, levantándose y golpeando.

Se produce entonces el punto de giro definitivo, ese que le dice a Paul que ya no tiene escapatoria. Mala idea eso de permitirle a Alcaraz que coja aire y se crezca, de no rematarle. Hay indulto, así que el español, cilindros, escorzos y fe por doquier, se sube al cohete y desliza un mensaje: lánzamela donde quieras, que ahí llegaré yo. De nuevo, Bolt. Boquiabierta la Chatrier. Alcaraz resta de revés, fuera de plano, y a continuación traza una cabalgada salvaje después de darse un garbeo por el Champ-de-Mars, Pigalle y Belleville; llega entonces al costado derecho y conecta un pasante ganador que deja tambaleante al norteamericano, quien aun así, contesta hasta la recta final. Pero se repite otra vez la escena, y Alcaraz vuelve a subirse a ese cohete único que le teletransporta de un lado a otro pulsando el botón, meteórico, como si fuera fácil. Desde luego, no lo es; 23x8, las dimensiones de una pista de tenis. Y a todos los rincones llega el ganador, que vuelve a cazar otra dejada aparentemente inalcanzable, sentencia y alza el puño: historia olímpica, ábrame paso.

A la hora de la verdad, se dispara Alcaraz.

CAE SWIATEK, LA JEFA DE LA CHATRIER

A. C.

Después de un torneo relativamente lineal hasta ahora, este jueves se produjo una gran campanada con la eliminación de Iga Swiatek. La polaca, de 23 años y ganadora de las tres ediciones de Roland Garros, cedió contra todo pronóstico frente a la china Qinwen Zheng: 6-2 y 7-5, en 1h 51m.

La asiática, de 21 años y dirigida por el catalán Pere Riba, viene ofreciendo un rendimiento notable esta temporada. Figura como la número siete del mundo y en enero desembarcó en la final de Australia. Ahora firma un prestigioso triunfo contra Swiatek, que se marchó de la pista entre lágrimas.

Para hacerse una idea de la magnitud de lo conseguido por Zheng, basta con recordar que Swiatek no perdía en la Chatrier desde hacía 1.149 días. Enlazaba 25 victorias, resueltas con 25 sets a favor y tan solo cuatro concedidos; diez veces selló alguno de ellos con un 6-0. 

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