Léon Marchand, sucesor de Phelps en el trono de la natación, busca el oro olímpico en París

La estrella de Francia dice que aprovechará la presión que sufre: “Mi objetivo es ser campeón, y tengo cinco oportunidades de conseguirlo en cinco pruebas”

El nadador francés Leon Marchand, durante una sesión de entrenamiento de natación previa a los Juegos Olímpicos de París 2024.Sarah Stier (Getty Images)

“¡Los más bajitos delante!”, gritó la animadora del acto en el que ayer posó el equipo de natación de Francia, en el centro de exposiciones de La Villette. Los 29 nadadores más rápidos del país anfitrión se formaban ante las cámaras en vísperas de unos Juegos llamados a transformar París y alterar el rumbo de una nación en busca de nuevas señas de identidad. Entre ellos pasaba desapercibido la estrella. Léon Marchand, el emblema elegido por Louis Vuitton, patrocinador de los Juegos y primera empres...

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“¡Los más bajitos delante!”, gritó la animadora del acto en el que ayer posó el equipo de natación de Francia, en el centro de exposiciones de La Villette. Los 29 nadadores más rápidos del país anfitrión se formaban ante las cámaras en vísperas de unos Juegos llamados a transformar París y alterar el rumbo de una nación en busca de nuevas señas de identidad. Entre ellos pasaba desapercibido la estrella. Léon Marchand, el emblema elegido por Louis Vuitton, patrocinador de los Juegos y primera empresa europea que superó los 500.000 millones de dólares en capitalización bursátil, mide apenas 1,87. Su complexión le sitúa en el rango de los más bajitos y enjutos de la piscina. En un deporte dominado por tipos que rozan los dos metros, el muchacho de Toulouse que soporta sobre sus hombros toda la presión de ser la figura local de los Juegos se ha convertido en el nadador más completo del mundo por condiciones difíciles de advertir a simple vista.

“Cuando llegó a Phoenix, él era un pichón”, recuerda Fernando Canales, entrenador estadounidense asociado durante años a Bob Bowman, el técnico que formó a Michael Phelps y que convenció a Marchand para que se uniera a su equipo en la Universidad de Arizona en 2021. “¡Llegó bamby! Físicamente estaba tierno. Era muy humilde, muy buena persona, muy educado. Lo más impresionante era su fluidez en el agua. Me recordaba a Anthony Ervin en los Juegos de Sídney. Adapta su cuerpo para evitar el roce en el agua. Se va colocando de manera asombrosa. Lo ves hacer un largo y dices: ‘¡wow!’. Y lo ves al día siguiente y va mejor todavía. Roza menos. Cada vez menos. Es una nutria”.

Dennis Auguin, director técnico de Francia, subraya la misma idea: “Atraviesa muy bien el agua. Esa es su mayor capacidad, y es algo que en la natación te da muchas ventajas porque este es el deporte de la resistencia. El agua ofrece resistencia al cuerpo. El agua te frena mucho. Y la capacidad excepcional de Léon para atravesar el agua es algo que se puede trabajar pero, básicamente, es algo con lo que se nace. Luego, él domina todo el abanico de habilidades que hacen al nadador total. Es un maestro de la técnica. Este es el trabajo que permite que haya un nivel de rendimiento tan grande. Es la mezcla del talento natural y el ejercicio repetitivo”.

“Esto es como el piano”, concluye Auguin. “Un gran nadador es como un gran pianista que conoce de memoria sus escalas. Una vez que dominas los fundamentos musicales a base de repetición puedes empezar a tocar lo increíble. Ya no hay restricciones”.

Sexto en los Juegos de Tokio en la final de 400 metros de estilos combinados, la prueba que consagra a los nadadores totales, Marchand era un anfibio técnicamente formado cuando a sus 19 años lo reclutó Bowman. Desde entonces ha ganado cinco títulos mundiales. El año pasado en Fukuoka batió el legendario récord de Michael Phelps en 400m estilos de los Juegos de Pekín 2008. Marcó 4 minutos 2,50 segundos y dejó atrás los 4m 3,84s del mejor de todos los tiempos. La hazaña disparó las expectativas. Era todavía un estudiante. Le quedaba una temporada en Arizona, en donde llevó a la Universidad a lo más alto del campeonato universitario de Estados Unidos mientras los organizadores de los Juegos de París le señalaban como al elegido. A falta de Kylian Mbappé en el cartel, el rubio de Toulouse podía dar el pego.

Ahora Marchand tiene la misma edad que tenía Phelps cuando acometió —de la mano de Bowman— la misión de colgarse ocho oros en Pekín y situarse en una categoría aparte. El plan del francés no es tan ambicioso. “Mi objetivo es ser campeón olímpico”, dijo ayer, “y tengo cinco oportunidades de conseguirlo en cinco pruebas: 400 y 200 estilos, 200 mariposa y 200 braza. Este es el plan A. Pero después de nadar los 400 estilos decidiremos qué hacer porque los 200 braza y los 200 mariposa coinciden el mismo día. Esto es como un regalo que abriré el domingo y volveré a abrir los días siguientes. La presión va a ir en aumento y es por eso que miro al 400 estilos del domingo como una liberación. La oportunidad de poder por fin tirarme a la piscina y ver de qué soy capaz”.

Marchand nunca fue, como Phelps, un chico conflictivo en una familia dislocada. Es producto del cartesianismo no de la rabia existencial. Él reconoce que además de la guía de Bowman cuenta con el asesoramiento regular de sus padres, Céline Bonet y Xavier Marchand, exnadadores olímpicos con Francia, y de un psicólogo, Thomas Sammut, con quien hace el “entrenamiento mental”. El esquema de Sammut se refleja en las palabras del nadador, cuando advierte que no aspira a cinco oros sino a uno solo con cinco oportunidades, una por prueba. Escurre así, en la medida de lo posible, la presión de ser el hombre que cargue con la responsabilidad de culminar los Juegos de París como una gesta que enorgullezca a sus paisanos.

Fernando Canales solía saludarle por las mañanas en la piscina de Phoenix. “Comment ça va Leoncito?”, le decía, y el pichón se reía. Hoy Léon Marchand es un monstruo de la natación. Arizona quedó atrás. Anhelante le espera la multitud en París.

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