Las estrellas ocultas de París 2024

Junto a los grandes campeones del deporte español como Nadal, Alcaraz o Jon Rahm, varias decenas de talentos menos conocidos de deportes minoritarios serán los protagonistas españoles este verano en los Juegos Olímpicos

El 'break dancer' Xak, retratado en el CSD, en Madrid.Samuel Sánchez

En las habitaciones de 300 españoles, o más, junto a los adornos navideños, o no, o el calendario de adviento de estos días, seguramente estará colgado, ya desde hace unos años, otro almanaque con cruces tachando los días que pasan y círculos rojos rodeando las fechas clave para la calificación o la competición.

Quizás Laura Heredia tenga uno así en su casa de Barcelona, y cada día, seis a la semana, sin tiempo para aburrirse, dividido en cinco sesiones de entrenamiento diferentes, en la piscina, en la pist...

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En las habitaciones de 300 españoles, o más, junto a los adornos navideños, o no, o el calendario de adviento de estos días, seguramente estará colgado, ya desde hace unos años, otro almanaque con cruces tachando los días que pasan y círculos rojos rodeando las fechas clave para la calificación o la competición.

Quizás Laura Heredia tenga uno así en su casa de Barcelona, y cada día, seis a la semana, sin tiempo para aburrirse, dividido en cinco sesiones de entrenamiento diferentes, en la piscina, en la pista hípica, en la alfombra de esgrimista, en la galería de tiro, en la pista de atletismo, actividades deportivas tan variadas como minoritarias algunas, y tan complicadas de comprimir en su cuerpo de pentatleta con capacidad para competir y brillar en los salones dorados del palacio de Versalles, donde le espera un sueño. No hay Nochebuena ni Navidad ni Sant Esteve ni año nuevo. No se descansa ningún día, es la ley. Ni siquiera en pentatlón, irónicamente adjetivado moderno, el deporte que inventó para los Juegos de 1912 el barón de Coubertin, también inventor de los Juegos modernos, y que resume las artes que debía dominar un buen oficial del ejército austrohúngaro: esgrima (con espada), natación (200m estilo libre), hípica con un caballo sacado a suertes de la cuadra colectiva y una carrera de 3.200 metros en la que cada 800m hay que pararse y disparar con una pistola láser hasta acertar cinco blancos. Heredia, barcelonesa de 23 años y subcampeona de Europa, será la primera española olímpica en la especialidad más minoritaria, apenas 300 federados en España.

La española Laura Heredia celebra una de sus victorias en la esgrima del pentatlón moderno de los Juegos Europeos de 2023.COE (COE)

Es un contador curioso, cubre 36 meses y termina, bruscamente, el 26 de julio de 2024, cuando en París, tan lejos aún, 210 días, una antorcha llameante surque el Sena en un bateau mouche desde el puente de Austerlitz seis kilómetros aguas abajo hasta el embarcadero de Trocadéro. Será la señal de comienzo de los Juegos Olímpicos, el fin de la preparación de 10.500 deportistas de todo el mundo, también de los pocos cientos españoles, la mayoría chavales de nombres desconocidos salvo para sus vecinos y algunos frikis que todo lo saben y se admiran de su fe, su optimismo, la fuerza de voluntad y la determinación que les hace renunciar a la vida que llevan los demás, y las preocupaciones habituales, para pasarse las horas entrenándose o viajando a exóticos y lejanos lugares para competir o aclimatarse a la altitud. Son esclavos de su talento.

Son los extras de un show televisivo con miles de millones de espectadores abducidos durante 10 días en los que se convertirán especialistas capaces de tertuliar sobre cuestiones tan abstrusas como la mejor estrategia para combinar escalada en bloques y en dificultad, eligiendo la mejor vía en el menor tiempo, con el sprint en el muro de 15 metros (discusión tan compleja como las vías tomistas para probar la existencia de Dios, y que solo el genio de un chaval extremeño, Alberto Ginés, fue capaz de resolver a la perfección en Tokio) o el número de plumas del ala izquierda de un ganso necesarias para armar un volante de bádminton (16) que permita a Carolina Marín, ya 31 años y de nuevo en unos Juegos tras el oro de Río y lesiones de ligamentos cruzados en ambas rodillas, ganar más medallas o el mayor valor de un windmill frente a un 6-step o un freeze en las batallas de b-boy o b-girls en breaking y el abogado de Lucena Xak al frente, si logra clasificarse.

Pegados a la tele o al móvil no perderán detalle del tatami instalado en el Campo de Marte y de las peleas de los talentos españoles con capacidad para ganar medallas en yudo: la leridana Ai Tsunoda, el madrileño nacido en Tiflis (Georgia), Niko Sherazadishvili, en su segundo intento olímpico, y el mostolense Fran Garrigós, entrenado en Brunete por Quino Ruiz y campeón mundial en 2023, que también compitió en Tokio, y distinguirán meridianamente un ippon de un waza-ari y serán capaces de poner en duda la sabiduría del árbitro que no los aprecia con la misma ciencia con la que discuten cada dos días la norma del fuera de juego en la liga, y disertarán como musicólogos diplomados e historiadores sobre los valores sinfónicos o fanfarriescos de los himnos y sobre la inmarcesibilidad, qué será (es calidad de inmarchitable), de la gloria en Colombia que glosa su himno patrio.

La púgil Laura Fuertes, a la derecha, frente a Tatiana Pérez, a la izquierda. Javier Zorrilla (EFE)

Es el espíritu del telespectador olímpico, una fanaticada, una especie más intensa y que la de los propios deportistas, más realistas. Se regodeará con las patadas redondas en la cabeza o en el pecho y los golpes de cuchillo de la taekwondista complutense de 20 años Adriana Cerezo, ya laureada en Tokio, en el tatami instalado en el Grand Palais, y minutos después gritará tongo, tongo, si los árbitros no respetan la clara victoria a los puntos que obtendrá la asturiana de 23 años Laura Fuertes, la primera boxeadora española que participará en unos Juegos, en el ring instalado en el centro de la pista Philippe Chatrier de Roland Garros en la que se verá con otra luz a los cracks españoles del tenis Rafa Nadal y Carlos Alcaraz, que apenas unas semanas después de competir en Wimbledon podrían formar pareja olímpica o incluso, el sueño de los sueños, enfrentarse en la final en la pista fetiche del mallorquín que regresa para despedirse desde lo más alto. La misma luz de llama olímpica con la que se iluminarán los golpes del golfista number one Jon Rahm o de la navarra Carlota Ciganda. Para ellos como para los tenistas, los Juegos son el quinto major, una rareza cuadrienal.

Hablan de deportistas que no son futbolistas. Nadie les prestará atención a menos que triunfen, y lo harán, como mucho, con cinco minutos de gloria cada cuatro años, o tres, como en esta Olimpiada, acortada por la que extendió a cinco años de la anterior debido a la pandemia.

Son las estrellas ocultas de París 2024, los españoles que, posiblemente, brillarán y lograrán que no les eclipsen las mega estrellas que se esperan y se conocen por todos los rincones, dueñas de la conversación como la gimnasta texana Simone Biles, tres años después de ser capaz de poner el afán de buena salud mental por encima del tintineo de las medallas, o el velocista norteamericano Noah Lyles, que carga con la tarea de colmar los deseos de la humanidad de encontrar un nuevo Usain Bolt.

El sueño de las 22 medallas de Barcelona 92

Un cálculo generoso de La Gazzetta dello Sport, diario italiano que respira olimpismo, basado en los resultados de los últimos campeonatos mundiales, otorga a España nada menos que 45 medallas en París, 12 de oro, 15 de plata y 18 de bronce, un pronóstico tan exagerado e imposible que dobla las aspiraciones de las autoridades deportivas españolas, las que financian a duras penas la preparación, cuyo mayor objetivo es superar las 22 medallas conseguidas en los llamados Juegos mágicos de Barcelona 92.

María Pérez y Álvaro Martín, atletas, ya conocen la fama y el reconocimiento público. El deporte en el que triunfan la granadina de Orce y el extremeño de Llerena es de aquellos que, aun a duras penas, encuentran a veces un poco de vidilla mediática a la sombra del fútbol, no de los que solo respiran una vez cada cuatro años, y su actuación en los Mundiales de Budapest, sus dos medallas de oro por cabeza en las pruebas de marcha (20 y 35 kilómetros), son de lo mejor que ha conseguido el deporte español. Ambos competirán en París, donde sus posibilidades de medalla son menores. Se ha eliminado la prueba de 50 kilómetros (unas cuatro horas de duración) y solo se disputarán la prueba de 20 kilómetros (entre 70 y 90 minutos) y un relevo mixto con postas de 10.000m hasta completar la distancia del maratón (42,195 kilómetros) dando vueltas a la torre Eiffel.

La marcha, más que centenaria en los Juegos, vanguardista en sus métodos y aún discutido su valor y el de sus practicantes por los hiperpuristas del atletismo, es una especialidad de resistencia, de largas distancias y tiempo, valores contradictorios con el nuevo espíritu olímpico, que exige deportes llamados flash, de desarrollo relampagueante y resultado inmediato, fulgurante como los calcetines con el Baby Yoda del Mandalorian, que aspira a lucir, y llevar a lo más alto con su tabla, junto al obelisco de la Plaza de la Concordia, Naia Laso, de 15 años, la deportista de Bermeo que terminó quinta en el último Mundial de skateboard park.

La baza del atletismo

Más nombres. En el velódromo de San Quintín, la pareja del madison Sebastián Mora, de Vila-real, y Albert Torres, de Menorca, perseverantes en una especialidad complicada de entender y de practicar; en la pista de mountain bike, David Valero, campesino de Baza, Granada, subcampeón mundial, que regresa tras su bronce inesperado en Tokio. Otros atletas españoles tienen posibilidades de medalla en el tartán del Stade de France, como el murciano Mo Katir y el salmantino Mario García Romo, en los 1.500m, los jóvenes del 800m, como el gallego Adrián Ben, ya finalista en Tokio y el cántabro Moha Attaoui, o el vallista navarro Asier Martínez. El piragüismo, manantial inagotable, habla de seis medallas. En un fluir permanente los viejos inagotables Saúl Craviotto (39 años, cinco medallas olímpicas comenzando en Pekín 2008) y Teresa Portela (41 años, olímpica desde 2004 y medallista en 2020) aún comandan el K4, y acogen a las nuevas figuras, como la canoísta gallega Antía Jácome, quinta en individual en Tokio, que en plena madurez deportiva formará pareja en el canal junto al río Marne con María Corbera. La única Maialen Chourraut, medallista en aguas bravas en los tres últimos Juegos, desde Londres 2012, debutará a los 41 años en la nueva especialidad olímpica de kayak cross. Y en vela, en la mediterránea Marsella, tres barcos por lo menos rozarán medalla, el 49er de Diego Botín y Florian Trittel, el 49er FX de Tamara Echegoyen y Paula Barceló, y el 470 de Nora Brugman y Jordi Xammar.

¿El premio que les espera?

A la mayoría, el 90%, les quedará el recuerdo del goce de haber competido contra la mejor juventud del mundo y el orgullo de que 20, 30 o 50 años después podrán tirarse el pisto al contar a cualquier recién conocido, “yo fui olímpica, ¿eh?”

Lo marchadores Álvaro Martín y María Pérez, tras ganar el oro mundial en 35 km marcha.Javier Etxezarreta (EFE)

A los mejores, que no serán muchos, una medalla de poco más de medio kilo de peso y 12 milímetros de grosor hermosamente diseñada por Philippe Starck e ingeniosamente concebida para que pueda ser dividida en tres medallas de cuatro milímetros de filo con las que compartir el triunfo con entrenadora o la familia. Serán unos cuantos días nombres conocidos, repetidos en las radios, las redes y en los informativos de la tele, fotos de llanto feliz, de padres abrazándose, historias y anécdotas convertidas en lecciones de vida. Después, se borrarán de la memoria y en las conversaciones se repetirá aquello de cómo se llamaba esta que ganó aquello.

Esperando a las futbolistas

Son campeonas del mundo. Aitana Bonmatí es Balón de Oro. En el top ten de las mejores deportistas del año que acaba elaborado por el respetadísimo L’Équipe, figuran la jugadora del Barça (cuarta) y Jennifer Hermoso (octava) rodeadas de las grandísimas Simone Biles, Mikaela Shiffrin, Katie Ledecky o Faith Kipyegon. Son la selección española de fútbol que está marcando una época en la revolución del deporte femenino, admiradas everywhere, que, sin embargo, aún no han logrado la clasificación para los Juegos de París en los que están llamadas a ser las mejores para cerrar un círculo de virtuosa perfección. Para conseguir al menos disputarlos las jugadoras entrenadas por Montse Tomé deberán ganar el 23 de febrero próximo a Países Bajos en Cádiz. Será la semifinal de la Nations Cup. Si pierden tendrían posibilidades de clasificarse quedando terceras siempre que Francia, clasificada como anfitriona, derrote a Alemania en su semifinal el mismo día.

En deportes de equipo, solo las selecciones masculina de fútbol (los sub 21 subcampeones de Europa) y femenina de waterpolo están ya clasificadas para París. Las restantes con posibilidades, los dos baloncestos, los dos balonmanos y los hombres del waterpolo, deberán conseguir la plaza en París en diferentes torneos preolímpicos la primavera que en marzo llega.

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