Guardiola contra Guardiola

El técnico del Manchester City hace tiempo que dejó de rivalizar con Mourinho y Klopp y ahora se mide así mismo

Pep Guardiola antes del partido ante el Manchester United el pasado fin de semana.Phil Noble (REUTERS)

Guardiola ya no compite con Klopp, que le hizo mejor entrenador a partir de una sana competitividad, especialmente en el Liverpool. Hace tiempo que dejó de rivalizar con Mourinho, el técnico que sacó lo peor del entonces responsable del Barça por su capacidad para vivir en el conflicto. Acaso se podría decir que si ahora se las tiene con alguien en los banquillos es con alguno de los preparadores que en su día formaron parte de su equipo en el Manchester City, como Arteta (Arsenal) o Maresca (Chelsea), señal del ascendente y la influencia que ejerce sobre sus compañeros de profesión y sobre el...

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Guardiola ya no compite con Klopp, que le hizo mejor entrenador a partir de una sana competitividad, especialmente en el Liverpool. Hace tiempo que dejó de rivalizar con Mourinho, el técnico que sacó lo peor del entonces responsable del Barça por su capacidad para vivir en el conflicto. Acaso se podría decir que si ahora se las tiene con alguien en los banquillos es con alguno de los preparadores que en su día formaron parte de su equipo en el Manchester City, como Arteta (Arsenal) o Maresca (Chelsea), señal del ascendente y la influencia que ejerce sobre sus compañeros de profesión y sobre el fútbol de la Premier, la Bundesliga y la Liga. Guardiola, en cualquier caso, compite hoy con Guardiola.

El entrenador del equipo que solo ha ganado uno de los últimos 11 partidos, empató dos y perdió ocho, es el mismo que alcanzó hasta 18 trofeos con el mismo club, incluida la Champions, un torneo que se le exigía como prueba irrefutable de que era capaz también de conquistar Europa sin Messi y por tanto de ser catalogado como un número uno. Aunque no se sabía muy bien qué se podía esperar de Guardiola en la temporada 2024-2025, nadie visualizó una situación tan inédita en el campo ni una decisión tan sorprendente en los despachos como fue la de renovar por dos temporadas, hasta 2027, cuando desde hacía días se dudaba de su continuidad en el Etihad a partir de 2025. Guardiola dio estabilidad a la institución en un momento muy delicado por incierto y a cambio cargó con una mayor responsabilidad en el City.

La anunciada salida del director deportivo Txiki Begiristáin y las diferentes sanciones que se prevén por más de un centenar de causas abiertas por vulnerar las normas financieras, invitaban a que Guardiola siguiera los pasos de su amigo vasco al finalizar la temporada. El técnico, sin embargo, eligió el sentido contrario y prolongó su vínculo hasta el punto de convertirse en una figura institucional del City. “Més que un entrenador” se leía en una gran pancarta exhibida en el estadio el pasado domingo antes del derbi contra el United. El desafío es mayúsculo: “No daré ni un paso atrás. Soy el jefe, soy el entrenador, tengo que encontrar una solución”, argumenta. “No soy lo suficientemente bueno”, cerró Guardiola.

Una declaración que sonará a autoexigencia para los oídos de sus seguidores, mientras que para sus críticos les parecerá una muestra más de su carácter “arrogante y presuntuoso”, para utilizar palabras de Capello. La recuperación del City se ha convertido en una cuestión personal para Guardiola. El proceso no se presenta sencillo para un entrenador con una trayectoria asociada al éxito por su valía profesional y una personalidad marcada por la emotividad. “No jugamos con serenidad”, advirtió días después de que sus uñas hubieran arañado la calva recién afeitada y mostrara seis dedos para recordar los seis títulos de Liga conseguidos como respuesta al cántico de “mañana serás despedido” escuchado en Anfield.

Guardiola defiende apasionadamente su currículo, su contrato y su impacto en el fútbol de la misma manera que sus rivales celebran efusivamente la victoria después de muchas derrotas y el anuncio anticipado del fin del reinado del City. Los hay que no soportan o están hartos de Guardiola, también se cuentan los que festejan que pierda y se sabe que son multitud los que aborrecen al City por ser un nuevo rico en un campeonato famoso por el Liverpool, el United, el Arsenal o el Chelsea.

Las lesiones –muy especialmente la de Rodri–, han diezmado al equipo; los errores individuales comprometen el esfuerzo colectivo; puede que el propio Guardiola haya agotado a algunos veteranos mientras que a los noveles les cuesta aprender las enseñanzas tácticas; se echa en falta a un jugador desequilibrante como lo fue Foden el curso pasado; y la plantilla necesita una reforma después de que en el último mercado se fichara solo a Savinho y recuperara a Gündogan al tiempo que Julián Álvarez se iba al Atlético.

Guardiola no ganó ningún título en su primer año con el City. Las muchas dudas sobre la aplicación de su idea del juego en la Premier se acabaron la temporada siguiente cuando se constató el talento, el ingenio, la capacidad de innovación y el perfeccionismo del técnico. Más tarde se le acusó de dar demasiadas vueltas a las cosas hasta perder naturalidad. Y ahora se habla de un presente inesperado. El técnico asegura que todavía tiene energía para dar la vuelta a los resultados y se supone que no le falta la pasión que ha sido vital en su carrera.

Que Guardiola se salga con la suya dependerá más que nada de la gestión de sus emociones y de ser consecuente con su manera de ser: haz lo que sientas o en caso contrario te arrepentirás. Guardiola compite más que nunca con Guardiola y por eso se rasca, se daña, se pregunta el porqué de las cosas que le pasan últimamente y se convence de que todavía le puede la adrenalina y por tanto, aunque quisiera, ahora no puede dejar al Manchester City.

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