Una oportunidad mundial
La elección de la FIFA para la Copa del Mundo 2030 debería servir para tejer redes con los otros organizadores que trasciendan a la pelota
Hay noticias excepcionales que llegan en medio de días tan futboleros como los miércoles y sus partidos de Champions, y eso hace que pasen un poco de lado. Igual también es porque vivimos en un mundo tan presente que se nos olvida mirar al futuro para encontrar caminos y veredas. Como eso ya llegará, creemos que ya le atenderemos cuando llegue, cuando genere asuntos, polémicas y discusiones, y que ya tendremos tiempo de atenderlo.
También es verdad que cuando te hablan de un proyecto 2030 todo suena lejos. Y encima le pillas más distancia cuando ese asunto es la propuesta de un Mundial ...
Hay noticias excepcionales que llegan en medio de días tan futboleros como los miércoles y sus partidos de Champions, y eso hace que pasen un poco de lado. Igual también es porque vivimos en un mundo tan presente que se nos olvida mirar al futuro para encontrar caminos y veredas. Como eso ya llegará, creemos que ya le atenderemos cuando llegue, cuando genere asuntos, polémicas y discusiones, y que ya tendremos tiempo de atenderlo.
También es verdad que cuando te hablan de un proyecto 2030 todo suena lejos. Y encima le pillas más distancia cuando ese asunto es la propuesta de un Mundial de fútbol que se debe desarrollar con seis países como sedes, tres en cada lado del Atlántico, como si entre ambas orillas fueran a construir un metro que permita desplazarse a equipos, delegaciones y aficionados.
La FIFA venía de congratularse del Mundial 2022 en Qatar porque al jugarse en el pequeño (geográficamente) país de mi amigo Fahad permitía a los locos del fútbol ver hasta tres partidos cada día en directo y sumergirse en el ambiente de todas las aficiones, compartiendo espacios, ilusiones y tiendas sin cambiar de hotel, sin pillar un avión más que para ir y volver de tu casa, lo que redunda en descanso para los jugadores. Una sede permanente donde dejar tus pertenencias y no tener que ponerle ruedas a la maleta para volar, viajar, cambiar de colchón y de huso horario.
Claro que también FIFA ha debido entender que la fiesta del Mundial es siempre cara para quien la organiza y no siempre hay un Qatar para pagarla, aunque ya asoma Arabia Saudí en 2034. Que hay muchas federaciones a las que hay que contentar, que hay continentes futboleros que también merecen vivir en directo la magia del mayor acontecimiento del fútbol, y que también la geopolítica juega, con lo que organizar un Mundial en Europa, África y Sudamérica, con 48 equipos, es un hat trick diplomático.
No voy a entrar en cómo se puede desarrollar una competición equilibrada en tales condiciones, al menos hasta que sepamos más de cómo se plantea la estructura del evento, aunque sí podemos constatar que por primera vez habrá seis selecciones clasificadas por organizadoras. Pero sí me gustaría que pudiéramos reflexionar juntos sobre esta oportunidad para nuestro fútbol y, posiblemente, para nuestro país.
El balón y la política
Recuerdo que aquel Mundial de 1982, con Naranjito y una puerta a la modernidad que se abría para España tras muchos años oscuros de dictadura, era también un elemento de esa Transición que debía llevarnos por los caminos de la democracia plena. Otra vez el fútbol y la sociedad unidos en eso que tantas veces negamos, que es la conexión entre la pelota y la política. Se podía relanzar la economía, permitía renovar estadios y aeropuertos, ayudaba al turismo y los hoteles. Vamos, le iba muy bien al mundo del dinero.
Me pregunto qué objetivos comunes podríamos plantearnos para el 2030 futbolero, y se me ocurren un par de ellos antes de que empecemos a sacarnos los ojos con lo de quién va a ser sede y por qué, y cómo se van a repartir esos supuestos teatros de los sueños que son los estadios y sus obras.
El primero de ellos sería conectar este evento futbolero que interesa a muchos pero no a todos con esa agenda 2030 para el desarrollo sostenible adoptada por la ONU, y donde nos jugamos asuntos que, esos sí, nos interesan y preocupan a todos. Bueno, a casi todos.
El segundo vendría relacionado con conocer, conectar, confiar en nuestros coorganizadores para que al final de este Mundial 2030 sí hayamos tejido redes con Portugal y Marruecos, con Argentina, Uruguay y Paraguay, que perduren y trasciendan a la pelota. Y que podamos hablar de que este Mundial 2030 ha marcado un antes y un después en las relaciones entre todos ellos.
Llámenme naif o simple, pero hay días que pienso que todo eso del fútbol está ahí para darnos felicidad y construir mundos mejores y mejor repartidos.
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