El periodismo es vida lejos del Barça-Madrid

La figura del enviado especial recuperó su sentido porque tuvo acceso a los futbolistas, dispuso de tiempo para contrastar impresiones y gestionar la información

Los jugadores de la selección española Nico Williams, Mikel Oyarzábal y Lamine Yamal, junto a otros compañeros, en un entrenamiento en Donaueschingen (Alemania).J.J. Guillén (EFE)

La Eurocopa ha sido también una suerte para el periodismo de toda la vida, aquel que considera que para informar de un acontecimiento hay que estar a pie de obra, ir cada día al mismo sitio y tratar con la misma gente, y por supuesto responder personalmente de la obra publicada ante quien pide explicaciones, una situación frecuente por la expansión de comunicación corporativa y también desde que la prensa deportiva funciona a menudo como prensa de club por la influencia de equipos tan universales como el Madrid y el Barça.

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La Eurocopa ha sido también una suerte para el periodismo de toda la vida, aquel que considera que para informar de un acontecimiento hay que estar a pie de obra, ir cada día al mismo sitio y tratar con la misma gente, y por supuesto responder personalmente de la obra publicada ante quien pide explicaciones, una situación frecuente por la expansión de comunicación corporativa y también desde que la prensa deportiva funciona a menudo como prensa de club por la influencia de equipos tan universales como el Madrid y el Barça.

La figura del enviado especial recuperó su sentido porque tuvo acceso a los futbolistas, dispuso de tiempo para contrastar sus impresiones, gestionar la información y responder a las exigencias de su medio, que por otra parte iban en aumento por el interés generado por los triunfos de la selección en Alemania. La federación abrió la mano para que se sucedieran las entrevistas y el seleccionador procuró saber quién preguntaba antes de responder para facilitar la convivencia —que no significa connivencia— mientras duró la Eurocopa.

Un periodo de tiempo limitado —un mes y medio— es más fácil de gestionar que una temporada y las noticias resultan siempre más agradecidas desde la victoria que con la derrota, de manera que el contexto favoreció una relación interesada por las diferentes partes, también por supuesto de los internacionales de Luis de la Fuente. También hubo circunstancias que jugaron a favor de la relación de proximidad, sobre todo por la llegada de un éxito sorprendente y por la novedad de varios de sus protagonistas, la mayoría fuera de la influencia del contencioso Madrid-Barça.

Acaso se puede hablar de la importancia de un núcleo vasco —nueve jugadores— en una selección plurinacional que no fue propiedad de nadie más que de sus propios futbolistas, ninguno imprescindible y todos necesarios, como se advirtió en una final que fue el compendio del torneo por los diferentes momentos vividos ante Inglaterra. Muy pocas veces se había llegado a un partido con tanta documentación por la curiosidad despertada por los convocados desde que aterrizaron en Alemania.

Había avidez por saber cómo se encontraba Morata desde que explicó la angustia que le causaba la condición de internacional; Lamine y Nico se ganaron a la audiencia joven y veterana con una simpatía que invitaba a preguntar cada día por su última fechoría; el pelo de Cucurella dio juego; y se habló del fútbol con Fabián, Olmo y Rodri.

Lo personal mezcló con lo futbolístico desde la cercanía, todo pareció quedar a la vista y era publicable por no sabido para cuantos se acercaban a aquel entrañable equipo o porque aquello que ya se había contado en la prensa local no había sido aún compartido globalmente en un momento de euforia como el que se vivía en Alemania. Los capitanes y el seleccionador generaron las mejores condiciones para poder jugar y convivir sin olvidar que el reto que justificaba su humildad era el de jugar bien y ganar, algo en lo que nunca se han puesto de acuerdo el Barça y el Madrid.

Quedó en fin un relato tan perfecto que puede que sea coyuntural, imposible de aplicar en los clubes, irrepetible en la propia selección camino del Mundial. No conviene en cualquier caso olvidarlo y menos ignorarlo porque ha valido la pena para el periodismo, o al menos, para el periodismo convencional, dichoso por poder trabajar como Dios manda en la Eurocopa.

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