Ni el ‘big data’ puede con los penaltis
Condicionada por un programa que propuso una lista de lanzadores inexpertos, Inglaterra añade en la final de la Eurocopa un capítulo insólito a la historia de los chascos desde los 11 metros
El domingo a la medianoche, en los estertores de la que fuera la jornada más trascendental en la historia del fútbol inglés desde que Bobby Moore levantó la Copa del Mundo el 30 de julio de 1966, los directivos de la federación de fútbol de Inglaterra se apresuraron a llamar al seleccionador, Gareth Southgate, para averiguar el gran misterio detrás del desastre: ¿Cómo fue posible que en el momento más crítico de la selecci...
El domingo a la medianoche, en los estertores de la que fuera la jornada más trascendental en la historia del fútbol inglés desde que Bobby Moore levantó la Copa del Mundo el 30 de julio de 1966, los directivos de la federación de fútbol de Inglaterra se apresuraron a llamar al seleccionador, Gareth Southgate, para averiguar el gran misterio detrás del desastre: ¿Cómo fue posible que en el momento más crítico de la selección después de medio siglo, el quinteto de lanzadores de la tanda de penaltis contra Italia en la final de la Eurocopa se cerrara con Markus Rashford, de 23 años, Jadon Sancho, de 21, y Bukayo Saka, de 19?
Para cumplir con una tarea que normalmente se encomienda a los más expertos, Southgate no solo consintió que fueran tres suplentes habituales los que lidiaran con la presión de un estadio con más de 70.000 personas en un país enardecido por la coyuntura sanitaria, social y política. De los 30 futbolistas que habían lanzado una pena máxima en esta Eurocopa, solo Saka y Sancho eran menores de 22 años. Saka, además, no había lanzado un penalti en toda su carrera como profesional. Los tres seleccionados —Rashford, Sancho y Saka— fueron incapaces de marcar.
El penalti es el más lineal de los procedimientos en el menos lineal de los juegos. Su sencillez relativa ha producido teorías esotéricas y sorpresas inolvidables, generalmente relacionados con fallos en partidos que se definen en series de lanzamientos. Pero ni la cadena de deserciones que coronaron al Liverpool en la final de la Champions de 1984, ni la parada de Ivkovic a Maradona en el Mundial de 1990, ni el penalti que Roberto Baggio envió a la grada en la final del Mundial de 1994, son comparables a la gestión futurista que el domingo pasado hizo que Inglaterra desperdiciara una oportunidad irrepetible con sus chicos más imberbes.
Según fuentes próximas a la federación, la respuesta de Southgate a los directivos alarmados ante la elección de los lanzadores fue de una naturaleza tan inaudita como moderna. La elección del quinteto fue producto de años de elaborado análisis de datos por parte de los científicos del departamento de ciencias del rendimiento con mayor financiación de todas las federaciones de fútbol del mundo. Los expertos, incorporados a la estructura de la federación por indicación de su director ejecutivo, Mark Bullingham, habían seguido el método basado en modelos matemáticos que popularmente se conoce como Big Data y que procede del béisbol, el más lineal de los juegos de equipo.
“Esto es responsabilidad mía”, fue la respuesta de Southgate cuando los medios de comunicación británicos inquirieron por la extraña lista. “Elegí a los lanzadores en base a lo que hicimos en los entrenamientos. Aquí nadie va por su cuenta. Hemos ganado juntos como equipo y si no hemos ganado el partido esta noche la culpa es de absolutamente todos nosotros. Pero en lo que se refiere a los penaltis, fue asunto mío. Hemos analizado a los jugadores por lo que hacían en sus clubes y lo que entrenaban con nosotros. En el Mundial de 2018 y en la Liga de Naciones seguimos el mismo proceso y funcionó”.
Comenzada la prórroga de la final, Southgate, según fuentes próximas al organismo que gobierna el fútbol inglés, recibió un mensaje de los analistas. Le informaron de que para completar el mejor quinteto de lanzadores contaba con dos jugadores que no estaban en el campo: Sancho y Rashford. Pero Southgate debió confiar tan poco en estos jugadores para sacar adelante el partido, que no los hizo entrar hasta el minuto 120. El orden de los lanzadores —Kane, Maguire, Rashford, Sancho y Saka— también fue sugerido por los analistas, según las mismas fuentes.
El matemático Natxo Palacios-Huerta, experto en Teoría de Juegos y colaborador con varias selecciones en el desarrollo de estrategias para abordar la tanda de penaltis, acuñó una frase célebre: “El 60% de las tandas las gana el equipo que lanza primero”. Si es así, Italia en Wembley desperdició su ventaja matemática cuando Pickford le paró el primer tiro a Berardi. Pero ni por esas salió Inglaterra del espiral negro. Puesta a añadir más datos a la ensalada, la empresa BeSoccer se empeñó en contradecir a Palacios-Huerta y estudió todas las tandas de penaltis de la última década de Champions, Europa League, Supercopa de Europa, Mundial, Eurocopa, Copa América y Copa Confederaciones. En 30 de los 58 partidos auditados, ganó el equipo que lanzó segundo.
Resuelto a no desautorizar a los científicos, Southgate decidió obrar con lealtad y asumir toda la culpa de la derrota. Su versión es la versión oficial de una Football Association que se ufana de haber roto una racha histórica de chascos en las tandas de penaltis gracias a la contribución de la ciencia y la tecnología. Hasta el Mundial de Rusia, cuando Inglaterra superó a Colombia en los penaltis, los pros solo habían ganado una de las ocho tandas en que se habían implicado en los últimos 30 años. Los nuevos avances, según Southgate, había propiciado un cambio cultural.
“Lo tengo claro”
“Lo que tengo claro es que un lanzamiento desde el punto de penalti no es cuestión de azar”, dijo Southgate en una conferencia organizada por Google Cloud Next, patrocinador y proveedor informático de la federación, en 2019. Preguntado por la influencia de la inteligencia artificial en la preparación de los penaltis, el seleccionador explicó que los programas informáticos de Google le habían abierto el horizonte. “Analizamos miles de lanzamientos de penalti”, dijo. “Hemos cambiado la cultura. Históricamente, la FA ha sido vista como un grupo de señores mayores con traje, desconectados del resto de la sociedad. Pero teníamos unas selecciones que no rendían bien y teníamos que modernizarnos”.
Bajo este proyecto pionero, en los últimos meses los internacionales ingleses se sometieron a minuciosas sesiones de penaltis en las instalaciones de St. George’s Park. Ayudados por un equipo de biomecánicos, los responsables del experimento midieron el ritmo cardíaco, la oxigenación, los gestos, la fuerza y la velocidad de reacción de los ejecutantes ante los movimientos del portero. Por ensayar, ejercitaron hasta la paradinha de Rashford, catalogado junto con Sancho como el futbolista que antes detecta la intención del meta rival.
En los entrenamientos, el escalafón de talentos del tiro penal de Inglaterra quedó claro. Pero en la hoguera de una final irrevocable, a muchos jugadores o entrenadores veteranos la nueva jerarquía les chocó. “¿Dónde estaba Sterling?”, se preguntó José Mourinho, perplejo ante la ausencia de los futbolistas de mayor rango en la plantilla. “¿Por qué Shaw o Walker no estuvieron en el campo? Para Rashford y Sancho fue muy difícil tirar un penalti sin haber tocado ni una vez la pelota”.
La memoria del fútbol es rica en fracasos con enjundia. Maradona, Zico, Platini, Baggio, Baresi, Cristiano, Ramos, Raúl o Djukic demostraron que no hay fórmula infalible para salir airoso del trance de los penaltis. Lo que resulta verdaderamente nuevo no es el fallo de estrellas y capitanes, sino el de jóvenes con poca o ninguna experiencia, seleccionados por mediación de Google.
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