Núria Castán, dos años después de quedar sepultada por un alud: “El snowboard me hizo olvidarme de todo, me hizo fuerte”

Entrevista con la corredora catalana, segunda en el ‘ranking’ mundial de ‘freeride’, que compite el viernes en Baqueira tras encontrar en el deporte una vía de escape en una adolescencia marcada por el ‘bullying’

Descenso de Núria Castán en Baqueira, en 2023.Domdaher

“¿Un cruce entre Kilian Jornet y Queralt Castellet? Son dos cracks. Lo tomaré como un cumplido”, responde sorprendida, y divertida, Núria Castán cuando uno la compara con dos de los más grandes deportistas españoles de la montaña y la nieve, y la compa...

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“¿Un cruce entre Kilian Jornet y Queralt Castellet? Son dos cracks. Lo tomaré como un cumplido”, responde sorprendida, y divertida, Núria Castán cuando uno la compara con dos de los más grandes deportistas españoles de la montaña y la nieve, y la comparación nace inevitable después de oírle contar por qué practica snowboard, disciplina en la que terminó segunda, con dos victorias, del último Freeride World Tour, la Champions de la especialidad. Este viernes disputará, a partir de las 9.30, en Baqueira (Val d’Arán), la primera prueba del circuito 2025 (streaming en directo en https://www.freerideworldtour.com/live/#Watch), lanzándose con su tabla por la ladera, con un desnivel del 40% y un tramo al 53%, sobre nieve virgen en la que hará una suerte de caligrafía arabesca, con sus trazadas sobre cortados y cornisas. Los jueces la calificarán valorando la originalidad de la línea, su fluidez, control, saltos y trucos, y su técnica. “Es un deporte extremo en el que intervienen muchos factores que incrementan el porcentaje de peligro. Aludes, rocas… Conecta bastante con el montañismo y el alpinismo, y muchas veces también escalamos”, dice Castán, de 27 años, que llega desde Almoster, junto a Reus, lejos de las montañas.

Pregunta. ¿Por qué freeride?

Respuesta. De pequeña hacía de todo. Incluso practiqué snowboard de slalom, freestyle… El freeride lo conocí de verdad cuando empecé a competir de júnior. Estaba en un club en La Molina, y me dijeron que era justo el primer año que se hacía el Freeride Júnior Tour. ‘¿Por qué no lo pruebas? Venga, vale’. Y me lancé sin saber en realidad lo que era. El freeride es hacer una aproximación en una cara de la montaña y luego descenderla.

P. ¿Cómo ascienden?

R. Se asciende sobre la nieve con splitboard [una tabla cortada longitudinalmente, como en dos esquís de travesía, que luego se ensambla, se junta para descender haciendo snowboard] o andando. Suelen ser montañas vírgenes, fuera de las zonas esquiables y eso es lo que me llenó el corazón, esta unión con la naturaleza, con las montañas, con el deporte, y también la sensación de haberte ganado esos giros, porque puedes coger el telesilla, y hacer unos giros, pero cuando haces la aproximación y luego desciendes la montaña, la sensación es más placentera, te llena más. Hay zonas en las que hay que escalar rocas, o hacer rápeles. Hubo una vez que hice una expedición de ocho horas de subida. Empezamos a las tres de la mañana. Usé crampones, las splitboard, luego piolets, y hasta cuerdas para un rápel y poder llegar a la zona de salida. Se juntó de todo, más allá del freeride, que es el descenso.

Núria Castán, en noviembre pasado.Jaime Lahoz

P. Habla como si existiera una cierta mística en su deporte, el silencio, la soledad…

R. Cuando era pequeña, lo que me enganchó fue el evadirme de la realidad que estaba viviendo en mi adolescencia, que no era muy buena. No pensar. Fueron momentos complicados, que si acoso escolar, ciertas cosas… Y cuando comencé el snowboard siempre esperaba el fin de semana para irme de allí, literal. Me hacía olvidarme de todo, me hacía sentir bien, me llenaba, me hacía fuerte, y al final me enganché.

P. Justo haciendo una aproximación hacia la salida de la prueba de Verbier, en la primavera de 2023, quedó sepultada bajo la nieve por un alud. ¿Le cuesta revivir aquel momento?

R. No, fue un suceso traumático. Estuve 12 minutos enterrada. No estuve consciente todo ese tiempo. Por suerte estoy viva ahora. Y a seguir adelante.

P. ¿Cómo reaccionó mientras estuvo enterrada?

R. No me dio tiempo a activar el airbag. Fue un alud de placa de viento, con nieve superdura, y no podía excavar de ninguna manera, no podía moverme, no podía respirar. Era como estar aplastada sin poder hacer absolutamente nada…

P. En su Instagram publicó: “Muy pronto acepté la realidad de mi situación y que iba a morir. Lo siguiente que recuerdo ahora mismo es una luz blanca y las chicas que me rescataron mirándome”. En 2016, uno de los mitos del freeride, la suiza Estelle Balet, murió en un alud.

R. Era mi ídolo. Yo tenía 18 años entonces; ella, 21.

P. También escribió cuando regresó en 2024 y compitió maravillosamente: “Me lo tomo como un reto personal para ver cómo mi mente y mi cuerpo son capaces de afrontar y superar mis miedos”. ¿Prueba conseguida?

R. Hice mucha terapia durante un año, tanto psicología cognitiva como deportiva, tanto para trabajar el trauma como para volver a competir. Eso me vino muy bien para encontrar respuestas profesionales, recursos y herramientas para trabajar, porque al final la mente es como el cuerpo. Nos pensamos que solo entrenando el físico vamos a estar preparadas, pero también hay que fortalecer la mente entrenándola. Fue un gran balance.

P. ¿Piensa en el peligro cuando está en la montaña?

R. Cuando haces freeride tienes que ser consciente de todos los factores y siempre tener claro que no hay riesgo cero. Después de lo vivido, siempre estoy alerta, con plan A y plan B, vía de escape, y pensar en lo peor. Estar preparados para ello. Que no te pille de sorpresa. Siempre con detector de aludes, pala, sonda, airbag para reducir las posibilidades de quedar enterrada…

P. ¿Su familia cómo lo vive?

R. Mi madre es la que sufre más. El miedo de un padre y una madre es que se les muera el hijo antes que ellos. Eso no lo quiere nadie. Solo me piden que tenga cuidado y confían en mí ahora. Cuando decidí volver a la montaña y a competir, me apoyaron. No fueron momentos fáciles, pero han estado ahí en todo momento. A mi compañera Celina Weber, enterrada en el mismo alud que yo, su familia le pidió que no volviera a hacer nada de montaña y esquí. Ella quería volver, pero si tu familia no te apoya es complicado.

P. Usted vive en Innsbruck, Austria, en los Alpes, desde hace años. ¿Por qué se fue de España?

R. Me mudé por la montaña, por la nieve, por el snowboard, y porque allí, desafortunadamente, se valora más el diseño gráfico que en España, y más siendo autónoma… Y ya en octubre están abiertos los glaciares. Y sí que se puede vivir del freeride. Ahora, con patrocinadores y la federación, puedo vivir de ello. Estoy teniendo oportunidades que hace 10 años pensé que no tendría.

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