Soliloquio de Pogacar en la Volta Catalunya
El esloveno de UAE vuelve a quedarse solo en la última subida, nuevo triunfo de etapa y liderato asentado, espectáculo que solo Landa puso en entredicho
Quedaban 7,5 kilómetros para llegar a meta, rampas endemoniadas las de Port Ainé. Bebió un trago Pogacar y tiró el bidón, libre de cargas para lo que quedaba. Lo mismo hizo Landa, dispuesto para la batalla, homérica empresa la suya ante el esloveno. Pero tanto le dio porque, gallardo y protagonista, se decidió a atacar, arrancada de fuego que dejó a todos con la boca abierta a excepción, claro, de un Pogacar que no solo le siguió el juego sino que hi...
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Quedaban 7,5 kilómetros para llegar a meta, rampas endemoniadas las de Port Ainé. Bebió un trago Pogacar y tiró el bidón, libre de cargas para lo que quedaba. Lo mismo hizo Landa, dispuesto para la batalla, homérica empresa la suya ante el esloveno. Pero tanto le dio porque, gallardo y protagonista, se decidió a atacar, arrancada de fuego que dejó a todos con la boca abierta a excepción, claro, de un Pogacar que no solo le siguió el juego sino que hizo un contraataque, golpes de riñón y pedaladas de acero, escalada sin igual. “Sabía que se iba a calentar y tenía la esperanza de aguantarle, pero desde un principio no he podido”, aceptó Landa todavía con la respiración entrecortada tras la llegada. “Me atacó y lo he seguido, aunque pensaba que era un poco pronto. Así que pensé que quizá podíamos subir los dos, pero he encontrado un buen ritmo...”, replicó Pogacar, que poco a poco fue abriendo brecha, que una vez más se quedó solo, show del bueno y ascensión que le volvió a valer el laurel de la etapa y, de paso, aclaró a cualquiera que no tiene rival, que en la Volta está él y después el resto, que extraterrestre solo hay uno.
Despertó Sant Joan de les Abadesses con una niebla densa, de esas que no te permite ver más allá de unos metros, pintura bucólica de bosque frondoso que deja paso a la primavera y carreteras escondidas, biruji pirenaico. Pero con las horas el sol se apoderó del paisaje, lejos del granizo que azotó a los ciclistas en la etapa anterior, castigo que expresaba Enric Mas tiritando al bajarse de la bici o las sacudidas de cuerpo de un Mikel Landa, batallador él, para desprenderse del agua que le calaba. “He recuperado la temperatura”, aceptaba antes de la partida. La etapa del día, sin embargo, tampoco daría tregua al pelotón. “Seguramente vuelva a atacar Pogacar”, resumían desde los autocares de los ciclistas que se agolpaban antes de la salida, conscientes de que el día sería duro con las subidas al Port de Tossas (1ª categoría) y los dos hors catégorie (categoría especial) de Port Cantó y, como broche, de Port Ainé. El director del UAE, Matxín, sonreía. Tadej, que se hacía selfis con sus compañeros tras la jornada anterior, no corre para pasar el tiempo sino para añadir laureles a su ya extenso palmarés. “Hemos venido para intentar ganar, hemos trabajado muy duro para eso, para llegar en la mejor forma y al final la victoria paga el trabajo duro de todos”, resolvía el esloveno desde Sant Joan.
Nada más arrancar la etapa, Mollema (Trek) se decidió a ser el hombre combativo del día, fuga al levantar el telón. Lipowitz (Bora) no quiso ser menos, compañero de fatigas. Pero el pelotón no estaba dispuesto a dar ilusiones, por lo que absorbieron a los valientes atrevidos, del mismo modo que también neutralizaron las siguientes intentonas. Hasta que 10 jinetes decidieron salirse del guion, fuga por consolidada. Pero UAE no quería sorpresas, pues no dejó que la ventaja superara el minuto y medio. Ocurrió que en el segundo puerto, de 25,4 kilómetros y con rampas de hasta el 12% de pendiente, Visma recogió el relevo, señal de que el norteamericano Kuss no estaba dispuesto a irse de vacío de su segunda tierra, Cataluña -vivió en Girona y ahora lo hace en Andorra-, desafinado en la jornada anterior de montaña, responsabilidad del líder del mejor equipo del pelotón aunque no en la Volta. Así, a 65 kilómetros de la meta todo volvía a la casilla de salida, pelotón agrupado y sálvese quien pueda.
“Será un día diferente, seguro que atacan más corredores y que será más complicado controlar la carrera. Habrá que intentar llegar a la última subida lo más fresco posible”, convenía Pogacar antes de la salida. Concesión que trató de minar Visma, pues impuso su ritmo en la ascensión, suficiente para desconchar por momentos al pelotón, aunque nada que no se pudiera recuperar en la bajada hacia Rialp, enganche con el escarpado Port Ainé, 18,7 kilómetros de rampas con una pendiente media de 6,8% y rampas del 12%. Y con la bienvenida de la cuesta recuperó el protagonismo el UAE, Marc Soler al frente, el gregario que todos quisieran, el ciclista que enfiló y desgajó a sorbos al pelotón hasta que se le acabó la gasolina. Los primeros kilómetros eran pura tortura para las piernas y los pulmones, pero Víctor de la Parte (Euskaltel) lanzó el órdago, un ataque que se sabía estéril pero que dio visibilidad al equipo. Una bella tentativa que Soudal abortó porque Mikel Landa, que hizo bueno una vez más ese concepto romántico del landismo, del ciclista a la vieja usanza que tanto engancha con el aficionado, se sentía fuerte, la ambición por delante y sin miedo al emperador Pogacar, a malas una estratagema para erosionar al resto y atornillarse como segundo. Tal fue el ritmo que impuso su compañero Jan Hirt que se produjo un ejercicio de supervivencia darwiniano, la selección natural del más fuerte, acaso 25 corredores en pie.
Se sucedían las caras de sufrimiento, los resoplidos, bocanadas de aire que costaban en llegar, quemazón pulmonar. No así el hierático Pogacar, sin ademanes ni expresividad, como si estuviera incluso a punto de ponerse a silbar, pedalada segura y postura elegante. Entonces llegó el ataque de Landa y el mazazo de Pogacar, que a cada metro abría brecha, que ya nada ni nadie le pararía. Gloria al rey y a otra cosa. Eso era Landa, que recibió la visita de Kuss, que atacó desde atrás con un cambio de ritmo brutal y que pareció querer devolverle el favor del Angliru, cuando Mikel le llevó a rueda para que salvara el maillot, a la postre campeón de la Vuelta. Pero Kuss no está en su prime ni tenía tanto oxígeno, por lo que Landa rehusó la ayuda, capaz de volver a cambiar el ritmo, de desengancharse para tirar, ya sin mirar hacia atrás. Otro segundo puesto, otro éxito, el mejor de los mortales, 48 segundos por detrás del esloveno, que levantó el puño a 150 metros de la bandera a cuadros, que alzó los brazos al cruzar la meta. “Quería sacar algo de ventaja al tercero y lo he conseguido. Una pena que esté Pogacar porque la victoria será difícil”, resumió Landa “Es difícil aspirar a algo más que hacer podio viendo como está Pogacar”, asumió Kuss. Porque nadie resiste a la tiranía de Tadej, dos triunfos de carrerilla, liderato con más de dos minutos de ventaja, soliloquio en la Volta.
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