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Los malos modos en la Ryder de Nueva York avergüenzan al golf

Los insultos y provocaciones recibidos por los jugadores europeos, sobre todo Rory McIlroy, dañan a un deporte distinguido siempre por el respeto

Una línea roja se cruzó en Nueva York. El tradicional ambiente subido de tono que se vive en cada Ryder a favor del equipo de casa y contra el visitante sobrepasó en esta ocasión algunos límites y ha avergonzado al mundo del golf en su cita más planetaria. Europa conquistó la Ryder después de resistir una heroica carga final de los estadounidenses (13-15) en el campo y una batería de insultos y provocaciones de una pequeña pero ruidosa parte de los aficionados norteamericanos. Rory McIlroy, Shane Lowry, Justin Rose y Jon Rahm fueron las dianas preferidas. Los malos modos que potenció el consumo de alcohol, sobre todo el sábado por la tarde, lastiman a un deporte que siempre se ha distinguido por su etiqueta y por el respeto al juego y a los jugadores.

Hasta alguien que las has visto de todos los colores en el golf como José María Olazabal se quedó sorprendido por ese nivel de agresividad verbal. “Sabíamos que iba a ser duro, pero con algunos jugadores ha sido brutal. Yo tenía la experiencia de 1999 en Brookline pero esta semana con Rory, Shane y Justin… madre mía. No solo son personas adultas las que ven la Ryder. Hay niños y tenemos que dar ejemplo. Que apoyen a su equipo como este domingo, fantástico, con el corazón y con respeto al equipo contrario, eso es lo que hay que hacer”, comentó el vicecapitán europeo.

Jon Rahm formó pareja con Tyrrell Hatton en los foursomes y con Sepp Straka en los fourballs y esa compañía durante la ronda le permitió manejar mejor la presión y hasta reírse con su compañero de partido de aquello que escuchaban. “Ha sido un no parar desde que llegamos al campo de prácticas hasta el último putt. Cada golpe. A veces incluso cuando hacíamos el swing. Mentalmente ha sido muy difícil jugar así. Me decían cosas personales”, explicó. En su caso los dardos hacían referencia por ejemplo a su peso y al dinero por irse a la Liga saudí.

Los mayores ataques los recibió el norirlandés Rory McIlroy. No solo escuchaba continuamente el “¡Fuck you, Rory!” sino que los insultos alcanzaban a su mujer, Erica, que le acompañaba dentro de las cuerdas. Hasta ella recibió el lanzamiento de un vaso de cerveza y McIlroy tuvo que ser sujetado para no encararse con los espectadores. El nivel de decibelios era tal que hasta Justin Thomas el sábado y Scottie Scheffler el domingo, sus rivales estadounidenses, tuvieron que pedir con gestos al público que se callara cuando el europeo se disponía a dar un golpe. “Hubo mucho lenguaje inaceptable y comportamientos abusivos, aunque fueron una minoría de espectadores. La mayoría son verdaderos aficionados. No creo que debamos aceptar eso nunca. Creo que el golf debe mantenerse en un estándar más alto que lo que se vio ahí fuera esta semana. El golf tiene la capacidad de unir a la gente. El golf te enseña muy buenas lecciones de vida. Te enseña comportamiento. Te enseña a jugar según las reglas. Te enseña a respetar a las personas. A veces esta semana no vimos eso. Así que no, esto no debería ser lo aceptable en la Ryder Cup”, lamentó el líder europeo.

McIlroy respondió a algunas provocaciones devolviendo los insultos a la grada y celebrando efusivamente los puntos, principalmente ese volcánico sábado por la tarde. Ya con el trofeo en la mano, pidió que el golf tome nota de lo sucedido para que no repita en la siguiente edición, en Irlanda en 2027, la edición del centenario de la Ryder: “Nos aseguraremos de decirles a nuestros aficionados que lo que ocurrió aquí esta semana no es aceptable. Venid a apoyar a vuestro equipo. No escuché muchos gritos a favor de Scottie Scheffler este domingo, pero sí muchos en mi contra”.

Por muy pasional que sea la Ryder, y esa es también su esencia, Nueva York cruzó un límite que el golf no quiere volver a vivir.

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