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Noah Lyles recupera el trono de los 200m perdido en París

Melissa Jefferson logra el doblete de la velocidad y, ausente Jordan Díaz, Pichardo se impone en el triple y se encara con el mundo

Hay pendencias y pendencias, carácteres simplones y otros complicados. La que la prensa norteamericana relata entre dos casi niños crecidos, Noah Lyles y Kenneth Bednarek, empujones y malos gestos en la lucha por la supremacía en su país, palidece al lado de la que Pedro Pablo Pichardo mantiene inflamada con el mundo. Después de ganar de una forma soberbia, a la cubana, con 17,91m en el sexto intento la final de triple salto que echó de menos al campeón olímpico Jordan Díaz, el saltador portugués, adrenalina y testosterona brotándole, un manantial, por los poros, más airado que feliz, hace una medio cobra al sorprendido italiano Andrea Dallavalle (17,64m, también en su sexto intento, cinco minutos antes), al que en el último segundo ha sacado de la boca el caramelo de la medalla de oro y que se acerca humilde, mano extendida a felicitarle, salta las barreras que le separan de la cámara de televisión más cercana y ocupando todo el objetivo con su rostro congestionado, le espeta al mundo, “¿quién es el mejor, baby?” La mala idea lleva a pensar que el baby, más que un genérico rival es personalmente en persona Jordan Díaz, al que suele llamar el niño, que le derrotó en 2024 tanto en el Europeo como en los Juegos, pero el español contestó rápido en la red. “¿Iba por mí? Pero si yo no competí”.

Es el segundo título mundial para el portugués de Santiago de Cuba, de 32 años, un raro caso de longevidad en la disciplina más lesiva, y también campeón olímpico en Tokio 21.

El espíritu otaku de Noah Lyles se exalta en Tokio, donde cada esquina es una escena de manga viviente en las aceras o en el cruce diagonal de Shibuya o plasmática en las pantallas gigantes de Shinjuku, y se transforma en melenas espesas anaranjadas en los tacos de salida de los 200m, y un derroche de energía en kamehamehas gestuales a lo Goku de su Dragon Ball adorado cuando la cámara le enfoca, y la filosofía de los animes, cómics japoneses en movimiento que invaden el mundo le guía. “Me inspira sobre todo una escena de One Piece”, explica Lyles, niño de 28 años, ya que no olvida sus sufrimientos de víctima de bullying en el colegio. “Cuando Luffy dice en el primer episodio que quiere ser el Rey de los Piratas, todos se ríen de él. Adónde vas, zumbado. Pero si tú vives con esa mentalidad, importa un pepino si los demás piensan que vas a fracasar, lo importante es que tú creas en ello. Y cada vez que lo cree se hace más y más fuerte en tu interior”.

Tanta simpleza estructural condujo en la noche más fresca y seca de Tokio, 23 grados, 70% de humedad, brisa en las gradas, viento nulo en el tartán, al soberbio a veces velocista norteamericano a la recuperación del trono mundial de los 200m perdido una noche de agosto y covid en el estadio olímpico de París ante el botsuano Letsile Tebogo y su compatriota y rival de orgullo y discusiones Kung Fu Bednarek, el de la cinta en la cabeza. Es el cuarto título mundial consecutivo en el doble hectómetro de Lyles (19,52s), dominador de una distancia que le permite compensar su mala puesta en movimiento con su gran capacidad para progresar y mantener más tiempo la velocidad máxima. Segundo, como siempre, fue Bednarek (19,58s) y Tebogo no fue ni tercero, pues le superó desde la salida el jovencito jamaicano Bryan Levell (19,64s), protagonista de la mejor curva de la final por la calle siete (10,03s). En el tramo en el que más sufrieron Tebogo (10,17s) y Lyles (10,12s), el jamaicano logró una ventaja que no eliminó la pájara que agarró en la recta (9,61s), en la que, atómico casi como Goku, Lyles cerró en 9,40s.

Si Lyles y Bednarek repararon con el doblete el orgullo herido de los de las barras y estrellas en el 100 masculino, en el que el menudo Oblique Seville y el tremendo Kishane Thompson dejaron a Lyles de bronce, en el 200 femenino, la intocable y magnífica Melissa Jefferson (21,68s), menuda, ligera a lo Sha’Carri Richardson, el nuevo modelo de velocistas, dobló su victoria en los 100 con una exhibición desde los tacos de salida (11,04s la curva) que dejó a la segunda, la sorprendente británica blanca Amy Hunt (22,14s), de 23 años, a casi medio segundo, cinco metros. Tercera fue la veterana jamaicana Shericka Jackson (22,18s), de 32 años, que se hundió en la recta (11,05s en un 100 lanzado) y perdió la corona de los 200 que había logrado en los dos últimos Mundiales.

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