Golden Trail Series: África se sienta en el trono del trail mundial
El marroquí Elhousine Elazzaoui y la keniana Joyce Njeru logran las primeras victorias del continente en la general en las montañas de Locarno
El fondo africano ha demostrado en 2024 que los corredores sin el nivel para competir entre los mejores del asfalto tienen sitio en la montaña. Y que su imponente ritmo no está exento de la habilidad para sortear piedras rotas, raíces y barro. La primera victoria del continente en una general de las Golden Trail Series llegó por partida doble: el marroquí Elhousine Elazzaoui y la keniana Joyce Njeru confirmaron su domin...
El fondo africano ha demostrado en 2024 que los corredores sin el nivel para competir entre los mejores del asfalto tienen sitio en la montaña. Y que su imponente ritmo no está exento de la habilidad para sortear piedras rotas, raíces y barro. La primera victoria del continente en una general de las Golden Trail Series llegó por partida doble: el marroquí Elhousine Elazzaoui y la keniana Joyce Njeru confirmaron su dominio en la final suiza de Locarno, un trazado de unos 24 kilómetros y 1.500 metros de desnivel positivo paradigmático del circuito más rápido del mundo.
Las nubes esconden la belleza de Locarno, su lago alpino formado en la última glaciación que conecta con el norte de Italia, su cultura dominante, desde el idioma a las pizzerías. Para llegar a Cardada, su paraíso por descubrir, hay que coger un funicular y un teleférico para subir de los 200 a los 1.350 metros sobre el nivel del mar. Un balcón con vistas privilegiadas que ha acogido eventos culturales en un lugar con fama internacional por su festival de cine y al que se han sumado amantes de la naturaleza a bajas pulsaciones: paseos, nada de correr. La ciudad ha abrazado tras la pandemia al deporte al aire libre para extender su turismo más allá del periodo entre marzo y octubre. Y la final de las Golden ofreció una ventana mundial.
Una semana que empezó el jueves con el prólogo femenino –de unos siete kilómetros y 400 metros de desnivel positivo– y su espectacular bajada bajo el telesilla. Formato contrarreloj para una carrera agónica –algún corredor dudó tras hacer el primer kilómetro en tres minutos si iba lo suficientemente rápido– que desemboca en una pendiente embarrada de 630 metros al 33,2%, una espectacular línea recta visible desde la meta. A las chicas tocó intuirlas entre la niebla; los chicos alumbraron al fin el sol en la tarde del viernes y despejaron la vista a los espectadores. Los dos ganadores de la general afianzaron su liderazgo con victorias en el prólogo, dejando el título en el bolsillo salvo debacle en la carrera final del fin de semana.
Pero faltaba Joyline Chepngeno, la keniana que ganó Sierre-Zinal, la catedral del trail, en su primera carrera por montaña, la única falla de Njeru en toda la temporada. Como solo llegó con esos puntos a la final –cuentan los tres mejores resultados de un calendario con siete pruebas–, aprovechó que no concurría a la general para saltarse el prólogo y salir con piernas renovadas el sábado mientras los cuádriceps de sus rivales lloraban. Se marchó en solitario, aventajando a Njeru por 1m13s en la primera cima. Pero su compatriota se dejó la calculadora de la general, se lanzó a un descenso desenfrenado, la pasó e hizo un mal gesto con el tobillo izquierdo que casi le cuesta los 20.000 euros del primer puesto.
Ya fuera por esa pequeña cojera o porque tenía menos piernas, Chepngeno se marchó y llegó tan sobrada a meta que volvió a esprintar tras pasar la cinta en 2h08m39s. Lauren Gregory, la irrupción estadounidense del final de temporada que corrió con una e de más en su dorsal, se aseguró de que sea la última vez que alguien lo escribe mal con su segundo puesto, a 4m20s, superando a Njeru, feliz con su corona. Como Judith Wyder, que hizo gala de su capacidad de sufrimiento tras una fea caída para ser cuarta y repetir segundo puesto en la general después del colapso de Madelina Florea, una de tantas víctimas de un recorrido plagado de raíces y piedras escondidas entre la hoja seca del otoño. Así mantuvo Malen Osa su tercer puesto en la general tras un fin de semana complicado: calambres en el prólogo y octava el sábado. Sara Alonso cerró el círculo tras la neumonía que frustró su sueño en Zegama con un quinto puesto y el décimo en la general. Alain Santamaría –décimo en la final y noveno en la general– completa la nómina de españoles en el top-10.
La final no solo es el último combate entre la élite, sino el premio de las National Series, con representantes de una veintena de países que logran su billete en sus territorios. Hazañas como la de la mexicana Jael Morales, decimocuarta en la final tras alucinar a Anna Gibson, quinta en la general, con sus habilidades de la bajada después de recoger el bidón que se le cayó a Osa y alcanzarla para entregárselo. Un gesto que define a la ganadora del segundo escalón: así se derriba la puerta de la élite.
El destino castigó a la carrera masculina salpimentando las trampas de Cardada con lluvia: piedra mojada, doble diversión en un circuito con formato flor que propicia hasta cinco pasos por la zona de meta, un consuelo y una tortura al mismo tiempo: pendientes que oscilan entre el 10 y el 20% con una última estocada. La subida tenue del prólogo, un consuelo tras más de 20 kilómetros en la cartera, se interrumpe con un giro a la derecha para una pared que los mortales gatean y que la cabeza de carrera masculina sortea con una elegante zancada corta.
Elazzaoui aplicó allí la misma medicina a Rémi Bonnet, el mejor escalador del mundo al que este año aguanta subiendo, que cuando le ganó en San Francisco o en la Maratón del Mont Blanc: a rueda hasta la cima para lanzarse desbocado en la bajada final, ese tobogán embarrado por el que ya había volado el viernes en seco. No lo necesitaba para llevarse la general, pero se dio el gusto de ganar con un tiempo de 1h 50m18s, 38s más rápido que el suizo, que frustró el podio africano en la general ascendiendo al tercer puesto, detrás del keniano Patrick Kipngeno, segundo, y delante de su compatriota Philemon Kiriago, cuarto. Era la guinda para un continente que también domina las montañas.