Nadie puede con Sergio García en Valderrama, campeón del LIV Andalucía

El español firma una jornada memorable para superar en el desempate al indio Lahiri, que erró un ‘putt’ de dos palmos para ganar, y vencer en un campo que ya conquistó en otras tres ocasiones

Sergio García, campeón del LIV Andalucía, festeja con sus compañeros de Fireballs (Ancer, Chacarra y David Puig) también el título por equipos.Jon Nazca (REUTERS)
Sotogrande (Cádiz) -

A Anirban Lahiri le restaba por sellar un putt de dos palmos, uno de esos rutinarios, de esos que mete en 99 de cada 100 intentos. Con eso se llevaba la gloria, el laurel del LIV Andalucía. Desde las gradas, sin embargo, no estaban conformes. “¡Vamos Sergio García! ¡Vamos Sergio García!”, cantaban con ganas porque el español, soberbio y magnético, había firmado una jornada de -5, a tan solo un golpe del indio. Entonces sucedió el drama. Toc y no hubo chof, golpe deficiente que pasó por el balcón del hoyo, una corbata que nunca olvidará y que celebró la afición hasta quitándose la camiseta y ondeando la bandera, lejos de lo que la etiqueta del golf proclama. Lahiri sonrió nervioso y aceptó el error -aunque cinco minutos después seguía practicando el putt imaginario-, quizá tirando de la técnica Vipassana, meditación que le descubrió su madre y que le ayuda a mantener el ritmo cardíaco cuando la adrenalina se activa. Lo necesitaba con urgencia pues Sergio, que le había tenido que decir a su hija Azalea que aguardara –”Papá tiene que jugar”-, ya le aguardaba en el hoyo del 18 para jugar el desempate. Duró poco: dos hoyos. Lo que tardó Sergio en aclarar que jugaba en su jardín, Valderrama, donde ya había conquistado tres Andalucía Valderrama Masters (2011, 2017 y 2018). Ahora es el LIV Andalucía después de que en este curso se quedara segundo en Mayakoba y Miami, de que Lahiri fallara el putt más costoso de la historia; pasó de ganar cuatro millones a 2.2500.000. “El apoyo ha sido increíble. Estaba muy concentrado y ha sido una de esas vueltas en las que me encontraba muy a gusto, confiado, sabiendo lo que quería hacer… Veía las cosas claras”, reconoció Sergio; “es un sueño hecho realidad”.

Los nervios ya se notaban de buena mañana en Sotogrande, ya que los golfistas acudieron más pronto que nunca al putting green y a la zona de approach en busca de sensaciones, preocupados por dar un último arreón a su juego que les permitiera mirar hacia arriba y no hacia abajo en la tabla, también engrosar la chequera; se repartían 20 millones de premios en la clasificación individual y otros cinco para los tres mejores equipos. El calor, como en la jornada inaugural, volvía a abrasar, condicionante que no melló la ilusión de los miles de aficionados que coparon el recorrido, felices por chocar las manos con cualquiera de ellos cuando pasaban por los pasillos asfaltados, dichosos por ver swings e impactos de muchos quilates. Niemann charlaba con alguno, Dustin Jonhson firmaba sus guantes y los repartía, Sergio García saludaba sonriente a la vez que bromeaba con su compañero David Puig, y Rahm detenía su rutina porque Greg Norman -CEO de la liga saudí- y el Consejero de Turismo, Cultura y Deporte de Andalucía, Arturo Bernal, le pedían una pequeña charrada. “Se cierra el campo de prácticas”, avisaron por megafonía a la vez que todos enfilaron hacia el campo, donde se juega y se gana. Y ahí no hubo nadie mejor que Sergio García. “Es mi campo favorito, lo disfruto más que los demás, veo quizá algo más, me relajo y pienso que puede pasar cualquier cosa. La idea era hacer cinco bajo par y a ver qué pasaba...”, explicó Sergio, que reconoció no haber visto el putt de Lahiri en el 18, que se guio por cómo la afición enloqueció.

Los cuatro golpes de ventaja al comenzar la jornada para Lahiri eran una renta más que jugosa porque el campo estaba permisivo, pues no azotaba el viento y los greenes ya habían perdido firmeza tras dos días de competición. Pero por detrás acechaban con gazuza varios cocos: como DeChambeau, ganador del último US Open; como Hatton, vencedor del postrero LIV en Nashville; como Niemann, líder del LIV en la general; o como Kaymer, laureado en dos grandes y último socio de Valderrama porque se mudó a vivir a Marbella. También, claro, el español Chacarra, concentrado hasta tal punto que antes de los putts cerraba los ojos para trazar la línea imaginaria al hoyo, al más puro estilo de la película de La Leyenda de Bagger Vance protagonizada por Will Smith y Matt Damon. Pero ninguno apretó más que Sergio García, que comenzó la jornada a siete golpes y que volvió a explicar que es el rey de Valderrama, por más que Koepka tratara de vacilarle al llegar al tee del 1 -también estaba Rahm- con la camiseta de Inglaterra por eso de la final de la Eurocopa.

La gente pronto se entregó Sergio García y a su golf, una versión muy suya, esa en la que no falla una calle ni por casualidad, genial con los hierros, solvente con el chip y el putt. Así, para seguir su partida había que sacar los codos si se quería verlo en primer plano, marabunta española. “¡Vamos Sergio!”, le animaban antes de cualquier golpe, aplausos enérgicos cuando pillaba green de dos, vítores ilusionados cuando sellaba el birdie. Y fueron unos cuantos, pues en los primeros nueve autografió un sideral -5 (acabó así los 18). Pero el campo se puso patas arriba cuando alcanzó el hoyo 12 y no hizo hole in one [hoyo en uno] de chiripa, toda vez que la bola chocó los cinco con la bandera para quedarse a milímetros del agujero, ya con el récord de Bernhard Langer de 62 golpes (en 1984) en el entrecejo. Aunque quedaban siete hoyos.

Lahiri recuperó el liderato en el hoyo 11, un birdie en el par 5 más fácil del campo, un putt que la bola hizo la vuelta al mundo -se llama así cuando hace 360 grados- antes de embocar. Pero ya estaba desajustado porque cometió un bogey en el 14 porque el putt se le quedó corto. Brazos caídos y lamento contenido, dos golfistas para una corona, tres hoyos por completar, un mundo en Valderrama. Pudo sellarlo Sergio en el último par 3, pero cometió el error infantil de hacer tres putts. Respiro para Lahiri, que en el 17 tenía la bola en una chuleta pero usó un wedge para dejarla en green, para lograr un birdie de cinco metros que le ponía por delante. Pero llegó el hoyo 18 y ese putt de dos palmos, la tragedia bengalí. Dos hoyos después, acabado el desempate, Lahiri le dio la mano a su rival, un señor en la derrota, y recibió el consuelo de sus compañeros, DeChambeau a la cabeza. Sergio, unos metros apartado, festejaba con su mujer, con el caddie y con sus hijos Enzo y Azalea hasta que su compañeros de Fireballs -David Puig, Ancer y Chacarra, que también ganaron por equipo el playoff (3 millones más)- le regaron en champán. Gloria al rey de Valderrama que cierra así su falta de títulos desde octubre de 2020, entonces en el Sanderson Farms Champions del PGA Tour. Son 25 años ganando títulos en su carrera. El último, el LIV Andalucía, por más que lo tocara Lahiri. “No sé si soy el rey aquí, pero estoy bastante cerca. He conseguido muchas cosas bonitas y no se olvidarán”, resolvió, al tiempo que confesó que ya se está mirando una casa cerca del campo.

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