Una España impotente se desploma ante Países Bajos (29-21) y depende de una carambola para ir al preolímpico femenino de balonmano

Las Guerreras, fuera de los cuartos del Mundial, quedan a la espera de Montenegro, que este lunes se enfrenta a la anfitriona Suecia

Danila So Delgado lanza ante la oposición de Lois Abbingh.HANNIBAL HANSCHKE (EFE)

A la selección femenina de balonmano ya solo puede salvarle una carambola en sus aspiraciones olímpicas. Ante la poderosa Países Bajos fue la impotencia hecha balonmano (29-21), capituló nada más regresar del descanso y se olvidó muy pronto de los cuartos de final del Mundial, el gran objetivo porque le daba el billete directo a los preolímpicos. El desplome fue absoluto, aunque todavía le queda un hilo de vida para entrar en ese torneo y soñar con París 2024: depende de Montenegro, que este lunes se enfrenta a Suecia (20.30), una de las anfitrionas. Si pasa a cuartos o termina en novena posición del campeonato, España agarraría una plaza en el preolímpico, según detalló la federación a partir de un enrevesado sistema de clasificación. Las Guerreras no fallan en unos Juegos desde Pekín 2008 y verlos por televisión significaría una llamada de atención para el futuro.

Después de la quiebra ante la República Checa (30-22), las jugadoras españolas contaron que hicieron penitencia en el hotel, se reunieron, se conjuraron y apelaron a la fe. El efecto fue nulo. Las pérdidas -siempre las pérdidas- y un ataque raquítico sepultaron cualquier esperanza de victoria. Solo la rebeldía final de la novata Danila So Delgado (cinco tantos sin fallo), que compareció con todo liquidado, evitó unos números ofensivos todavía más famélicos. La selección se quedó el viernes en 22 dianas y este domingo aún fue peor. Los 21 emboques en un balonmano actual de grandes guarismos reflejaron el crac del ataque.

Así acabó un Mundial con malas sensaciones para España. Ante los rivales más flojos (Kazajistán, Ucrania y Argentina), atravesó tramos de dificultad; y frente a una potencia como Países Bajos y un conjunto en estado de gracia como la República Checa, el triunfo resultó una quimera. La llegada hace solo unos meses de Ambros Martín, el entrenador más exitoso del balonmano femenino español (cuatro Champions), no mejoró lo precedente. Él es el tercer técnico en este ciclo olímpico de tres años: Carlos Viver se despidió en Tokio 2021, José Ignacio Prades asumió el volante en el Mundial 2021 y el Europeo 2022, y en primavera aterrizó el canario.

“Asumo toda la responsabilidad”, sentenció Martín en declaraciones ofrecidas por la federación española. No puso paños calientes al varapalo. “Ha sido una impotencia total. No hemos tenido la calidad o clarividencia para resolver determinadas situaciones. Hemos entregado balones al contrario. Eso nos ha castigo mucho. Demasiados errores en este tipo de partidos se pagan. Es duro terminar un campeonato con esta sensación. En los dos partidos clave es cuando más fallos hemos cometido. Tenemos que buscarle una solución”, analizo el técnico, que también se refirió -”sin que eso sirva de excusa”- a los problemas físicos de algunas jugadoras.

El caso es que, a primera hora de la tarde, se abrió un pequeño claro en el cielo negro de España con la derrota de la República Checa ante Brasil (27-30). El ochomil que había por delante era el mismo, pero lo subiría con oxígeno. Ya no tenía que ganar por una diferencia de cuatro goles a Holanda para asegurar los cuartos, sino que le valía el empate. De nada valió.

Pérdidas y pobre ataque

Llegar al descanso con apenas nueve tantos fue la señal más clara de la muerte prematura. España irrumpió con un 2-4, agarrada a la energía de Paula Arcos, pero el fogonazo no prendió. La teoría la repitieron todas las jugadoras hasta la extenuación: había que limitar más que nunca las pérdidas para evitar el juego rápido de las neerlandesas. Lo mismo dio. El agujero negro de todos los días ahí seguía.

Y a eso se le unió un ataque obtuso, sin lanzamiento exterior, insistiendo sobre una zona central muy poderosa de las oranje, sin encontrar el juego por las alas y, además, errando algunos tiros claros. Durante 13 minutos, las Guerreras solo se apuntaron una diana (del 2-4 en el minuto siete se pasó al 8-5 en el 20). La defensa no estaba mal, pese al daño que le hacía el juego al pivote, pero las maniobras ofensivas discurrían en un túnel oscuro.

El secarral podría haber sepultado cualquier opción de España, pero Holanda tampoco era un primor. Perdía tantos balones al descanso como la selección (10). Sin embargo, solo tuvo que esperar a que la ley de la gravedad, merced a su evidente superioridad, hiciera su trabajo para ir abriendo brecha: 13-9 en el intermedio.

¿Qué no había que hacer a la vuelta de los vestuarios? Perder balones. Pues las tres primeras posesiones de España se fueron al infierno. Sin llegar al minuto cuatro, Ambros Martín tuvo que pulsar el botón del tiempo muerto y abroncar a las suyas como nunca se le había visto en el Mundial. Pero la historia ya estaba escrita. No había remedio. Nadie pudo frenar el hundimiento. Si a España le costaba encontrar los extremos, Países Bajos tenía una autopista sin peaje por fuera. Tres tantos en 15 minutos y el 21-12 echó el cierre a una tarde de impotencia para las Guerreras. París pasa por una carambola con Montenegro.

Países Bajos, 29 - España, 21

Países Bajos: Ten Holte; Malestein (5, 2p), Housheer (2), Broch (-), Dulfer (2), Nusser (2) y Van Wetering (2) —equipo inicial— Duijndam (ps), Van der Heijden (3), Abbingh (2), Haggerty (-), Smits (1), Sprengers (6), Vollebregt (-), Van der Vliet (3) y Polman (1).

España: Castellanos; Etxeberria (1), M. González (5, 1p), A. Fernández (2), Arcos (3), S. López (3) y Tchaptchet (-) —equipo inicial— Zoqbi (ps), M. López (-), Campos (-), Arderius (-), Somaza (-), L. González (-), So Delgado (5), Gassama (-) y P. Pérez (2, 1p).

Marcador cada cinco minutos: 2-2, 6-4, 7-5, 8-5, 10-7 y 13-9 (Descanso) 16-10, 19-12, 22-12, 25-14, 27-19 y 29-21 (Final).

Árbitros: Hansen y Madsen. Excluyeron dos minutos a Broch (2), Haggerty, M. González y Tchaptchet.

Arena Nord de Frederikshavn (Dinamarca). 1.314 espectadores.

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