Fútbol y política: ultras y periodismo bufandero

Desde la grada, Díaz Ayuso llamó “hijo de puta” al presidente; Incapaz de asumir el marcador, Feijóo reclamó la repetición del partido

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Protesta frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid el pasado miércoles.Jaime Villanueva

Las metáforas del fútbol, ese lenguaje universal, han desplazado a los tradicionales refranes a la hora de explicar campechanamente lo que nos pasa. Cuando alguien no se rinde, “tiene más moral que el Alcoyano” (el que no llora no mama); Cuando quien tiene, a priori, menos posibilidades, gana al favorito es porque “no hay equipo pequeño” (a gran subida, gran caída). Si algu...

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Las metáforas del fútbol, ese lenguaje universal, han desplazado a los tradicionales refranes a la hora de explicar campechanamente lo que nos pasa. Cuando alguien no se rinde, “tiene más moral que el Alcoyano” (el que no llora no mama); Cuando quien tiene, a priori, menos posibilidades, gana al favorito es porque “no hay equipo pequeño” (a gran subida, gran caída). Si alguien se esmera en su trabajo, “suda la camiseta” (a quien madruga, dios le ayuda). Si no entiende lo que sea, se equivoca o se precipita, se queda “fuera de juego” (loro viejo no aprende a hablar; no hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado). Si le engañan, le “cuelan un gol” (piensa mal y acertarás)… La apoteosis de esa contaminación lingüística se vivió la pasada semana en el Congreso de los Diputados, donde el debate de investidura de Pedro Sánchez parecía, por momentos, la narración de un partido con todos sus elementos, incluidos los insultos desde la grada, que fue desde donde la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, llamó “hijo de puta” al presidente.

El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, ha recurrido, cada vez que le han preguntado si apoyarán al Gobierno durante toda la legislatura, al socorrido “partido a partido” de Simeone. En su intervención durante la investidura, dijo, dirigiéndose a la bancada de la derecha: “Llevan ustedes 46 años diciendo que España se rompe (...) y ahora se rompe por la amnistía y quizá porque el Girona va primero en la Liga”.

En la moviola tuitera del debate, citando un vídeo en el que se veía a Rufián lanzar una advertencia a Sánchez – “No se la juegue”, le dijo—, el exfutbolista Luis Figo escribió: “Qué chulito el pseudocatalán”, a lo que el portavoz de ERC en el Congreso respondió con un enlace a la web de Hacienda para el pago de deudas.

El árbitro del partido, la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, tuvo que parar el juego varias veces para sacar tarjetas (todas amarillas): a Santiago Abascal por comparar a Sánchez con Hitler y hablar de “la dictadura de los votos”; a Feijóo, por remolonear en la tribuna, intentando ganar tiempo como los porteros que eternizan el saque de puerta cuando su equipo va ganando.

Aitor Esteban, del PNV, echó mano de otras disciplinas, pero después de todo, seguía habiendo una pelota, y dedicó nada menos que tres minutazos a desarrollar su metáfora deportiva. Desde la tribuna del Congreso, dirigiéndose a Sánchez, dijo: “A usted le gusta el baloncesto. A mí el rugby. Nadie le negará que suele tener la habilidad de encestar el inesperado triple decisivo del último segundo aunque haya ido a remolque todo el partido y tenga plantado al mismísimo Walter Tavares a centímetros frente a usted. Tras unas elecciones, a todos nos llega siempre un balón y hemos de decidir si jugar o no. Nos encontramos con la responsabilidad de dar una oportunidad a la legislatura o lanzar directamente el balón fuera de banda para acabar el partido. Creemos que lo que el electorado demanda es que lleguemos a acuerdos. Así que me encuentro con el balón en la mano, miro a un lado, miro al otro, si no lo suelto me van a arrollar y no tengo confianza en que vayan a venir en mi apoyo, así que voy a hacer lo que cualquier medio melé o apertura medianamente apañado haría: patada adelante y seguimos jugando (...) Pero ya nos conocemos todos del último partido. No espero que quienes apoyemos la legislatura vayamos a hacer muchos maul, esa jugada coordinada en la que un jugador tiene el balón en sus manos y es protegido por sus compañeros, todos a una, ganando metro a metro… Más bien me temo que este partido será una sucesión de rucks, la jugada en la que el balón está en el suelo y los jugadores porfían a empellones por cogerlo, apelotonados en un incomprensible desorden a ojos del espectador no habituado. También es parte del juego y hay que saber jugarlo”.

Incapaz de asumir el marcador, Feijóo volvió a afear a Sánchez que no se repitiese el encuentro para contentar a su afición (que “los españoles se expresen en unas nuevas elecciones”). Y la remontada era tan inesperada hace casi seis meses, cuando se convocó el partido el pasado 29 de mayo, que consumada la victoria, los jugadores del PSOE hicieron un pasillo al campeón, Pedro Sánchez, en el campo, es decir, el Congreso, dichosos por la oportunidad de seguir siendo titulares la temporada que viene.

Fuera, en la calle, esperaban los ultras. Uno de los agentes de los servicios de Información de la Policía Nacional revelaba hace unos días a este periódico que el comportamiento de los violentos que acuden cada noche a la sede del PSOE en la calle Ferraz es el de viejos conocidos del Frente Atlético y los Ultra Sur. Lo peor del fútbol contamina a lo peor de la política. Diputados del Congreso se concentran frente a la sede de un partido como esos energúmenos que esperan en el estadio la llegada del autobús del equipo rival para abuchearlos, y algunos medios de comunicación empiezan a ejercer ese periodismo bufandero en el que todo lo que hacen los tuyos está bien y todo lo que hacen los otros está mal. Qué pésima idea que los narradores salten al campo.

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