Alcaraz descubre los cuartos de Wimbledon
El número uno neutraliza el optimista arranque de Berrettini (3-6, 6-3, 6-3 y 6-3, tras 3h 05m) y se luce al resto antes de chocar con el impetuoso Holger Rune
Se inclinan las rampas en Wimbledon y cuando otros tuercen el gesto en dirección a las alturas, él, el cuartofinalista más joven del torneo desde 2014 –entonces el incontenible australiano Nick Kyrgios–, sonríe. Sigue pasándoselo bien Carlos Alcaraz, de nuevo airoso ante el envite del rival. “Sabía que iba a ser muy duro, él [Matteo Berrettini] es un gran jugador y estaba jugando muy bien, pero sabía que iba a tener mis oportunidades. Tenía que seguir concentrado porque estoy trabajando en eso,...
Se inclinan las rampas en Wimbledon y cuando otros tuercen el gesto en dirección a las alturas, él, el cuartofinalista más joven del torneo desde 2014 –entonces el incontenible australiano Nick Kyrgios–, sonríe. Sigue pasándoselo bien Carlos Alcaraz, de nuevo airoso ante el envite del rival. “Sabía que iba a ser muy duro, él [Matteo Berrettini] es un gran jugador y estaba jugando muy bien, pero sabía que iba a tener mis oportunidades. Tenía que seguir concentrado porque estoy trabajando en eso, en no perder la cabeza, y creo que lo he hecho genial”, valora el español, solvente otra vez pese a comenzar a remolque (3-6, 6-3, 6-3 y 6-3, tras 3h 05m). Enfila ahora con decisión hacia el danés Holger Rune y advierte: “Esto es algo que quería. El año pasado perdí en la cuarta ronda y quería llegar a los cuartos. Estoy con hambre de más”.
Preguntado hace unos días sobre cuáles de sus condiciones destacaría, Alcaraz mencionaba la elasticidad y la explosividad, atributos de los que hace gala estos días en Wimbledon. Nadie maniobra con tanta cilindrada como él y solo Novak Djokovic, el hombre de goma, es capaz de dilatar tanto su musculatura en la estirada. Le obliga a la extensión Berrettini una y otra vez, pero el italiano se encuentra con un cazador de moscas que todo lo alcanza y casi todo lo devuelve. Ahí hay un gato. Al resto, el murciano luce palmito y somete al rival a un maquiavélico juego de precisión: por mucho que afines, ahí voy a estar yo. El tallo romano (27 años y 1,96) busca las líneas en el servicio, angula, rectifica para engañar o bien tira al cuerpo. Todo lo prueba. Los porcentajes son notables, pero a cada pelotazo llega la herramienta; progresivamente decrecen, al compás de la desconfianza del bombardero.
En Wimbledon, el salvaje oeste a la inglesa, todo transcurre a una velocidad de vértigo. El tiempo de reacción para impactar es mínimo y el registro exige jugar todo el rato con el agua al cuello. Alcaraz, así lo ha demostrado, es demoledor cuando la franja entre la interpretación y el golpe crece un par de décimas sobre tierra y cemento, y va ahora entendiendo que para adquirir la misma presteza sobre el verde debe recurrir a nuevos automatismos. Los tiene. En ese maletín hay abundancia. Más conservador con el drive, emplea con desparpajo el cortado y explota una estupenda coordinación de pies. Aunque el tono exhibido hasta este punto del torneo no sea tan exuberante como en otros episodios de su corta carrera, le vale para ir despachando adversarios y adentrarse en la franja dulce con aspiraciones, sabiendo que el todopoderoso Djokovic compite varios cuerpos por delante.
Anhela el español el cruce con Nole el próximo domingo y en el trazado hacia la fecha sigue reuniendo buenos argumentos para lograrlo. Tras dos adversarios dóciles (Jeremy Chardy y Alexandre Müller) y bien resuelta la prueba de Nicolás Jarry, de oficio sacador, supera también el primer duelo con uno de los escasos tenistas que dominan hoy días los códigos del césped. Descarrilado en los últimos tiempos a consecuencia de las lesiones, Berrettini sabe lo que hace. Se desplaza bien, lifta cuando procede y despide latigazos con la derecha, atenuando a la vez la tara que tiene en un revés más deficitario en otros territorios. Finalista hace dos años, 38º en el ranking y tratando de reengancharse ahora a la zona noble después de no pocos lloros, apacigua la impetuosa salida de Alcaraz y araña la rotura al octavo juego para decantar el primer parcial.
Descifrar los momentos
La tarde empieza cuesta arriba para el número uno y tras los días de lluvia, esta vez pide paso el viento; no excesivo, pero sí latente, lo suficientemente molesto como para que condicione la forma de pegar. Un hermosísimo tiro entre el poste de la malla y la silla del juez activa definitivamente la correa de transmisión del murciano, entero pese a la concesión y cada vez más suelto, creciente. Sudores fríos para Berrettini, obligado a apagar varios fuegos hasta que cede –cuarto juego del segundo set– y el pulso cambia definitivamente de tendencia. En ningún momento ha terminado de estar cómodo el romano y mucho menos cuando Alcaraz encuentra la temperatura óptima en la acometida. Mazo en mano, este amenaza sin parar, como buen cabezón murciano, y no solo ha recuperado el terreno perdido –difícil esto ante un sacador– sino que se agranda en el instante que procede.
Ahí está la diferencia: los buenos y los mejores. Saber descifrar los instantes e identificar el clímax anímico de los partidos. Sabe cuándo y dónde pegar el español, que al quinto intento derriba el muro. Tiene olfato, tiene instinto. Eso no se entrena. Obtenido el break, tercer juego de la tercera manga, marca el ritmo y Berrettini hace la goma. Se cierra el techo, luz artificial. Sobre el alambre, el italiano no pierde el temple ni se deja impresionar, elogiable su respuesta después de tantos meses de curvas, de enfermería y de malos ratos. Pero en la central se sospecha que un momento u otro va a dar el paso en falso. Se sostiene, pero no intimida. No aprieta. Su casillero de aces se queda en nueve, escasísima cosecha para un pegador cuyo rendimiento va directamente asociado a dicho apartado. 15 opciones de quiebre se procura Alcaraz, tres él.
Saca pecho el vencedor en dirección a los cuartos y divisa en el horizonte inmediato a su amigo Rune, el nórdico revoltoso, competidor emergente pero todavía incierto. “Es genial jugar contra Holger, dos jóvenes consiguiendo sus sueños y luchando en cuartos de final es bueno para el tenis. He coincidido con él en muchos torneos desde que teníamos 12 años, hemos crecido juntos”, recuerda. La historia va de jóvenes, pero en cuestión de cocciones y procesos, al de El Palmar no hay compañero de quinta que hoy le haga sombra.
“NADA ME SORPRENDE, SÉ LO QUE SOY CAPAZ DE HACER”
“No hat today, se me ha olvidado…”, dice Alcaraz antes de tomar asiento para departir con los periodistas. El murciano no luce esta vez el gorro playero que portó desde el primer día en Wimbledon y que, dijo, llevaría si la historia iba bien e iba ganando partidos. Deja, pues, a un lado la superstición y se expresa igualmente satisfecho, puesto que ya encadena nueve triunfos en hierba este curso. Nueve de nueve. ¿Asombrado?
“Ya pasé esa fase. Ahora mismo, con la confianza que tengo, con el nivel al que vengo jugando, nada me sorprende. Sé las capacidades que tengo, lo que soy capaz de hacer. Yo creo que estoy preparado para hacer grandes cosas aquí. Obviamente, estoy muy contento con el nivel que he mostrado y para bada me sorprende haberle ganado a Matteo, de estar en cuartos y del nivel al que estoy jugando”, afirma.
Habla el número uno después de haber ofrecido un recital en la devolución y de haber sido el primer en quebrar el servicio de Berrettini, que en los tres partidos previos del torneo solo había brindado seis oportunidades de break.
“Creo que ha sido uno de los mejores partidos que hecho al resto. Me considero un jugador que resta muy, muy bien”, precisa. “Es algo que vengo trabajando mucho con Juan Carlos [Ferrer, su técnico], con mi equipo. Es algo que en cada entrenamiento le ponemos mucha concentración, que queremos mejorar cada vez más. No hay secreto. Al final, si le pones trabajo a algo y quieres mejorar, vas a mejorarlo. Es algo que he trabajado mucho. La clave es la concentración, la velocidad de reacción, ver la bola antes”, zanja.
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