“No la odio, pero no la respeto”. Kostuyk, Sabalenka y el conflicto latente en el tenis
La ucraniana niega el posado y el saludo protocolario con la bielorrusa, la central de París pita y el ambiente se enrarece por la injerencia de la guerra en el circuito
Llueve sobre mojado en París. No cae gota alguna, sino que luce radiante el sol y no hay el más mínimo rastro de agua, pero en la central se mastica la tensión antes, durante y después del choque que protagonizan en la apertura del torneo la número dos del mundo, Aryna Sabalenka, y la trigésima novena, Marta Kostyuk. No sorprende la escena, la tensión es latente. Viene de lejos. Bielorrusia, Ucrania, la guerra. Antes de que comience el duelo, resuelto sin mayor complicación por la favorita, 6-3 y 6-2 (1h 11m), la segunda, Kostyuk, se niega a hacer el protocolario saludo habitual y entre pelote...
Llueve sobre mojado en París. No cae gota alguna, sino que luce radiante el sol y no hay el más mínimo rastro de agua, pero en la central se mastica la tensión antes, durante y después del choque que protagonizan en la apertura del torneo la número dos del mundo, Aryna Sabalenka, y la trigésima novena, Marta Kostyuk. No sorprende la escena, la tensión es latente. Viene de lejos. Bielorrusia, Ucrania, la guerra. Antes de que comience el duelo, resuelto sin mayor complicación por la favorita, 6-3 y 6-2 (1h 11m), la segunda, Kostyuk, se niega a hacer el protocolario saludo habitual y entre peloteo y peloteo predomina la absoluta frialdad; luego, zanjado el último punto, ambas se retiran a sus respectivas sillas y desaparece también la felicitación final. No hay apretón de manos. Solo pitos, abucheos. La vencedora no entiende nada y mira a todos lados; al juez, a su banquillo, a la grada.
“En la pista, por mi estilo, soy agresiva, pero fuera de ella trato de ser positiva e intento quedarme con lo bueno. Si a la gente no le gusto o me odia, lo entiendo; es su decisión, no creo que deba demostrar si soy buena persona o no”, responde ante los periodistas Sabalenka, probablemente la mejor jugadora de esta temporada –en pugna con Elena Rybakina– y que cuando supo que el sorteo del jueves la había emparejado con Kostyuk, ya adivinaba que el de este domingo iba a ser un cruce forrado de espinas, más allá de lo deportivo. La joven ucrania, de 20 años, ya se había comportado así ante Victoria Azarenka, también bielorrusa, el año pasado, y hace dos meses ante la rusa Victoria Gracheva. Máxima distancia de por medio.
“¿Difícil para ella? Lo siento…”, se compadece con ironía, al entender que Sabalenka y el resto de los representantes rusos o bielorrusos no se han expresado con la rotundidad necesaria respecto a la ofensiva militar sobre su país. “No sé por qué es una situación difícil para ella, todos ellos lo dicen desde que empezó la guerra y no veo por qué. Dentro de dos semanas podría ser la número uno en uno de los deportes más conocidos... Hay un 85% de la población de Rusia que apoya la guerra y que nunca ha dejado el país; ella, que viaja por el mundo, que habla en muchas plataformas para millones de personas en todo el mundo, las usa solo para evitar su responsabilidad de tener una opinión sobre una de las cosas más importantes. Así que no la odio, pero no la respeto”, afirma contundente.
Desde que Vladimir Putin diera luz verde a la invasión de sus tropas, en febrero de 2022, el deporte no ha sido ajeno al conflicto y sufre los efectos colaterales. En el caso del tenis, Wimbledon prohibió la temporada pasada que compitieran jugadores rusos y bielorrusos –medida rectificada para la próxima edición, a partir del 3 de julio– y en el ambiente del vestuario se respira relativa tirantez; sin llegar a la que se proyecta desde algunos foros, pero sí cierta incomodidad por las reiteradas cuestiones y la insistencia en el asunto, soterrado pero al mismo tiempo presente. Desde los departamentos de comunicación de la ATP y la WTA se tratan de controlar la exposición y los mensajes, pero actitudes y discursos como los de Kostuyk sortean el círculo preventivo.
Competir sin nacionalidad
Se da la circunstancia de que en la actualidad, tanto por el circuito masculino como por el femenino desfila una extensa nómina de jugadores de los países implicados. En concreto, siete tenistas del top-100 de la ATP son rusos o bielorrusos y figuran 12 en el de la WTA, donde además hay cuatro ucranias clasificadas entre las cien mejores.
“Yo nunca he dicho que ella [Sabalenka] apoye personalmente la guerra, pero la guerra ya estaba ahí hace mucho y los periodistas deberíais preguntar a estos deportistas quién quieren que la gane; si lo hicierais, no estoy seguro de que dijeran que Ucrania... Conozco personalmente a tenistas que la apoyan”, subraya Kostyuk, que recientemente encontró apoyo en su compatriota Anhelina Kalinina, finalista en Roma. “No nos hemos dado la mano porque ella es rusa. No es nada personal. No es ningún secreto por qué no lo hice; ese país ha atacado a Ucrania… Sí, esto es deporte, pero también tiene algo de política”, razonó cuando evitó el saludo con Veronika Kudermetova, de 26 años.
En líneas generales, los representantes de Rusia y Bielorrusia han ido transmitiendo su rechazo al conflicto armado y, cansados de recibir preguntas, prefieren ceñirse a lo estrictamente deportivo. El moscovita Andrey Rublev, afincado en Barcelona desde hace años, ha sido el que ha manifestado una posición más firme contra la maniobra de su país. “No puedes actuar como si no pasara nada. Espero que pronto haya paz en todas las naciones”, ha reclamado varias veces. Entretanto, en la rotulación oficial de los torneos –pistas, retransmisiones televisivas, rankings…– siguen sin mostrarse banderas de Rusia y Bielorrusia y los tenistas compiten oficialmente sin nacionalidad, ceñidos a las directrices impuestas desde los organismos y la Federación Internacional de Tenis (ITF).
“Sabemos que no nos dan la mano y a nosotras no nos sorprende, pero el público lo ha interpretado como una falta de respeto. Al principio pensé que me abucheaban a mí…”, dice Sabalenka al explicar su reacción pospartido. “No siento que me odien”, matiza, citada en la siguiente estación del torneo parisino con su compatriota Yrina Shymanovich. “Lo he dicho muchas veces: ningún deportista ruso ni bielorruso apoya la guerra. Nadie. ¿Cómo vamos a hacerlo? Por supuesto que no. Si pudiéramos detenerla, lo haríamos, pero por desgracia eso no está en nuestras manos”, concluye.
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