Cómo un pequeño club de Palma ha llegado a pelear por la Champions de fútbol sala
El equipo, trabajador, modesto y vendedor por exigencia, se mide a secciones de grandes clubes de fútbol en la Final Four
Todo el reino del fútbol sala está ocupado por las acaudaladas secciones de clubes de fútbol, caso del Benfica, el Sporting de Portugal y el Anderlecht, finalistas de la Final Four. Mejor dicho, casi todo. Una isla poblada por irreductibles jugadores resiste al invasor. Es la Galia Mallorca y el Palma Futsal, los Asterix y Obelix del balón, semifinalistas y anfitriones europeos que este viernes pelean ante el Benfica (21.00 por Gol Play) por meterse en la final del domingo. “Nuestra poción mágica es el ...
Todo el reino del fútbol sala está ocupado por las acaudaladas secciones de clubes de fútbol, caso del Benfica, el Sporting de Portugal y el Anderlecht, finalistas de la Final Four. Mejor dicho, casi todo. Una isla poblada por irreductibles jugadores resiste al invasor. Es la Galia Mallorca y el Palma Futsal, los Asterix y Obelix del balón, semifinalistas y anfitriones europeos que este viernes pelean ante el Benfica (21.00 por Gol Play) por meterse en la final del domingo. “Nuestra poción mágica es el trabajo”, resuelve el presidente, Tomeu Quetglas. “Eso y el compromiso de mejorar a cada año, por crear una cultura de deporte que no existía en la isla”, se suma José Tirado, desde hace 14 años el director general y deportivo de la entidad. “Hemos crecido tanto que hemos pasado de amateur a profesional en todos los aspectos. Lo único que se mantiene es el nombre del club”, añade el técnico, Antonio Vadillo.
25 años de historia. El club nació hace 25 años, cuando un técnico del Ayuntamiento de Manacor llamó al ya fallecido expresidente de la entidad, Miquel Jaume, con la necesidad de darle uso al pabellón de la localidad. “¿Y si hablamos con un grupo de peñas que hacen una liga y creamos un equipo?”, le preguntó Jaume minutos después a su amigo Quetglas. Éxito total porque ascendieron de forma continuada hasta llegar a Segunda. Pero todo eclosionó en 2010, ya en Primera, cuando se instalaron en Palma porque el pabellón se quedaba chico para las exigencias de la liga. “Ahí nos dimos cuenta de que la gente quería sala”, reflexiona Quetglas. Y de las 20 personas que veían los primeros partidos pasamos a los más de 3.300 en cada envite. “En eso también ayuda mucho la Fundación”, argumenta Tirado en referencia a la Fundació Palma-Futsal, que se creó hace poco menos de tres años; “como ayuda la iniciativa de recoger en tres autocares a gente de tres pueblos distintos para acercarlos al día de partido, hacerles un recorrido por el club…”. Otra iniciativa es que los jugadores visitan 115 colegios al año para dar conferencias. Con la comunión de la grada y el trabajo bien hecho, el equipo está ahora en la Final Four, también peleando por la Liga con el Barça, que tiene un punto más y un partido menos. “Es un temporadón y si ganamos algún título, que ya le toca al club porque todavía no hemos logrado nunca ninguno, sería matrícula de honor”, dice el portero y capitán Carlos Barrón.
Modestos pero autosuficientes. Con el fallecimiento del mecenas Jaume hace dos años, se rebajaron los sueldos. “Ahora hay una junta gestora, un grupo de amigos para sacarlo adelante”, desvela Tirado. Al frente, Quetglas, que revela: “No tenemos naming ni queremos un patrocinador principal porque dejaríamos de ser nosotros mismos y tendríamos una dependencia”. Recoge el testigo Tirado: “Esta política nos hace ser autosuficientes”. Aunque también tienen respaldo institucional. “El 18% del presupuesto viene de ayudas públicas, más la cesión del pabellón, que nos lo pone el Ayuntamiento”, acota Tirado. “Y luego está el Govern y el Consell insular, que nos ayudan económicamente porque les vendimos que jugábamos en la Champions”, ahonda Quetglas. Ello resulta en un presupuesto de 1,2 millones anuales, muy lejos del Barça -cerca de seis veces más- o del Benfica y Sporting, que al menos los triplican. “El salario medio de los jugadores está entre los 30.000 y los 40.000 euros”, reseña Tirado. “En otros clubes de élite se cobra más. Por eso se van tantos”, apostilla Barrón, licenciado en Ciencias y Educación Física del Deporte porque sabe que tendrá que trabajar cuando se retire.
Club trampolín. Acostumbrados a que se les lleven a los mejores jugadores -este curso el Benfica pagó las cláusulas de Nunes e Igor; y en el próximo verano se marcharán Tomaz y Eloy Rojas-, el Palma debe reconstruirse cada año. “Aunque hacemos contratos largos, no podemos retenerlos frente a los salarios de los grandes equipos. Por eso somos el equipo de la última década que más traspasos ha hecho”, refleja Tirado. “Somos club-escaparate”, acepta Quetglas. Tampoco es una contrariedad para Vadillo: “Del equipo de hace dos años solo nos quedan tres jugadores, pero siempre llegan otros y crecen”. Por eso la filosofía es invertir en jóvenes con talento y potencial de crecimiento, centrados en el mercado brasileño y argentino, aunque también el iraní porque cuentan con Tayebi y Moslem. “Hemos abierto un melón y nos hemos anticipado por el hecho de atrevernos a traerlos. Debemos arriesgar como club”, esgrime Tirado; “y acertamos más que fallamos, por lo que nos hemos ganado el respeto del mundo del fútbol sala porque los jugadores saben que si vienen se revalorizan”.
Balón y cervecitas. “Los elogios debilitan. ¡Estamos para competir y bajar al barro, para darlo todo y sufrir!”, suelta Vadillo al acabar una sesión de hora y 50 minutos a una intensidad que quita el hipo. Aunque varios jugadores se le acercan y le dicen: “Míster, estamos para otras dos horas”. Vadillo ríe. “Mi mayor orgullo es que me siento muy identificado con el equipo, con la idea y la metodología de entrenamiento”, aclara. Una que se basa en el vídeo. “El primer entrenamiento es un vídeo. Les digo: ‘Esto es lo que quiero’. Y desde ahí empezamos a crecer”, subraya. Aunque es algo moldeable porque han pasado de ser un equipo muy bueno en lo defensivo a ser ahora el más goleador en transiciones y ataques rápidos, con Luan como portero-jugador. “Eso depende de las características de los jugadores, yo me amoldo”, considera. Los futbolistas lo agradecen, como también su flexibilidad, pues siempre les deja tomarse un par de cervecitas en los días de asueto. Como hace dos semanas, cuando se encontraron todos en la playa para jugar a futvoley. No faltaron las bromas de Rivillos y Cléber, los más graciosos del grupo. “Pero cuando más nos reímos es cuando hay un caño en los rondos. Eso es mortal”, apunta Barrón, que también desliza que los Dj’s del equipo son los brasileños.
En casa, por descarte. Esta Final Four es la ocasión ideal para el Palma Futsal, anfitrión porque al principio se tenía que celebrar en Polonia, pero la UEFA lo rechazó por la proximidad con Ucrania, también porque los portugueses tienen jugadores rusos que no podían entrar en el país. La UEFA, entonces, pidió a los cuatro finalistas que presentaran su candidatura. Solo lo hizo el Palma y, aunque no se celebrará en su estadio habitual, se jugará en el Velòdrom, pabellón cuya remodelación ha impulsado el organismo internacional con una inversión de más de medio millón. Para ellos el torneo empieza con el Benfica. “Tiene una de las mejores plantillas del mundo. Pero podemos competirles porque el dinero y los nombres de las camisetas no ganan todo”, apunta Tirado. “Nuestro presupuesto es calderilla para ellos. Pero a trabajar no nos gana nadie”, desliza Quetglas. “Esto es 40x20 y cinco contra cinco. Si jugamos a nuestro nivel, tendremos posibilidades”, añade Vadillo. “Es nuestro momento”, remata Barrón. Así que en unas horas, en el vestuario del Palma se escuchará el grito de antes de cada partido: “¡Uno, dos, tres, equipo!”.
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