Vollering-Van Vleuten: la fábula del cocodrilo y la gacela en la Vuelta a España femenina
La rivalidad entre las dos ciclistas neerlandesas marcará la primera ronda española, del 1 al 7 de mayo, de Torrevieja a Lagos de Covadonga
Cuando hablan de ciclismo en femenino, en Holanda hablan de zoología, de cocodrilos y de gacelas. Hablan de las dos mejores ciclistas del mundo, Annemiek van Vleuten y Demi Vollering, de su mentalidad y su hambre, de su cabeza y de su transformación. Hablan así de las dos estrellas que, se cree, dominarán todos los debates en la ...
Cuando hablan de ciclismo en femenino, en Holanda hablan de zoología, de cocodrilos y de gacelas. Hablan de las dos mejores ciclistas del mundo, Annemiek van Vleuten y Demi Vollering, de su mentalidad y su hambre, de su cabeza y de su transformación. Hablan así de las dos estrellas que, se cree, dominarán todos los debates en la primera Vuelta a España femenina, que empieza el lunes, el 1 de mayo, en Torrevieja (Alacant), con una contrarreloj por equipos, y termina el domingo 7 en la cima de los Lagos de Covadonga, en Asturias. Salsa holandesa.
La fábula de la joven ambiciosa, Vollering, de 26 años, y la vieja campeona, Van Vleuten, de 40, la escribía hace nada Thijs Zonneveld, ciclista y periodista holandés: “Una hembra de cocodrilo de unos dos metros finge en el agua ser un tocón de árbol. Espera horas. Una garza pasa saltando, pero ella la deja correr. Un pato pasa volando, pero ella lo deja volar. Espera, espera y espera un poco más. Hasta que una tierna y desprevenida gacela se acerca a beber un sorbo de agua... El cocodrilo salta, muerde, traga”.
Van Vleuten, la veterana, que el 2022 lo ganó todo, ganó el Mundial, el Giro, el Tour, la Lieja y lo que se llamaba Vuelta, era el cocodrilo devorador; la tierna Vollering, la gacela devorada en Los Vosgos del Tour de Francia.
Vollering creció a la sombra de Anna van der Breggen, otra campeona de los Países Bajos, el país donde nacen todas, y gran rival de Van Vleuten. Con ella como protectora, lanzadora y ayudante, Vollering ganaba sin preocupaciones, sin sentirse responsable, sin sentir presión. En 2021 se apuntó Lieja y el Tour femenino. Cuando se retiró su manto, Vollering cargó el mundo sobre sus hombros, y chocó una y otra vez con el mismo muro, uno con un traje azul y una M de Movistar en el pecho, Van Vleuten. Como Vollering, todo el pelotón se sentía derrotado. Muchas ciclistas entraban en pánico, entrenaban aún más duro, intentaban comer aún menos. Vollering trabajó consigo misma, no sólo físicamente, sino también mentalmente. Ya habló abiertamente de ello el invierno pasado, y aún más después de su victoria en la Flecha Valona. “Tenía miedo de perder”, dice la corredora, que vive y se entrena en Suiza, las montañas, la naturaleza, y se mueve por el mundo en autocaravana con su perro, Flo, y hace yoga. “El yoga o la meditación son herramientas que te hacen la vida más fácil. Aprendes a lidiar con tus pensamientos, a entenderte mejor. Si tu cuerpo y tu mente están en forma, todo es más sencillo”.
Con Van Vleuten, su némesis, Vollering no tiene buena relación. Tampoco con la mayoría de las corredoras neerlandesas que, en 2021, después de los Juegos de Tokio y el Mundial de Lovaina, le echaban en cara el egoísmo de correr pensando solo en ella. Después de este invierno y todo el trabajo psicológico, es otra corredora. Mucha más confianza. No tiene miedo.
En 2023, la fábula es la misma, y la moraleja también, pero los papeles se han intercambiado. El cocodrilo viste ahora un conjunto rosa-violeta-amarillo. Vollering corre tumbada, escondida en el pelotón, esperando su oportunidad. En ocho días, domingo, miércoles, domingo, ganó Amstel, Flecha, Lieja, el tríptico de las Ardenas con el que no pudo entre los hombres Tadej Pogacar. Van der Breggen, la última ganadora del tríptico, ya no la conduce desde su bicicleta, sino desde el coche de directora de su equipo, el SD Worx, y además la entrena. En años anteriores, Vollering habría atacado a destiempo, se habría peleado con unas y con otras, habría cerrado huecos inútilmente. “Habría sido la gacela, saltando, brincando, corriendo de un lado a otro, hasta que le hubiera entrado sed y habría buscado un abrevadero para beber un sorbo de agua”, escribe el fabulista Zonneveld, en cuyo cerebelo aún bulle el sueño fantástico de construir una montaña artificial en los Países Bajos para que la gocen los ciclistas.
Vollering se ha atrevido a perder y se ha convertido en invencible. La prueba de su valor y del cambio llegará en la Vuelta. El Mirador de Riaza, Lagos, las montañas que tanto le gustan a Van Vleuten, amante de entrenarse en Colombia, capaz de masacrar al pelotón en el Tour pasado para ganar el maillot amarillo atacando en Alsacia, y la remató en la Planche des Belles Filles –y allí le sacó más de tres minutos a Vollering, segunda–, le darán la oportunidad de volver a ser el cocodrilo que siempre fue, de borrar de la cabeza de la afición la sospecha de que, campeona testaruda siempre, el último año de su carrera será el año de más.
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