Raducanu, una niña y la doble cara de la precocidad en el tenis
La rusa Andreeva impacta y gana en Madrid a los 15 años, mientras que la mediática inglesa cae en picado y abandona el torneo sin saltar a la pista
Madrid, territorio complejo en esto del tenis, ofrece una bifurcación al poco de echar andar el torneo. A mediodía del miércoles, una niña llamada Mirra Andreeva derrite a Leylah Fernández, subcampeona del US Open hace dos temporadas, y vuelve a demostrar que las pistas no distinguen de edades ni condiciones. Con 15 añitos, la rusa logra su primer triunfo en un escenario de nivel (6-3 y 6-4) y rompe el cascarón a lo grande. Enseguida se disparan los titulares rimbombantes, las hipótesis, el ha nacido una estrella… que hace no demasiado se le asignaba a Emma Raducanu, la sensación que en...
Madrid, territorio complejo en esto del tenis, ofrece una bifurcación al poco de echar andar el torneo. A mediodía del miércoles, una niña llamada Mirra Andreeva derrite a Leylah Fernández, subcampeona del US Open hace dos temporadas, y vuelve a demostrar que las pistas no distinguen de edades ni condiciones. Con 15 añitos, la rusa logra su primer triunfo en un escenario de nivel (6-3 y 6-4) y rompe el cascarón a lo grande. Enseguida se disparan los titulares rimbombantes, las hipótesis, el ha nacido una estrella… que hace no demasiado se le asignaba a Emma Raducanu, la sensación que en 2021 conquistó Nueva York –sin ceder ningún set en 10 partidos a sus 18 años–, precisamente al batir a Fernández (hoy día 20) en una final que supuso un canto a la juventud.
A partir de ahí, Raducanu se cubrió de oro. Reino Unido, huérfano de héroes y heroínas tras el declinar físico de Andy Murray, se frotaba las manos al haber dado (supuestamente) con un nuevo icono, en un deporte inventado además por los propios ingleses. Su nombre irrumpió con un ciclón en la revista Forbes –ingresó en 2022 cuatro millones de dólares más (18,7) que la número uno, la polaca Iga Swiatek (14,9)– y las firmas comerciales se le echaron encima; mestizaje, frescura, proyección; el gancho ideal para captar la atención de esas nuevas generaciones que viven a golpe de Instagram y para esa nueva forma de interpretar el presente, tan marcado por la exposición, la brillantina, los productos que vienen y van. Hoy por hoy, ella es uno de ellos.
El martes, Raducanu resolvió el turno de atención a los periodistas en 58 palabras; la británica se mostró esquiva ante las 16 preguntas formuladas y respondió prácticamente con monosílabos y a regañadientes, dolida porque considera que el trato dispensado por parte de los medios de comunicación de su país no termina de ser del todo justo.
– ¿Cuál es tu estado físico esta semana?
– Bueno.
– ¿Las muñecas?
– Están bien.
– ¿Has hecho algo diferente con ellas?
– No.
[...]
– Es posible que te enfrentes a Jodie Burrage si gana. Ella es una de tos amigas, ¿no?
– Sí.
– Así que, ¿sería bonito?
– Sí, por supuesto.
– ¿Quieres decir algo sobre Jodie?
– Sí, me encanta.
– ¿Qué piensas del cuadro aquí?
– Es el que es.
[...]
“No nos lo estás poniendo fácil. ¿Estás haciéndolo a propósito?”, le planteó finalmente uno de los reporteros, que encajó otro “no” tajante de la jugadora, quien a la mañana siguiente, justo antes de debutar en el cuadro principal frente a Viktoriya Tomova, comunicó a la organización del torneo su decisión de abandonar y no jugar. La razón oficial, unas molestias en la mano derecha.
Es Raducanu el caso más evidente de la vorágine de estos tiempos, de cómo los nuevos talentos pueden llegar a hacer cumbre muy rápido y luego marchitarse a la misma velocidad. La inglesa –nacida en Toronto, de ascendencia china y rumana, y criada en Bromley (Londres)– llegó a ser la décima mejor tenista del mundo, pero hoy día ocupa el puesto 85ª de la WTA y cuando finalice la cita de Madrid desaparecerá de entre las 100 mejores. El curso pasado firmó 17 victorias y 19 derrotas, y en este el balance se resume en 5 y 5, con dos caídas en primeras rondas antes de su fugaz paso por la capital española. En 18 meses, ha cambiado seis veces de entrenador y hace poco contó que después del Open de Australia decidió eliminar las aplicaciones de Whatsapp e Instagram de su teléfono, aunque la dinámica no ha cambiado.
Cae crudamente en picado mientras florece ahora Andreeva, otra prometedora ascensión que ofrece la tentación de asociarla de inmediato al estrellato: contratos, agentes, más y más dólares. Lo demasiadas veces visto en estos últimos tiempos. Nacida en 2007, desde ya debe aprender a lidiar con la presión y las prisas del exterior para que todo transcurra a la velocidad de la luz. Ella y Raducanu, la doble perspectiva del éxito repentino. Bien lo sabe Paula Badosa, campeona júnior de Roland Garros y que este jueves debuta (hacia las 14.30, Dazn) ante Elisabetta Cocciaretto; otra joven que pagó el vértigo.
De Badosa a Gauff
“Me inflaron la cabeza y sufrí una depresión. No estaba preparada para asumir todo lo que me decían. No me benefició. La situación me vino muy grande porque era muy joven”, contó a este periódico la española en 2020. “He estado viviendo en mi propia burbuja. Hay veces en las que pasa por etapas en las que quieres centrarte en ti misma. Estaba satisfecha con mi vida sin redes, así que decidí continuar así. He aprendido a que, sin importar lo que hagas, sea bueno o malo, la gente va venir y va atacarte sin distinción”, lamentaba Raducanu en unas declaraciones efectuadas el mes pasado, cuando competía en Indian Wells (California).
Su salida de la Caja Mágica coincidió con el bocinazo en la élite de Andreeva, tres del mundo júnior y que con su victoria se unió a Cici Bellis (Miami 2015) y Coco Gauff (Miami 2019) como las más jóvenes a la hora de ganar un partido en un WTA 1000, la segunda categoría de torneos tras los Grand Slams. Finalista del Open de Australia en enero [en su franja de edad], ha ido coleccionando resultados reseñables y este año ha firmado 14 triunfos, por ninguna derrota; es la 194ª en el listado mundial, el sábado cumplirá los 16 y hoy se medirá con Beatriz Haddad-Maia, una década mayor que ella.
“Puedo comparar mi juego con el de Ons Jabeur [tunecina, finalista de Wimbledon y el US Open]; cambio de ritmos, busco efectos y hago muchas dejadas; mi revés es mi mejor arma”, se describe la rusa, el último fogonazo en el circuito femenino; a partir de ahora, seguida por los exigentes ojos escrutadores del profesionalismo y la audiencia. Desde ya mismo, a prueba.
LANDALUCE CAE EN SU ESTRENO EN CASA
La jornada de este miércoles fue próspera para el tenis español, que no estuvo lejos del pleno. En el cuadro de la ATP, tan solo Martín Landaluce no logró a sortear a su rival. El joven madrileño, de 17 años y último campeón del US Open júnior, sigue adentrándose en la élite y disfrutó de su primer partido en el cuadro principal del torneo. No pudo con el veterano Richard Gasquet (6-2 y 6-1). Antes vencieron Albert Ramos (4-6, 7-6(3) y 6-2 frente a Ilya Ivashka), Roberto Carballés (doble 6-4 a David Goffin) y Jaume Munar (7-6(7) y 7-6(3) a Thanasi Kokkinakis).
En el cuadro femenino, Rebeka Masarova se impuso a Cristina Bucsa (6-3, 5-7 y 6-4) y la aragonesa Irene Burillo a Kaia Kanepi (6-7(5), 6-2 y 6-4); también progresó la granadina Nuria Párrizas (6-3 y 6-0 a Anna Blinkova). En su primera aparición, Marina Bassols chocó con la experiencia de Marketa Vondrousova.
Por otra parte, se conoció el primer adversario de Carlos Alcaraz, que se estrenará este viernes contra el finlandés Emil Ruusuvuori (7-6(6) y 7-6(4) a Ugo Humbert).
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