Joel Parra, el campeón de Europa que aún vive con sus padres
El alero del Joventut, en el club de Badalona desde que tenía cinco años, vive obsesionado con la defensa y la perfección de su juego
Joel Parra (Barcelona; 23 años) saltó, voló, y se citó con la gloria, balón en la mano y canasta a escasos centímetros, un punto abajo el Joventut de Badalona con el segundero ofreciendo sus últimos estertores en la semifinal de la pasada Copa del Rey. Pero Abromaitis apareció de la nada y puso la mano para meter una gorra que valía el triunfo para el Lenovo Tenerife, también una bofetada para el riva...
Joel Parra (Barcelona; 23 años) saltó, voló, y se citó con la gloria, balón en la mano y canasta a escasos centímetros, un punto abajo el Joventut de Badalona con el segundero ofreciendo sus últimos estertores en la semifinal de la pasada Copa del Rey. Pero Abromaitis apareció de la nada y puso la mano para meter una gorra que valía el triunfo para el Lenovo Tenerife, también una bofetada para el rival y para un Parra al que se le cayó la capa de repente. Al menos la de jugador porque había hecho 26 puntos, un partidazo de arrea. Pero no la de líder del vestuario. “Me senté en el vestuario y dije que lo habíamos dado todo, tanto ellos como yo, que tuvimos el partido controlado 39 minutos y 50 segundos y que cambió en los últimos 10 segundos. Que esto es el deporte y que podíamos estar orgullosos”, cuenta el alero de la Penya. Segundos más tarde, fue a la jefa de prensa y le preguntó qué quería que hiciera ante los medios, ejemplo de profesionalidad y saber estar, de un carisma que, dicen desde el camerino, desparrama a raudales. Pero con todo eso no le alcanza a Parra, perfeccionista como pocos y obsesionado con la defensa, un jugador hecho a la medida que hoy se bate con el London Lions (20.00, Dazn) en el Olímpic de Badalona en los octavos de final de la Eurocup.
Parra está hecho bajo el molde de la Penya desde que su madre [también jugó en el club porque los entrenadores de la época convencieron a los abuelos de Joel porque por entonces no estaba bien visto que una mujer se midiera con la canasta] pidió que le hicieran las pruebas. Entonces, contaba con cinco años y medio. Las pasó sin apuros como también las vallas del pabellón tras cada sesión con su equipo para ver los entrenamientos de sus referentes: Ricky Rubio, Rudy Fernández y Pau Ribas. Pero quizá su predilección, por similitudes, era el exjugador Pete Mickeal, que militó en el Breogán, Baskonia y Barça. “Aún veo vídeos suyos porque me pueden ayudar a tirar porque era zurdo, a postear, a rebotear...”, conviene. Y eso, lo de mejorar, lo de pulirse, es algo que no ha cambiado desde niño, por más que ahora sea campeón de Europa con España, también capitán de la selección como en las últimas ventanas. “Mis padres siempre me aconsejaron que nunca me quedara con la sensación de que podía haber hecho algo más”, resume como ley de vida y frase de cabecera.
No le resultó sencillo de niño porque, un poco abusón, gobernaba el parquet por su físico. “Por estatura y cuerpo dominaba, por lo que me focalizaba en meter puntos, que es en lo que se fija la gente”, reflexiona; “pero cuando pasan los años y llegas al primer equipo, te das cuenta de que hay que defender, que puedes tener talento, pero que esto es un deporte colectivo y que te mides con gente que te saca diez años y que para ganar, o incluso para sobrevivir, debes defender. Eso te va a dar más minutos en la pista”. Por eso ha seguido desde los 17 años, cuando pisó el primer equipo, el plan físico del preparador Dani Moreno. Por eso ha trabajado mucho en mover rápido los pies para defender mejor y pasar bloqueos. Y por eso se exigió cambiar de chip, mentalizarse de que por más que sea el joven en la pista y de que sabe que le medirán individualmente, puede llevarse la batalla del uno contra uno.
No es lo único que trabaja. “Sé que soy versátil y que puedo jugar en varias posiciones, que también aporto mucha energía. Pero estoy esforzándome mucho el tiro a pies parados”, revela. Un mandamiento que ya es rutina porque al finalizar cada sesión se queda practicando durante un buen rato. “El tiro es un entrenamiento del que tengo las herramientas necesarias para hacerlo solo con las máquinas de rebotear. Grabarse el movimiento y desde ahí, volumen y volumen de tiro”, aclara. Trabajo que le ha valido para ser uno de los líderes de la Penya —”el entrenador y los jugadores me han dado mucha confianza”, acepta—, también para llegar a la selección y ganar la pasada Eurocopa, donde coincidió al fin con Rudy Fernández. “Se preocupó por mí y me ayudó desde el primer día, es un gran ejemplo como capitán”, resuelve; “y también lo es como jugador porque por las mañanas casi no puede ni andar pero luego, en la pista, se tira a por cada balón”. Y dirigidos por Scariolo ganaron una medalla de oro que ahora Joel guarda en la estantería de su casa, a punto de ser enmarcada junto con la camiseta. La casa de sus padres, claro, porque familiar como es todavía no se ha independizado, aunque sí que en ocasiones, cuando vuelve tarde a Badalona, duerme en una casa muy cercana al Olímpic que le deja su abuela. Entre otras cosas, también, porque todavía anda peleándose para sacarse el carnet de conducir.
Líder, perfeccionista, capitán y carismático, ya son muchos los equipos de Euroliga que preguntan por Parra para el año que viene. “Ya se verá, tengo tres años de contrato con el club y aquí estoy muy contento”, desliza, al tiempo que niega a Estados Unidos: “Ahora quiero jugar y la NBA no es el mejor sitio por el momento. En un futuro ya se verá”. Porque por ahora se centra en la Penya y en lo que llega. Y eso es el duelo de octavos ante los Lions. “Es un buen equipo con grandes jugadores, pero si seguimos en la línea que estamos mostrando en la Eurocup, podemos hacer grandes cosas. Es una competición a la que todos le tenemos muchas ganas”, cierra.
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