Peter Sagan anuncia su retirada del gran ciclismo al final de este año
“El momento ha llegado. En 2024 prepararé el mountain bike de los Juegos Olímpicos”, dice el eslovaco, triple campeón del mundo
Mojitos, caipiriñas y daiquirís en el autódromo, aunque los casipijos piden spritz, una pantalla gigante con extravagancias y hazañas, los mejores goles, en bucle de Peter Sagan, la primera rockstar del ciclismo, y en un escenario gigante, La Beriso, rock callejero de Avellaneda, un guitarrista zurdo y Rolo Sartorio, melancólico a su pesar, miles de personas, móviles encendidos, amor. El día de descanso, la víspera de la etapa reina, la Vuelta a San Juan, una fiesta, festeja el ...
Mojitos, caipiriñas y daiquirís en el autódromo, aunque los casipijos piden spritz, una pantalla gigante con extravagancias y hazañas, los mejores goles, en bucle de Peter Sagan, la primera rockstar del ciclismo, y en un escenario gigante, La Beriso, rock callejero de Avellaneda, un guitarrista zurdo y Rolo Sartorio, melancólico a su pesar, miles de personas, móviles encendidos, amor. El día de descanso, la víspera de la etapa reina, la Vuelta a San Juan, una fiesta, festeja el 33º cumpleaños de Sagan, un ciclista que no es como los demás, que no puede ser como los demás aunque lo intente, y que con una camiseta de Joker blanca anuncia cerca de la medianoche, antes de brindar con prosecco, que esta es su última temporada en el WorldTour, que su momento “ha llegado”. “Esta temporada disputaré a tope todas las carreras, intentaré lo máximo, alguna clásica, el octavo maillot verde del Tour, todo”, dice el ciclista del Total Energies a quien la covid ha afectado más que a la mayoría y desde 2020 no es el mismo. “Después, en 2024, seguiré siendo ciclista, pero en carretera solo haré pruebas pequeñas, de tercera, porque mi gran objetivo es clasificarme para la competición de mountain bike de los Juegos Olímpicos de París”. Así habla en petit comité. Después se entrega a su público argentino, con quien tanto ha amado. Sube al escenario y le cantan el cumpleaños feliz desafinado.
Sagan, eslovaco, se despide del pelotón igual que llegó, en 2010, haciendo mucho ruido, un novato de 19 años que se atreve en la primera etapa de su primera carrera a meterse en una fuga con Lance Armstrong retornado, 19 años mayor que él, una época que dice adiós. Sin Sagan, sin su manera de entender el ciclismo como un show que los chavales deben dejar de ver como cosa de abuelos, el deporte “aburrido” del que se quejaba, quizás no habrían crecido las figuras de ahora, Van Aert, Van der Poel, Pidcock, los que le dan al ciclismo un tono entre frenético, aventurero e intenso, el ciclismo sin miedo. Un ciclismo con star system, de estrellas. El eslovaco creó el escenario con sus locuras y con su solidez: 121 victorias, tres Mundiales consecutivos (el único), una Roubaix, un Flandes, 14 etapas del Tour, siete maillots verdes (un récord), caballitos en el Tourmalet y en cualquier montaña, voz de barítono que parece seria y tiene eco de carcajada, cuatro etapas en la Vuelta, dos en el Giro… Todo en una sola década.
En la barra del tinglado periodistas argentinos jóvenes hablan con los veteranos que llegan del mundo. Les comentan, los veteranos, un cartel en la salida de la ciudad, Malvinas 2.538, y hablan de Argentina 1985, la película, y de su memoria de aquellos años, la infamia. Y el periodista argentino joven se maravilla, ¿pero cómo, le interesa la historia? Y, perplejo, el veterano, ¿pero qué historia, si yo tenía 18, 20 años, cuando todo esto ocurría?
Seguramente, Sagan antes de que termine el año ya será historia para los más jóvenes, uno del que se acordarán solo los que lo hayan vivido. Lo mismo les sucederá, seguramente, a Thibaut Pinot, otro de la generación de Sagan que también ha anunciado su retirada de un ciclismo que ya no entiende, o a Nibali, a Valverde, a los que ya acaban de dejarlo.
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