Un paseo en bicicleta
En ‘Dos ruedas bueno’ (Indicios), Jody Rosen recorre la historia de la bicicleta con perspectiva histórica, explicando el amor y el odio que genera
La aparición de la bicicleta en una forma parecida a la que hoy conocemos supuso, a finales del siglo XIX, una innovación similar a Internet. Creó una red de proximidad, permitiendo a millones de personas salir de sus localidades y conectar con otra gente y conocer otros escenarios. Multiplicó, incluso, las posibilidades de cortejar: el amor no se limitaba ya a los límites del barrio. Produjo tantos cambios -entre ellos una mayor independencia para las mujeres- que conllevó una guerra cultural en la que los más reaccionarios...
La aparición de la bicicleta en una forma parecida a la que hoy conocemos supuso, a finales del siglo XIX, una innovación similar a Internet. Creó una red de proximidad, permitiendo a millones de personas salir de sus localidades y conectar con otra gente y conocer otros escenarios. Multiplicó, incluso, las posibilidades de cortejar: el amor no se limitaba ya a los límites del barrio. Produjo tantos cambios -entre ellos una mayor independencia para las mujeres- que conllevó una guerra cultural en la que los más reaccionarios la relacionaban con Satanás.
Ni la sociedad ni la bicicleta han cambiado tanto desde entonces. En Dos ruedas bueno (Indicios), Jody Rosen recorre la historia de la bicicleta con perspectiva histórica, explicando el amor y el odio que genera, descubriendo detalles y ofreciendo un divertido y didáctico paseo. Escrito desde la experiencia de alguien que pedalea a diario en Nueva York, traslada al lector la pasión y la ilusión cotidianas depositadas en cada trayecto.
“Cuando montas en bicicleta, estás en el aire. Las ruedas que giran debajo de ti deslizan una banda continua de aire comprimido entre la bicicleta y la carretera, manteniéndote en el aire. Esa sensación de flotar, de estar en el aire, se ve acentuada por la forma en la que la bicicleta soporta tu cuerpo: tus piernas hacen el trabajo de propulsión del vehículo, pero el trabajo de soportar el peso de tu cuerpo se delega a la propia bicicleta […] Tal vez estés recorriendo una carretera vacía en una noche tranquila; tal vez, como Johnnie Dunlop, como Elliot y E.T., estés montando en una noche iluminada por la luna llena. Tu bicicleta no te lleva de viaje a la luna, pero tampoco es del todo terrestre. Estás en otro mundo, una zona intermedia, deslizándote en algún lugar entre tierra firme y el enorme cielo del horizonte”.
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