Paul cierra el paso a Bautista
El estadounidense gobierna el duelo de octavos (6-2, 4-6, 6-2 y 7-5) y borra a la representación española, mientras Djokovic se reanima frente a De Miñaur
El fotograma final es radicalmente distinto. Si dos días antes a Roberto Bautista se le inflamaba la vena yugular, desatado después de abortar la reacción de Andy Murray, esta vez el castellonense termina brazos en jarra; la bola que sella su andadura en este Open de Australia y borra la representación española del torneo toca la cinta, se suspende en el aire y cae mansamente hacia el otro lado de la red. El golpe de fortuna, idéntica rúbrica a la del Rublev-Rune, de...
El fotograma final es radicalmente distinto. Si dos días antes a Roberto Bautista se le inflamaba la vena yugular, desatado después de abortar la reacción de Andy Murray, esta vez el castellonense termina brazos en jarra; la bola que sella su andadura en este Open de Australia y borra la representación española del torneo toca la cinta, se suspende en el aire y cae mansamente hacia el otro lado de la red. El golpe de fortuna, idéntica rúbrica a la del Rublev-Rune, decanta definitivamente el duelo a su favor (6-2, 4-6, 6-2 y 7-5, en 3h 19m) y corrobora que el norteamericano se ha convertido en un verdadero martirio: 15-6 a su favor contra jugadores nacionales, 11 triunfos consecutivos desde que batiera a Albert Ramos el curso pasado en Roma.
Termina mal un episodio que este lunes empezó torcido: “¡La toalla está a cien metros! ¡No, no! ¡Si me entendieras no actuarías así!”. No entiende Bautista la amonestación que recibe por parte de la juez de silla cuando ni siquiera han transcurrido dos juegos. Esta considera que el español, de 34 años, se retrasa en exceso a la hora de servir y la reprimenda desencadena una escena difícil de encontrar: el castellonense, un témpano de hielo sea cual sea la circunstancia, se coge un mosqueo más que considerable y disputa todo el primer set a disgusto, pendiente de la premura que le exige la autoridad en cada turno; protesta varias veces, y por ahí pierde la fuerza que demuestra Paul, otro tipo al que no es fácil sacarle de sus casillas.
Apoyado en las direcciones que dibuja su servicio y su templanza, el norteamericano (25 años, 35º de la ATP) pilota el cruce con mano firme y aunque cede en la segunda manga, se impone en el pulso por ver quién ofrece más consistencia.
Juega sin miedo Paul, que además de transmitir calma percute con el martillo castigador; sus 58 winners –entre ellos 11 aces– van descomponiendo las opciones del español, resiliente y rebelde, pero esta vez sin los argumentos necesarios para seguir progresando. Se esfuma una oportunidad jugosa en Melbourne. Buen trazado el suyo en este principio de curso, con la final de Adelaida y estos últimos días inspirados; punto final para el tenis español, que rebobina hacia 2006, cuando agotó toda la artillería antes de los cuartos.
Entretanto, el buen hacer de Paul corrobora el feliz momento de su país, con tres candidatos entre los ocho mejores; él, Ben Shelton (6-7(5), 6-2, 6-7(4), 7-6(4) y 6-2 a su compatriota JJ Wolf) y el estilista Sebastian Korda, hijo del célebre Petr. Saca pecho el tenis de EE UU y también lo hace Djokovic, que responde con altanería a Jim Courier en la entrevista pospartido.
“¿Por qué le has ganado con tanta rotundidad, Novak?”. “Porque quería, quería ganar en tres sets; siento que no se haya podido ver más tenis…”, bromea Nole, que después de dos intervenciones salpicadas de incertidumbre –dolor y atención para ese muslo izquierdo que tanto le preocupa, dice– ofrece su actuación más redonda en este Open y empieza a enseñar la patita: Nole borra a Alex de Miñaur como el gran Nole, sin suspense ni señales de emergencia (6-2, 6-1 y 6-2).
“No he sentido molestias, ha sido mi mejor partido del año”, describe con una media sonrisa el campeón de 22 grandes, citado con el ruso Andrei Rublev (6-3, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6(9) a Holger Rune) y con la mirada cada vez más afilada, a solo tres victorias de igualar el récord de Rafael Nadal. El resto, los siete afortunados que siguen en liza, tiemblan mientras tanto.
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