Veselin Vujovic: “No sé cómo me aguantaban; todos tenían problemas conmigo”
El seleccionador de Irán, rival este lunes de España (20.30) en el Mundial, se confiesa sobre su carrera, su carácter y analiza el momento actual del balonmano
Veselin Vujovic (Cetiña, Montenegro; 61 años) sigue viendo televisión española y el móvil lo tiene configurado en castellano. Su paso por la Asobal (de 1988 al 93 en el Barcelona y hasta el 95 en Granollers) tras hacer historia con la Metaloplastika (1980-88) continúa muy vivo en su cabeza. Su nombre figura en los altares de la historia del balonmano. Tocó cima como jugador, su carácter duro e indomable todavía se recuerda, y como técnico acumula una extensa carrera que ahora le ha llevado a Irán,...
Veselin Vujovic (Cetiña, Montenegro; 61 años) sigue viendo televisión española y el móvil lo tiene configurado en castellano. Su paso por la Asobal (de 1988 al 93 en el Barcelona y hasta el 95 en Granollers) tras hacer historia con la Metaloplastika (1980-88) continúa muy vivo en su cabeza. Su nombre figura en los altares de la historia del balonmano. Tocó cima como jugador, su carácter duro e indomable todavía se recuerda, y como técnico acumula una extensa carrera que ahora le ha llevado a Irán, rival de España este lunes (20.30, Tdp; Pol Valera se incorpora a la concentración por el lesionado Ian Tarrafeta) en el cierre de la primera fase del Mundial, donde aspira a superar ronda. Un tipo de la vieja escuela que va por derecho.
Pregunta. ¿Por qué fichó por Irán?
Respuesta. Tras romper con el Vardar por un accidente con un jugador, porque a veces tengo un carácter complicado, quería dedicar un tiempo a la familia, pero me llegó la oferta. Hablé con amigos y me dijeron que el potencial es enorme. Y lo que me he encontrado son jugadores muy disciplinados y talentosos. ¿Qué iba a hacer hasta el verano? Firmé para 10 meses y ahora estamos negociando. Me ofrecen un dinero que en Europa no puedo ganar, aunque allí disfrutas del alto nivel. También hay cosas que me hacen pensar. Hubo problemas políticos, falla internet y la organización no es buena. A veces les faltan balones o ropa. Eso me pone nervioso. Pero la gente es muy amable. Ellos dicen que un invitado es un regalo de Dios.
P. ¿Cuánto le influye la situación política del país?
R. Si soy sincero, nunca vi un problema en las calles, solo lo que aparece en televisión. La gente consiguió que se quite la policía moral y esto les ha dado un respiro. Veo a mis jugadores más tranquilos. Pero la verdad es que la política no influye mucho en mi decisión. Si pienso en esto, me vuelvo loco. Yo me dedico a entrenar.
P. ¿Sus jugadores conocen a fondo su carrera como jugador?
R. Cada día me vienen con un vídeo o una jugada mía. También con alguna pelea en la que participé, como siempre. Los veo orgullosos de tenerme.
P. ¿Quedan jugadores como usted?
R. Cuando me comparan con Duvnjak, Karabatic o Sagosen, siempre contesto que el Mercedes es el mejor coche, pero el modelo de hace 30 años no tiene nada que ver con el actual. No veo jugadores de mis características. No era el mejor en nada, pero mi promedio de defensa, contraataque, visión y lanzamiento era muy alto. Ahora hay expertos en defensa, en ataque, y para mí era igual en un sitio u otro.
Como entrenador, nunca soportaría a un Vujovic jugador
P. ¿Y con su carácter?
R. Si pudiera cambiar algo, sería el carácter. A veces veo las tonterías que hice y me da vergüenza. Aunque sin ese carácter igual no habría sido el mismo.
P. ¿Sabría tratar a un Vujovic?
R. Como entrenador, nunca soportaría a un Vujovic. Voy a cumplir 62 años y me pregunto cómo me aguantaban. Fui bueno, pero con mucha mala leche, un hijo de puta. Los rivales, los árbitros, todos tenían problemas conmigo. Cuando me toca un jugador así, puedo darle consejos para que no repita mis errores.
P. ¿Cuál ha sido su mayor aportación al balonmano?
R. El momento clave como entrenador fue en Ciudad Real y la pelea con el Flensburg en la final de la Recopa de 2002, cuando me sancionaron dos años [por agredir a un rival]. Eso cambió mi carrera porque no me llegaban ofertas de clubes grandes. Temían mi carácter. Y ya sabemos lo que consiguió el Ciudad Real después con unos jugadores que había elegido yo [tres Champions y cinco ligas].
P. Cómo dirigió el partido de vuelta es historia del deporte.
R. Creo que no ha habido algo igual. Estaba en Alemania, en el hotel, y tenía que llamar a España, a mi mujer, para saber qué pasaba [la televisión germana estaba dando la F1 y no conectó hasta que faltaban siete minutos], y a partir de ahí dar órdenes al banquillo. Cuando ganamos el título, el presidente nos regaló relojes y le entregó uno a mi mujer (risas). Pero si hablamos solo de balonmano, con la Metaloplastika cambiamos el juego lento de la época. Corríamos, dábamos pases de espalda, tirábamos roscas… Éramos muy competitivos. También ganábamos al baloncesto y al futbito a los equipos locales. Yo había practicado baloncesto. El sábado por la tarde una cosa y el domingo, la otra. Hasta que en la Metaloplastika tuve que elegir. Creo que acerté, pero ahora prefiero un buen partido de baloncesto a uno mediocre de balonmano.
El balonmano es un correcalles. No creo que nadie disfrute un 39-37
P. ¿Cómo ha cambiado el balonmano?
R. Antes era más vistoso, ahora es puro físico. Antes se decía que el 70% u 80% era talento y el resto, trabajo. Ahora es un 60% trabajo y un 40% talento. No hay jugadores como Richardson, Bogdan Wenta o Enric Masip. Son productos, se pasan los días en los gimnasios. Todo es un correcalles. Antes tenías unos 40 ataques por partido y, para meter 30 goles, debías lograr un porcentaje muy alto. Ahora, corriendo tienes 70 ataques y, si estás en el 50%, marcas 30 goles. Lo bonito era ver cómo se giraba un pivote o la rosca de un extremo, pero ahora no da tiempo a ver eso a cámara lenta. No creo que nadie disfrute un 39-37. Tácticamente, el balonmano apenas se ha movido en los últimos 10 años. Hay que hacer algo. Jugar sin cambios defensa-ataque o que un lanzamiento de nueve metros valga el doble. Somos el único deporte en que el árbitro decide cuándo tienes que tirar. ¿Por qué no me pone 25 segundos de ataque y ya veremos?
P. ¿Esto le obliga a entrenar de una forma en la que no cree?
R. Debes estar al día, saber jugar siete contra seis y tener dos o tres defensas alternativas. También tenemos un suelo que perjudica los ligamentos. ¿Por qué el baloncesto en Estados Unidos se practica en parqué? Porque no hay mejor suelo para un deporte en un pabellón. Pero nosotros, por un tema de negocio, lo hacemos en otro tipo.
P. ¿Cómo influye todo esto en la aparición de nuevos talentos?
R. En baloncesto y fútbol debutan con 15, 16 y 17 años porque te tocan y es falta. Aquí existe un nivel de contacto tan alto que es un impedimento para los jóvenes que no están hechos, aunque tengan mucho talento. Si un pivote de 2,10 se cruza con un lateral delgado y con mucha calidad, lo rompe.
Me sorprende mucho España, pero para mí el nórdico es el mejor estilo
P. ¿A usted le gusta más entrenar jugadores en progresión o estrellas?
R. Es más fácil tratar con estrellas, aunque tu trabajo no se ve mucho porque están hechos. Los puedes poner en forma, tocar algo táctico, pero no cambias mucho su calidad. Se nota más el trabajo en equipos como Irán, eso sí.
P. ¿Cómo analiza la capacidad de España para mantenerse tanto tiempo en la élite?
R. Me sorprende mucho, y esto lo consigue Jordi Ribera. A ver hasta cuándo puede aguantar gente como Maqueda, Gurbindo y Cañellas, ya con una cierta edad. Ahora llegan unos jóvenes, aunque no estoy seguro de que estén al nivel.
P. Para muchos el sistema español es el dominante. ¿También lo cree?
R. Yo creo en mi propio estilo. Personalmente, el nórdico es el mejor. Sin embargo, muy pocos pueden jugarlo. Hay muchos que pueden copiar a España, que defiende muy agresivo, corre y no acaba el ataque en uno o dos pases. Cuando piensas en hacer una selección mundial, no sé a quién escogerías de España. Pero como conjunto son los mejores. No temen a nadie. Ojalá les dure.
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