Courtois ha vuelto
El belga culmina una gran noche deteniendo el último penalti de la tanda y el Madrid pasa a la final del domingo pese a la resistencia del Valencia
A veces alcanza con lo básico, aunque se necesite ir a buscarlo al borde mismo del precipicio. El Real Madrid se complicó un partido que tenía controlado después de reincidir en uno de los errores señalados por Ancelotti, la caraja en los arranques. Pero allí al final, en el límite de los penaltis, todavía les quedaba Thibaut Courtois, el portero iluminado del curso pasado, la figura de la final de la Champions contra el Liverpool, que en Riad los condujo a otra final, en la que esperan, magullados, diezmados y cansados, al...
A veces alcanza con lo básico, aunque se necesite ir a buscarlo al borde mismo del precipicio. El Real Madrid se complicó un partido que tenía controlado después de reincidir en uno de los errores señalados por Ancelotti, la caraja en los arranques. Pero allí al final, en el límite de los penaltis, todavía les quedaba Thibaut Courtois, el portero iluminado del curso pasado, la figura de la final de la Champions contra el Liverpool, que en Riad los condujo a otra final, en la que esperan, magullados, diezmados y cansados, al vencedor del Betis-Barcelona de hoy. El Valencia, que llegaba tocado, se mantuvo en pie hasta ese último penalti que Courtois le detuvo a Gayà, pero su tope fue el belga, como para tantos rivales.
Hubieron de llegar a los penaltis, y eso que Ancelotti ya había apuntado todos los problemas del equipo después de perder contra el Villarreal, en particular la inconsistencia defensiva. Cuando aterrizó en Arabia aún rumiaba aquella inquietud. Pero su equipo entró al partido como si aquello hubiera calado. Militão y Rüdiger tiraron la línea muy alta sin demasiados sobresaltos pese a estar rodeados de secundarios. Nacho ocupó el lateral izquierdo y Lucas, el derecho. Por delante, Toni Kroos se ocupó de lo del lesionado Tchouameni, y de lo suyo. Ancla de la defensa y timón del ataque. Un recital contenido y efectivo mientras le aguantó la frescura.
Tampoco estaba Modric, que comenzó en el banquillo, y sí Camavinga, con arrebatos de explosividad sin control, como los dos pisotones que solo le supusieron una amarilla, y que el croata lo sustituyera tras el descanso. Pero el Madrid funcionaba gregario, con Valverde, Rodrygo, Vinicius y Benzema contribuyendo en un ejercicio colectivo que ahogaba al Valencia.
Apenas le duraba la pelota al equipo de Gattuso, pese a que intentaba hilar en el centro con Musah, Almeida y Lino. Cuando lograron amenazar, lo hicieron a fogonazos que buscaban la espalda de los defensas nada más recuperar. O con un avance de Gayà desde su lateral izquierdo que encontró un buen cabezazo que sacó abajo Courtois. Aquello pareció espabilar al Valencia, que en el siguiente empujón vio a Lato a solas con el belga en el área. Recortó a Courtois, pero perdió pie.
El Valencia amenazaba así, a picotazos, o con una falta ensayada que remató Cavani a bocajarro. Aunque el lance estaba anulado por fuera de juego, Courtois, con la inspiración disparada, había bloqueado el intento.
Por delante, también Benzema emitió señales de recuperar su versión prodigiosa. Se movía ligero en el ataque, y un poco más atrás, distribuyendo. También en el área, donde lució pies de bailarín en una de aquellas secuencias de regate, caño y tiro.
El Madrid se acercó por muchas vías, con Rodrygo, con Vinicius y con Valverde, a menudo apoyados en el juego corto del francés. Sin embargo, el gol de Benzema llegó a través de la jugada más rudimentaria. Militão levantó la cabeza cuando avanzaba desde su área, detectó al francés corriendo en el otro extremo del campo y le envió un pase de más de cincuenta metros con el que se anticipó a Cömert, que le hizo penalti.
El Real controlaba el duelo a partir de esa consistencia añorada y recuperada en el estadio Rey Fahd, pero perdió la ventaja cuando recayó en el otro mal señalado por su técnico. A los pocos segundos de regresar del intermedio, Lato aprovechó la bajada de tensión del Madrid y puso un centro al área que embocó en el segundo palo Lino, cedido por el Atlético. Fue solo un parpadeo, aunque demasiado conocido, y los blancos perdieron la ventaja, aunque recuperaron enseguida la pelota. Pero ya no fue lo mismo.
Habían perdido electricidad y el Valencia había localizado mejor su sitio. Apenas sufrían. Los golpes empezó a llevárselos el Real, que vio caer lesionado a Lucas, cuando se le quedaron clavados en la hierba los tacos de la bota derecha y se llevó la mano a la rodilla con alarma. El siguiente fue Militão, que se echó al suelo unos veinte minutos después de recibir un pelotazo en la cabeza de Kluivert. Parecía desorientado.
Como el Madrid por entonces, que reculó y solo se espabiló en el tiempo añadido, agitado por Valverde. Ahí Vinicius estuvo a punto de evitar la prórroga, pero se encontró con Mamardashvili. Y también se topó con el portero georgiano al comenzar el tiempo extra. Pero el peor trance lo salvó, de nuevo, Courtois, en un mano a mano prodigioso con Fran Pérez que les permitió aguantar hasta los penaltis, donde el belga remató su gran noche.
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