El Barça lidera, pero invita al desconcierto
Se habla, y se habla desde hace años, de transiciones, reconstrucciones y revoluciones en el club, síntoma de los desafueros que se han cometido en todos los ámbitos
El desconcierto presidió la victoria del Barça en el Metropolitano, donde retomó el liderato en solitario, pero profundizó en las dudas que despierta el equipo, eliminado de la Liga de Campeones, con un margen mínimo de maniobra en el mercado de fichajes y el horizonte del estadio de Montjuïc —40.000 espectadores menos de aforo que el Camp Nou y una pista de tartán para agrandar la distancia física y emotiva con la hinchada— en la próxima temporada.
Se habla, y se habla desde hace...
El desconcierto presidió la victoria del Barça en el Metropolitano, donde retomó el liderato en solitario, pero profundizó en las dudas que despierta el equipo, eliminado de la Liga de Campeones, con un margen mínimo de maniobra en el mercado de fichajes y el horizonte del estadio de Montjuïc —40.000 espectadores menos de aforo que el Camp Nou y una pista de tartán para agrandar la distancia física y emotiva con la hinchada— en la próxima temporada.
Se habla, y se habla desde hace años, de transiciones, reconstrucciones y revoluciones en el Barça, síntoma de los desafueros que se han cometido en todos los ámbitos. Un lío de club. En estas últimas semanas, el término más usado es reconversión, aunque resulta difícil precisar la validez del concepto en un equipo al que ahora se le justifica por su eficacia, con victorias cortas y pocos goles encajados: seis, tres de ellos contra el Real Madrid.
Esta italianización, que en sí misma es una idea cada vez más ajena al fútbol en Italia, comienza a funcionar como coartada en el club, que vive con incomodidad la distancia entre lo que ha predicado —modelo, estilo, etc— y lo que practica, no se sabe bien si porque el equipo no quiere, no puede o solo le alcanza a ratos, como le sucedió en el Metropolitano, donde jugó bien 25 minutos, marcó un gol que recordó los viejos tiempos —Pedri atravesó la línea defensiva con el suave aleteo de Iniesta— y al instante abandonó la buena letra por el garabato.
En nombre del pragmatismo, se pretende detectar en el Barça virtudes que no tiene. La estadística tiene sentido si no guarda contradicciones, palmarias en este caso. El mismo equipo que ha recibido seis goles en el campeonato nacional, concedió diez en los cuatro partidos que disputó con el Inter y Bayern en la primera fase de la Liga de Campeones. En el partido de Copa con el Intercity —Primera Federación, tercer nivel del fútbol español—, el Barça encajó tres goles y necesitó de la prórroga para clasificarse.
¿Cómo se explica la teoría del pragmatismo defensivo en un equipo que sufre de graves ineficacias en el mismo apartado? La respuesta más probable es que el Barça pretende algo que no consigue —convencer con un juego cartesiano y fluido— y se aboca a angustiosos ejercicios defensivos, contrarios a la naturaleza del discurso de Xavi, que no consigue traducir lo que desea al lenguaje cotidiano del equipo.
Aunque le viene de perlas el regreso de Araujo, el Barça no ganó en el Metropolitano por la impermeabilidad de su defensa, aculada en su área durante buena parte del encuentro y demasiado permisiva. El Atlético registró un número de ocasiones superior a su media por partido y exigió a Ter Stegen un par de fenomenales intervenciones, además del apuradísimo despeje de Araujo en la raya de gol, en medio de la descarga ofensiva del equipo de Simeone.
En muchos aspectos, el Barça despertó más sospechas que certezas en el Metropolitano, a pesar de la victoria y el liderato. Predominan los interrogantes, no resueltos con el esfuerzo económico en los fichajes. Al menos hasta ahora, Ferrán, Raphinha y Koundé (160 millones) están muy lejos de marcar distancias, o muy cerca de decepcionar al personal, Busquets cerrará en junio su ciclo azulgrana, abundan las insípidas actuaciones de Frenkie de Jong —la del Metropolitano fue lamentable— y Lewandowski cumplirá 35 en 2023, sin un repuesto convincente.
Nada explica mejor sus carencias que vincularle a un pragmatismo que no se corresponde con la realidad de su juego, el canon futbolístico del club y el discurso de Xavi, previsto guardián de unas esencias que no se ven en el césped.
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