Brasil peregrina por ‘O Rei’ Pelé
Miles de personas forman más de un kilómetro de cola bajo el sol en el estadio del Santos, en el popular barrio de Vila Belmiro, para despedir al gran icono futbolístico del país
Poco antes de amanecer este lunes, el brasileño Euclydes Ferreira júnior se ha enfundado una camiseta de la Canarinha y ha conducido cuatro horas por la costa para despedir a su antiguo amigo Edson Arantes do Nascimento, fallecido a los 82 años a consecuencia de un cáncer de colon el pasado día 29. Llevaba consigo un tesoro que guarda con mimo hace medio siglo, una ajada fotografía junto al que ya entonces era un ídolo planetario, Pelé, un futbolista mayúsculo, el 10 del Santos FC.
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Poco antes de amanecer este lunes, el brasileño Euclydes Ferreira júnior se ha enfundado una camiseta de la Canarinha y ha conducido cuatro horas por la costa para despedir a su antiguo amigo Edson Arantes do Nascimento, fallecido a los 82 años a consecuencia de un cáncer de colon el pasado día 29. Llevaba consigo un tesoro que guarda con mimo hace medio siglo, una ajada fotografía junto al que ya entonces era un ídolo planetario, Pelé, un futbolista mayúsculo, el 10 del Santos FC.
La estampa es de los tiempos en que ambos eran compañeros de curso en la facultad de Educación Física, en los setenta. Pelé ya había ganado tres Mundiales, en 1958, 1962 y 1970. La muerte de su antiguo amigo supuso “una gran emoción, un sentimiento muy fuerte”, cuenta, pero también un alivio: “Sabíamos que estaban sufriendo mucho él y su familia. Sufría tanto dolor, que pedíamos a Dios que se lo llevara”, explica con los ojos vidriosos este preparador físico jubilado.
Ferreira júnior es una de las miles de personas que se han acercado, para despedir a O Rei, al estadio del Santos Fútbol Club, al que hizo famoso en el mundo entero al marcar 1.091 goles en 1.116 partidos y además de lograr dos de sus tres Copas Libertadores y sus dos Intercontinentales. Allí, en el campo Vila Belmiro, Pelé jugó durante dos décadas, casi toda su carrera. En Santos, Pelé (Tres Coraçoes, Minas Gerais; 1940) es el vecino con el que muchos comparten una historia personal o una anécdota, aunque solo los mayores tuvieran la suerte de verle jugar en directo.
Apagados los fuegos artificiales de Nochevieja y concluidas las ceremonias de Año Nuevo que dieron inicio al nuevo Gobierno liderado por Luiz Inácio Lula da Silva, este lunes ha llegado la gran despedida oficial de Pelé, el ídolo que convirtió el fútbol en un espectáculo de masas y que a lo largo de su carrera profesional fue sinónimo de Brasil y de excelencia. Su cadáver reposaba tras su muerte en el hospital Albert Einstein, de São Paulo, donde llevaba un mes ingresado y falleció. El féretro ha llegado esta mañana por carretera hasta la ciudad donde Pelé vio por primera vez el mar y construyó su maravillosa carrera. Es un bonito recorrido que cruza una impresionante vegetación que esta mañana estaba tomada por la neblina.
El velatorio del futbolista ha abierto las puertas a las diez de la mañana para que amigos, aficionados y autoridades puedan homenajearlo. Uno de los primeros, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. “La FIFA sin duda hará honor al rey como merece”, ha declarado el suizo, informa Reuters, antes de revelar que el organismo ha pedido a sus 211 países socios que bauticen un estadio en homenaje a Pelé “para que las nuevas generaciones lo conozcan y recuerden”.
Neymar ha enviado a su padre en su nombre mientras él se entrena en Francia. Y está previsto que este miérco a primera hora acuda al velatorio el presidente Lula, aficionado del Corinthians y que pudo disfrutar del arte del rey desde la grada. El ataúd de Pelé está expuesto durante 24 horas en el centro del césped del estadio Vila Belmiro, ubicado en un barrio popular de esta ciudad portuaria por donde entraron cientos de miles de inmigrantes a los que Brasil invitó a poblar sus tierras (y blanquear la raza) tras el fin de la esclavitud.
Claudio Nascimento da Rocha, de 64 años e inspector de maquinistas de tren, estaba a las ocho de la mañana en la cola junto a su hijo, su nieto y sus sobrinos. Santista, él también le vio jugar. Y mejor aún, pudo entrenarse cerca de su ídolo porque militaba en los juveniles del Santos cuando O Rei estaba en la recta final de su carrera brasileña. “Dicen que si jugara hoy no metería los 1.000 goles [que hizo con el Santos], no estoy de acuerdo. Creo que haría 3.000 porque ahora se juega con un césped magnífico, camisetas ligeras, buenas botas… en su época era todo más difícil. Le marcaban muy duro, y seguía. Ahora, se tiran a la mínima”, dice Da Rocha.
Cuenta que el ídolo, que aún mantiene un palco en el estadio, era amable con los juveniles, bromeaba con ellos. Y recuerda con orgullo que tuvo una breve escena en un documental sobre Pelé en la que compartían unos pases. Su nieto Kaiu Gregorio, de 16 años, detalla que han podido ver a Edinho, hijo de Pelé y entrenador, llevar el féretro a hombros. El rey del fútbol yace con el ataúd abierto. “Tiene el semblante de un hombre en paz”. Imposible detenerse, la cola no deja de avanzar y la mayoría de los presentes dedica el precioso instante a inmortalizarlo con el móvil.
Los cientos de brasileños —familias, hombres, mujeres, ancianos y críos— que hicieron más de un kilómetro de cola durante horas bajo uno sol abrasador venían sobre todo a despedir a su vecino, al hombre de carne y hueso con el que ellos o sus mayores se cruzaron alguna vez en la vida. Muchos vestían los colores del Santos, rayas blancas y negras. La mayoría son vecinos de Santos, pero también llegados del resto del Estado de São Paulo o de mucho más lejos.
Con la ajada fotografía en la mano, Ferreira júnior rememora que Pelé ya era Pelé cuando estudiaban juntos, inicio de los setenta. “Tenía dos Mercedes, venía a clase con zapatillas de importación, con pantalón de deporte Puma, también importado, pero a la entrada de la facultad nunca dejaba de saludar a una mujer negra que vendía acarajé [un plato típico de Bahía]. ‘Bom dia, tia’, le decía siempre. Eso me marcó. Era sencillo aunque fuera un ídolo. Carismático, tenía un gran corazón”, explica antes de sumarse a la cola para darle su último adiós al antiguo compañero que el año pasado ya no participó en la reunión anual del curso.
Hay quien recuerda que su coche tenía una matrícula que decía “mil goles” o que los faros de uno de aquellos Mercedes que conducía un chófer tenían limpiaparabrisas. Pequeñas anécdotas para un hombre que siempre se mostró atento. Emerson Meneses, un taxista de 49 años, dice que era un adolescente con el brazo roto cuando se cruzó en la calle con él, que iba con Xuxa, la famosa presentadora de televisión. reconvertida últimamente en azote de Bolsonaro. “Le pedí que firmara el yeso, y me lo firmó”, recuerda con una sonrisa.
Helcio Acioli Verissimo, de 71 años, lo vio jugar cuando él tenía 13 años. Fue en Ileus, en el estado de Bahía, cerca de su ciudad natal. “Era como de otro planeta. Yo era entonces del Flamengo. Pero vino el Santos a jugar un partido y metió seis goles, cinco de ellos de Pelé. Tiré la camiseta del Flamengo… Hasta hoy soy del Santos”, cuenta este señor, abuelo orgullosísimo de Gabriel Silva Miranda, jugador del Santos sub-20.
Cuando el velatorio concluya, a las diez de la mañana del martes, el féretro recorrerá la ciudad hasta la casa donde aún vive la madre del futbolista, doña Celeste, que cumplió cien años recientemente. Ya no se levanta de la cama. El rey será enterrado después en el nicho que compró hace 20 años en uno de los mayores cementerios verticales del mundo. Con vistas al césped de Vila Belmiro, donde fue feliz e hizo felices a tantos.
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