Bochorno del Atlético contra diez
El equipo rojiblanco no puede con el Espanyol, que estuvo más de una hora con un jugador menos y ganaba en inferioridad hasta que João Félix logró el empate a 10 minutos del final
Hundido en una crisis de juego crónica, el Atlético ya no gana ni contra 10. Una hora en superioridad contra el Espanyol no dio más que para verificar a un equipo vacío de fútbol, al que João Félix rescató de un desastre mayor con un tanto con el que vuelve a reivindicar que es algo más que el cuarto o el quinto delantero. No escapa el equipo de Simeone al ...
Hundido en una crisis de juego crónica, el Atlético ya no gana ni contra 10. Una hora en superioridad contra el Espanyol no dio más que para verificar a un equipo vacío de fútbol, al que João Félix rescató de un desastre mayor con un tanto con el que vuelve a reivindicar que es algo más que el cuarto o el quinto delantero. No escapa el equipo de Simeone al nubarrón futbolístico que le envuelve, incapaz de imponerse en ventaja numérica, también frágil al encajar un gol que le condenaba aún más y agravaba su estado de equipo instalado en la planicie futbolística.
La cita fue un compendio de todos los males que le asoman al equipo de Simeone, incluida la división y la desazón de una hinchada que se descorazona partido a partido con lo que ve. El personal tuvo paciencia, pero todo tiene un límite. El runrún ante las pérdidas o las malas entregas estalló en sendas pitadas al término del primer tiempo y del encuentro.
El vacío de las gradas del fondo sur y algunas calvas en tribunas, repletas habitualmente, constataron que las mechas están cortas en este Atlético enfermizo y alicaído. El acompañamiento de silbidos cuando una mayoría coreó el nombre de Simeone delató la grieta social pese al reclamo de unidad de la institución y del propio entrenador. Los pitos a la entrada del Frente Atlético al término del primer tiempo acabaron por corroborar la fractura social. Con la división impregnada en el ambiente y el silencio imperante, los rojiblancos se desplegaron bajo la bandera del esfuerzo que enarbola Griezmann. Un par de recuperaciones suyas trataron de mostrar el camino de la redención a un grupo que juega bajo la afectación de su fracaso europeo y su irregularidad liguera. Ya es difícil distinguir si el Atlético no encuentra el fútbol o el fútbol no encuentra al Atlético.
No le costó al Espanyol capear ese intento inicial de los rojiblancos de redimirse desde el ímpetu de Griezmann, convertido en el icono de una transformación grupal que no llega. Le bastó con esperar que emergiera el fútbol plano que acompaña a su rival desde hace semanas. Parecía encantado el equipo de Diego Martínez de verse en medio de un partido sin áreas. El trámite del juego encontraba el mismo camino sin fin que tanto vulgariza al equipo de Simeone. De Paul, que lo intentaba en largo y en corto, radiografiaba esa irregularidad que condena a su equipo. Alternaba pases buenos con malos por igual. Viniendo de donde viene, hasta se puede apuntar una cierta mejoría porque al menos intentó poner en práctica la principal virtud de su fichaje: el desplazamiento en largo. Quizá eso le valió para que no se entonara una reprimenda generalizada, aunque no para que Simeone le dejara en la caseta en el descanso. Juega De Paul ahora más centrado, junto a uno de los pivotes, ya sea Kondogbia, como ante el Espanyol, o Witsel relegado al banco. El caso del belga también es significativo. Ha jugado mejor iniciando el juego como central que como mediocentro, su posición natural. Como mediocampista, ha percibido en primera línea lo mal que juega el equipo y ha entrado en la misma dinámica que el resto.
A la desesperada
No pasaba nada, hasta que a Cabrera le dio por derribar en un forcejeo a la carrera a Morata desentendiéndose del balón a más de 30 metros de la portería. Era el último hombre y el colegiado determinó la expulsión del central blanquiazul. El Atlético tenía una hora de juego por delante para doblegar a un rival en inferioridad. Pero la ventaja pareció más una losa. Una tonelada más de presión para un grupo al que le pesó con exceso que no ganar era otro batacazo de época. De un par de internadas de Reinildo rascó un par de ocasiones para el reaparecido Marcos Llorente, falto de finura en un disparo franco y precipitado en un cabezazo sin marca alguna.
La falta de ideas y de desequilibrio removió a Simeone, que buscó agitar a su equipo con Correa por el irregular De Paul. Poco tardó también en diluirse la electricidad del argentino. Y vino lo peor. El gol del Espanyol, una contra culminada a placer en el segundo palo por Darder. Ahí ya no le quedó más remedio a Simeone que dar entrada a Witsel, a João Félix, a Lemar y a Cunha de dos tacadas ante el varapalo que se avecinaba. Ya solo quedaba el ataque a la desesperada. Que los golpes de inspiración obraran lo que el juego combinado no le ofrecía. Un órdago ya a todo o nada, obligado por la vergüenza de una derrota que se prometía dura y desgarradora.
Un cabezazo de Giménez y un disparo de Morata que rebotó en un defensa del Espanyol cuando parecía entrar anticiparon la igualada. Fue João Félix el que cazó el empate con un zurdazo violento tras un control con el pecho a la carrera. El luso, con un salto imperial de nueve de toda la vida, exigió a Lecomte a llegar con sus manoplas a la escuadra. De nuevo, el relegado a quinto delantero del equipo defendió si realmente merecía esa rebaja de galones. No le sobra nada a este Atlético y menos a uno de sus jugadores más desequilibrantes. Aún pudo ganar el partido João Félix con una maniobra a la que le faltó un toque más útil para culminar el recorte con el que se limpió a su marcador. Giménez tuvo la última, pero le faltó giro de tobillo.
Esa fue la última gran ocasión del Atlético, del que se apoderó en los minutos finales toda la pastosidad que envuelve su fútbol. Y lo que es peor, ya hasta contra 10.
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