Las famosas rotaciones
Hablemos del futbolista Antony, la estrella del Manchester United. Hace unos días recogió una pelota en la banda derecha y, sin pararla, la acomodó a la bota e hizo dos giros con ella pegada al pie
Hay un momento especialmente embarazoso en la vida del periodista con redes sociales que consiste, con tu pieza ya publicada, en elegir las mejores dos o tres líneas con las que ‘vender’ tu producto en Twitter o Facebook o Instagram. En un reportaje o en una entrevista lo tiene uno fácil, elige algo dicho por otro y ya está. ¿Pero en la columna? En la columna tienes que destacar algo tuyo, algo tuyo que no sólo supones bueno sino que se lo dices a los demás: “Hey, esta es buena mierda; hay más dentro, clicad, pero he seleccionado esto porque creo que aquí he estado especialmente ingenioso, o a...
Hay un momento especialmente embarazoso en la vida del periodista con redes sociales que consiste, con tu pieza ya publicada, en elegir las mejores dos o tres líneas con las que ‘vender’ tu producto en Twitter o Facebook o Instagram. En un reportaje o en una entrevista lo tiene uno fácil, elige algo dicho por otro y ya está. ¿Pero en la columna? En la columna tienes que destacar algo tuyo, algo tuyo que no sólo supones bueno sino que se lo dices a los demás: “Hey, esta es buena mierda; hay más dentro, clicad, pero he seleccionado esto porque creo que aquí he estado especialmente ingenioso, o acertado, o divertido, o fino”.
Cuando crees que no hay nada peor que seleccionar lo que crees mejor de ti para ponerlo en el mostrador dando codazos a los clientes, llega algo más: colgar no lo que creas mejor, sino lo que creas que tiene mayor carga de viralidad, aquello que puede esparcirse con más ruido, el parrafito contundente que agitará al gentío. Aunque a ti no te convenza. Como imitar a un gilipollas en una cena: sabes hacer otras cosas, pero resulta que la gente se ríe con eso. Me he resistido a este último paso no sólo por pudor, sino porque soy de esos que creen que, cuando uno baja al último piso, encuentra una puertita más. Pero observo que hay gente que esto no sólo lo lleva bien, sino que, cuando envía un wasap que considera brillante, casi siempre para vacilar a un triste bot, le hace una captura y lo sube a redes. O sea, hay personas que llevan mal que el resto del planeta nos las estemos perdiendo.
Hablemos, pues, del futbolista Antony, la estrella del Manchester United. Hace unos días recogió una pelota en la banda derecha y, sin pararla, la acomodó a la bota e hizo dos giros completos sobre sí mismo con ella pegada al pie. El gesto técnico generó un debate en el que participó su entrenador, Ten Hag: si esos detalles tienen impacto en el juego (es decir, si sirven para algo) están bien; si son un simple truco, hablaría con él. Antony es un jugador espectáculo al que hay que concederle el beneficio de la duda: no sabemos aún si será champán o será su espuma. El gesto parece espuma, pero bien es verdad que el rival, cuando asiste a un circo parecido, puede salirse unos segundos decisivos del partido (no fue el caso).
El vídeo que más gracia me hace a mí de internet es el de un periodista entrevistando a Míchel (Míchel, el del Madrid, ya como entrenador). Están los dos de frente mirando a la cámara, el periodista haciendo su presentación y Míchel a su derecha, y cuando el reportero va a preguntar a Míchel, en lugar de girarse ligeramente hacia su derecha, se gira hacia la izquierda, dando un giro casi completo para encontrarse con Míchel, que lo espera flipando.
Yo supongo que el periodista se equivocó y lo creyó a su izquierda, y al girarse y no verlo siguió girando porque, qué diablos, en algún momento de la rotación aparecerá Míchel. Pero me gusta pensar que el periodista, como Antony, decidió mirar en su baúl de maravillas y enseñarle al mundo sus mejores tesoros. A veces esos tesoros son tan eficaces que desarman al contrario, y, cuando no son tan eficaces, como el giro del reportero o el giro de Antony, conmocionan unos segundos al rival, que es lo que espero yo al tener que elegir el solomillo de mi pieza: que el lector flipe tanto por mi falta de pudor, que clique inmediatamente como acto reflejo en pleno aturdimiento.
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