Oscar Schmidt: “En la NBA me ofendieron”

El exjugador brasileño, máximo anotador histórico del baloncesto (49.737 puntos), recuerda su legendaria carrera, el contrato que le ofreció el Madrid y su desencuentro con la liga estadounidense

Oscar Schmidt, junto a un cartel del Salón de la Fama. En la mano izquierda lleva el anillo del Salón de la Fama estadounidense.Alejandro Ruesga

El máximo anotador de todos los tiempos en el baloncesto mundial viste un chándal de Mickey Mouse. Óscar Schmidt Becerra (Río Grande del Norte, Brasil; 64 años) no para de reír y de hacerse fotos con quien se lo pide en un hotel de Sevilla, antes de entrar en el Salón de la Fama del baloncesto español en la gala organizada por la Federación Española y el diario As. Cuando se sienta, revive una carrera legendaria en la que sumó 49.737 puntos en partidos oficiales, más que nadie en la historia. Dos temporadas (93-94...

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El máximo anotador de todos los tiempos en el baloncesto mundial viste un chándal de Mickey Mouse. Óscar Schmidt Becerra (Río Grande del Norte, Brasil; 64 años) no para de reír y de hacerse fotos con quien se lo pide en un hotel de Sevilla, antes de entrar en el Salón de la Fama del baloncesto español en la gala organizada por la Federación Española y el diario As. Cuando se sienta, revive una carrera legendaria en la que sumó 49.737 puntos en partidos oficiales, más que nadie en la historia. Dos temporadas (93-94 y 94-95) las vivió en el Valladolid, cuando había pasado ya el tren de la NBA. Pese a todo, el sublime tirador al que apodaban Mano Santa luce hoy en la mano izquierda el anillo del Salón de la Fama del Baloncesto, en Springfield (EE UU). El mito, un coleccionista de récords, sigue muy vivo después de superar un tumor cerebral.

Pregunta. ¿A qué se dedica?

Respuesta. Doy charlas a empresas sobre mi carrera. Vivo en São Paulo y veo mucho baloncesto, a ver si tenemos jugadores buenos. Tengo un hijo y una hija. ¡Mi hijo jugó conmigo un partido oficial del campeonato de Brasil! Y metió dos triples. Él tenía 16 años. Una de las alegrías de mi vida.

P. ¿Sabe cuántos puntos anotó usted en su carrera?

R. ¿Cuántos son? Cuarenta y nueve mil… Nunca jugué pensando en eso.

P. ¿Alguna canasta que recuerde especialmente?

R. Más que una canasta, la mayor conquista de mi generación, el Panamericano de 1987 que ganamos en la final a Estados Unidos en Indianápolis [120-115]. Todo el mundo en Brasil se acuerda de ese torneo, hasta acaban de hacer un cómic. Estados Unidos tenía un equipazo, madre mía, mejor que muchos conjuntos profesionales. No creíamos que podíamos ganarles. Yo metí 46 puntos.

P. ¿Quién le apodó Mano Santa?

R. Álvaro José, que era un cronista, y Juárez Araújo, que era un escritor de la gaceta deportiva de São Paulo. Entre los dos hacían la retransmisión televisiva. En un partido de Brasil contra México había un jugador mexicano al que le llamaban Mano Santa, pero nosotros les ganamos bien. Y los comentaristas dijeron: “¿Ese es el Mano Santa? Nosotros sí que tenemos al Mano Santa”.

Oscar Schmidt, con Brasil ante Puerto Rico en los Juegos Olímpicos de 1996.Doug Pensinger (Getty Images)

P. ¿El secreto de su tiro?

R. Entrenamiento. No hay secreto en el baloncesto. Yo soy un producto del entrenamiento. Cuando acababa cada práctica me quedaba y hacía 500 lanzamientos de triple. Si había doble sesión, pues 1.000. Un día, cuando jugaba en Italia, me pareció que eso era demasiado fácil y me dije que no me iría a casa si no metía 20 seguidos sin fallo. Generalmente lo conseguía como máximo al tercer intento. Primero hacía 18… y fallo. 17… y fallo. Cuando llegaba a los 20, seguía hasta ver dónde podía llegar. ¿Sabe a cuántos llegué? 90 triples sin fallo.

P. ¿Los jóvenes hoy entrenan igual?

R. No, no les gusta entrenar porque es pesado. Es aburrido tirar tantas veces. A mí nunca me pesó.

P. Usted no se cambiaba las zapatillas de un partido a otro si ganaba...

R. No era posible. Y entrenaba con las mismas. Una vez ganamos 25 partidos seguidos y el entrenador me echaba la bronca porque jugaba con unas zapatillas rotas a las que tenía que poner esparadrapo.

P. ¿Qué recuerda de Valladolid?

R. Yo pensé que iba a jugar con Sabonis, pero se fue al Madrid. ¿Se imagina lo que hubiéramos hecho Sabonis y yo juntos? Ganarlo todo, aunque puede que hubiéramos necesitado dos balones. En Valladolid hacía frío. A mi mujer le encantó El Corte Inglés.

P. ¿Por qué no fichó por el Real Madrid?

R. Tengo en mi casa un contrato firmado por Ramón Mendoza por tres años. Yo jugaba en el Caserta y el dueño me preguntó: “¿Qué historia es esta del Real Madrid?”. No sé cómo lo supo, porque yo no se lo dije a nadie. Posiblemente sería Lolo Sainz. Le respondí al dueño que tenía un contrato firmado con el Madrid. “¿Cuántos años te dan?”. Tres. “Yo te doy cuatro”. Y me quedé. Hubiera podido jugar con Petrovic. En la final de la Recopa 89 con el Madrid nos metió 62 puntos [victoria blanca por 117-113, con 44 puntos de Schmidt]. Madre mía. Yo nunca había visto a nadie meter más de 40.

P. ¿Y por qué no jugó en la NBA?

R. Me ofendieron. Me eligieron en el puesto 131 del draft, en sexta ronda, los Nets en 1984. ¿De verdad, 131? No se creían que se jugaba al baloncesto fuera de Estados Unidos. Solo por eso me dije que iba a ir a demostrarles que se equivocaban. Fui a la pretemporada y le solté al entrenador: “Coach, un minuto, un punto. Si me das 20 minutos por partido, te doy 20 puntos. Si me das más de 30 puede que meta 60″. Los chicos americanos me miraban alucinados. Y fue lo que pasó. Jugamos cinco partidos contra los novatos de los otros equipos, tuve 25 minutos y metí 25 puntos. ¡Se quedaron locos! “Tenemos que contratar a ese chico”, decían. Me ofrecieron un contrato pero lo rechacé. Mi vida ya era buena. Jugaba en Italia y en la selección brasileña. ¿Para qué me iba a arriesgar a que me dejaran en el banquillo? Eso no me interesaba. Y además una regla de la FIBA prohibía jugar con tu selección si estabas en la NBA. Por eso no fui. Lo hubiera hecho bien. Seguro, seguro.

P. ¿Cómo es posible que sin jugar en la NBA esté en el Salón de la Fama en EE UU, además del Salón de la Fama de la FIBA?

R. Mire mi anillo, le tengo un cariño increíble. No sé quién votó por mí. Me habían invitado dos veces al concurso de triples de la NBA pero no fui. Un día estaba conduciendo y sonó el teléfono. Puse el altavoz. Me dijeron que entraba en el Hall of Fame. Tuve que parar el coche. Me temblaban las manos.

Schmidt, durante la entrevista en Sevilla.Alejandro Ruesga

P. ¿Cómo logró jugar hasta los 45 años?

R. No se imagina lo difícil que es jugar después de los 40. Te duele todo. Pierdes velocidad y salto. Menos el tiro, eso nunca lo perdí.

P. ¿Qué tirador le gusta?

R. Klay Thompson. Curry es muy bueno, pero Thompson es una cosa tremenda. Su tiro es siempre igual, perfecto, da igual dónde esté. Qué jugador. De antes, Larry Bird. Cuando entré en el Salón de la Fama, dije que yo no sabía correr ni saltar, pero sí tirar. Bird me miraba y se reía.

P. ¿Recuperado del tumor?

R. Sí. Nunca me lamenté de estar enfermo. Mi carrera parecía estar tocada con el dedo de Dios. Soy católico fervoroso y el Papa puso la mano en mi cabeza. Ahí pensé que ya estaba curado. Continué el tratamiento hasta enero de este año y ahora estoy como una máquina.

Récors de puntos y triples

  • Dos años en Valladolid. En Italia jugó en el Caserta y el Pavia. En España, en el Valladolid (93-94 y 94-95). Fue las dos temporadas el máximo anotador de la liga, con 28,3 puntos de media en 71 partidos en total. Y máximo encestador de triples: 132 y 160 en cada curso.
  • Más puntos que LeBron. Sumó 49.737 puntos, más de los que lleva LeBron James en su carrera: 44.693. Jugó 1.289 encuentros de clubes.
  • Cinco Juegos Olímpicos. Es el máximo anotador en los Juegos, con 1.083 puntos. Tiene el récord de anotación en un partido olímpico, los 55 puntos a España en Seúl 88. Y en un encuentro mundialista: 53 a Australia en 1990.
  • Medallas con Brasil. Bronce en el Mundial de 1978 y oro en el Panamericano de 1987. 326 veces internacional.

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