La batalla por la cabeza de Vinicius en el año que más faltas le hacen

Ancelotti y quienes trabajan con el brasileño tratan de que maneje con más calma los intentos de los rivales de desconectarlo de los partidos

Vinicius discute con Milla, del Getafe, ante el árbitro, Mateu Lahoz, el 8 de octubre en Madrid.OSCAR DEL POZO CANAS (AFP)

El último clásico en el Bernabéu marcó la temporada pasada el punto de mayor agitación de Vini Jr. con casi cualquier cosa que hubiera en el campo que no fuera la pelota. Aquella noche del 0-4 se lamentó mucho al árbitro, discutió con Ter Stegen después de caer en el área, se enganchó con Piqué un par de veces, y tuvo a Eric García siempre pendiente de dejarle el último recadito. El central no participó en la jugada de la caída, pero cuando Vini se puso en pi...

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El último clásico en el Bernabéu marcó la temporada pasada el punto de mayor agitación de Vini Jr. con casi cualquier cosa que hubiera en el campo que no fuera la pelota. Aquella noche del 0-4 se lamentó mucho al árbitro, discutió con Ter Stegen después de caer en el área, se enganchó con Piqué un par de veces, y tuvo a Eric García siempre pendiente de dejarle el último recadito. El central no participó en la jugada de la caída, pero cuando Vini se puso en pie recibió un empujón suyo por detrás. Y cuando Adama y Araujo le birlaron la pelota y el brasileño acabó de nuevo por los suelos, García le gritó la frase de la noche: “Tú, el año que viene, Balón de Oro”.

Aquel clásico señaló dos aspectos fundamentales de los enredos ambientales de Vini Jr. que mantienen su vigencia. Por un lado, el brasileño se ha transformado en una amenaza formidable, lo que a ojos de los rivales lo convierte en diana, en lo físico y en lo mental. Por otro, en sus enganchones no suele arrastrar compañía. Son explosiones que emprende en solitario, sin la cobertura de los compañeros, como cuando en el último clásico Piqué lo retuvo para sermonearlo. En el vestuario y en el cuerpo técnico trabajan para que el brasileño no se extravíe por esos callejones, con lo que sus movimientos van más en la dirección de aplacar que en la de alimentar fuegos.

Después del Madrid-Barça del 0-4, llegó un parón de selecciones y la pausa enfrió el volcán, pero el magma aún bulle en las profundidades, y esta temporada ha vuelto a emerger. Se disparó el 11 de septiembre en la visita del Mallorca al Bernabéu. El brasileño terminó desesperado por las faltas, y por lo que oyó que les decía a sus jugadores el entrenador rival, Javier Aguirre: “Pégale, pégale”. Vini se desesperaba. Buscaba al árbitro, se lamentaba a sus compañeros, se quejaba a Ancelotti. Y el defensa mallorquinista Jaume Costa le decía: “Ya, pero solo podemos hacer eso…”.

Que el plan de los rivales para desactivar la amenaza de Vinicius pasa por pulsar botones de todo tipo, lo saben el futbolista, su entrenador y también la gente del equipo de trabajo del brasileño. Fuentes de su círculo explican que han hablado mucho de las maniobras de los rivales para entrar en la cabeza de Vinicius y desenchufarlo de los partidos. Tiene que estar más tranquilo, dicen, y entender que la vigilancia extrema tiene que ver con su actual estatus de estrella. Pero también lamentan la dureza de algunos defensas: el brasileño es el quinto futbolista de la Liga que más faltas recibe según el recuento de Statsbomb, tres por partido, si se miran los que han jugado al menos 600 minutos. La cifra ha dado un salto esta temporada: le pegan el 15% más que los cuatro cursos anteriores.

A Ancelotti también le intranquiliza la agitación de Vinicius por los juegos mentales de los contrarios. El italiano ha tenido ya varias conversaciones con él en las que trata de que entienda que su estatus atrae atenciones incómodas. Le dice que tiene que entrar al campo sabiendo que lo van a buscar, pero que debe ser más listo. Según fuentes cercanas al cuerpo técnico, el italiano emprende esta misión de apaciguamiento con cautela: sabe que gran parte del éxito de Vinicius tiene que ver con su descaro, su carácter atrevido y arrojado, y entiende que no debe manosear esa vertiente espontánea con demasiado control.

Tanto él como el equipo que trabaja con el brasileño consideran que no debe arrugarse ni perder su esencia, pero también que ha de dejar pasar algunos charcos. Que baile, pero que no enrede. Y, sobre todo, fuentes de su círculo insisten en que debe evitar gestos como la irónica despedida al osasunista David García cuando lo expulsaron en el Bernabéu.

Pese a las turbulencias, Vinicius se mantiene este curso, como lo fue el pasado, como una de las mayores amenazas de la Liga. Por ejemplo, es el tercer máximo goleador, el cuarto que registra más acciones que desembocan en un tiro de su equipo y al que más veces han intentado pasarle el balón en todo el campeonato.

Esta tarde tiene otra prueba de templanza ante el Barça en el Bernabéu, unas horas antes de que mañana se entregue el Balón de Oro de las chanzas de Eric García. No será para él, pero apunta a un puesto muy alto.

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