Fran Beltrán, el jugador de la Liga al que solo supera Kroos
El mediocentro del Celta es el segundo que más pases realiza en el campeonato tras el alemán del Real Madrid y, a pesar de ser el más bajo en Primera, se instala en la élite a base de agilidad mental, posicionamiento y kilómetros
El jugador más bajo de la Liga es el que más corre, más de 12,1 kilómetros de media en el total del último campeonato para situarse por delante de Koke o Gavi. “Mejor pasarme que quedarme corto”, bromea Fran Beltrán (Madrid, 1999). Según la web ...
El jugador más bajo de la Liga es el que más corre, más de 12,1 kilómetros de media en el total del último campeonato para situarse por delante de Koke o Gavi. “Mejor pasarme que quedarme corto”, bromea Fran Beltrán (Madrid, 1999). Según la web transfermarkt la talla física del mediocentro del Celta llega hasta el 1,65, un centímetro menos que su compañero Franco Cervi y a dos de Papu Gómez, Portu, Manu Vallejo, Ramazani o Álvaro García. Su talla futbolística y su incidencia en el conjunto vigués se define en otro dato: entre todo el elenco de centrocampistas en lo que va de campeonato apenas Kroos ha completado más pases que él. Todo el mérito se dispara si se considera que Beltrán, que hoy tratará de lucir en Barcelona ante el líder (21.00, Dazn), es además un pivote defensivo que se alinea por delante de la zaga. “No hace falta medir 1,90 para jugar ahí”, resuelve. Su técnico, Chacho Coudet, lo explicó no hace mucho entre risas. “Es muy fuerte, lo que pasa es que es un enano. Pero los enanos un día van a mandar en el mundo”. Por ahora gobierna en el Celta, que se define a partir de su metrónomo y de su motor. “Aquí el que no corre no juega”, advierte el entrenador.
Beltrán no jugaba cuando llegó el entrenador argentino. Puede que no resulte sencillo decidir que el mediocentro del equipo sea el jugador más pequeño de la Liga. Pero por el camino ha desplazado al internacional peruano Renato Tapia, un mediocentro muy solvente y más al uso. Beltrán, un futbolista con 25 apariciones en las categorías inferiores de la selección española, equilibra, juega, corre y ayuda. Y siente que tiene margen de mejora. “Quiero ver hasta dónde puedo llegar. Quizás a veces corra de más y me salga de mi posición, pero me gusta ayudar a mis compañeros e intento no desordenarme”. En esa lucha tiene un maestro en la caseta, Borja Oubiña, el gran regista del Celta en lo que va de siglo y ahora integrante del cuerpo técnico que ve los partidos desde la tribuna, un futbolero que sostiene que el mediocentro es un jugador que se hace mejor en la medida que sus compañeros le auxilian y no al revés. “Estoy de acuerdo”, suscribe Beltrán, que mantiene una conexión singular con Oubiña. “Hablamos mucho, incluso en los descansos de los partidos. Le suelo preguntar cómo ve el partido desde arriba y con dos cosas que te dice ya te resuelve la segunda parte. Es un gran apoyo”, completa.
El perfil entusiasta por su rol en el campo les acerca, pero también por el juego en general. El pasado lunes, el fútbol levantó de un sofá a Fran Beltrán. Es ese tipo de resorte imparable, el de la pasión, que activa a cualquiera y muchas veces de manera inexplicable. “Es como el amor”, intenta definir. Le ocurrió una vez más con un gol, pero no del Celta sino del Rayo Vallecano, el club en el que se formó durante seis años, al que llegó en edad cadete tras estar desde benjamín en el Getafe y con el que se asentó en el primer equipo cuando ni siquiera se afeitaba. En el minuto 94 le marcó Unai García al Elche en el último partido de la pasada jornada, le dio los puntos al Rayo y Fran Beltrán no pudo contenerse. “No soy un rayista de cuna, pero solo hablar del club y se me ponen los pelos de punta… uf. Iba al campo a recoger pelotas y al día siguiente jugaba con los profesionales. Celebrar un gol es fútbol puro, es sentimiento y el día que me vaya del Celta, que espero que tarde mucho, celebraré un gol de Aspas cuando tenga más de 40 años. Lo que viví en el Rayo y lo que vivo ahora en el Celta para mí es algo muy grande”.
Desde Seseña a Madrid, 40 kilómetros ida y otros tantos de vuelta, cuatro o cinco días a la semana, se forjó un futbolista que llegó a Vigo hace cuatro años, cuando tenía 19 y que el pasado domingo lució por primera vez el brazalete de capitán del Celta. Fueron apenas cinco minutos en los que por primera vez desde 2007 el cuadro de Balaídos no tuvo un canterano sobre el césped. “Una anécdota -entiende Beltrán- porque el club ha consolidado un mensaje muy claro a sus jóvenes y es el de que aquí hay oportunidades de subir, debutar en el primer equipo o instalarte en el fútbol profesional. Las canteras son muy importantes y en Vigo así lo sienten y lo demuestran”. Otra cosa es si ese fútbol profesional es una arcadia. “Al final disfrutas del fútbol, pero no le deseo a nadie de mi familia que viva la presión que siento en el día a día y siendo como es una profesión tan bonita”, explica. Beltrán siente el peso de la camiseta, entiende lo que hay detrás. “Una ciudad, sin duda, y también muchos trabajadores con familias que pueden perder parte del sueldo si el equipo perdiese la categoría. Gente que nos hace la vida más fácil. Y me paro a pensar en eso”, reconoce. Aunque luego en el campo le llegue la pelota y reparta juego en una posición que muchas veces privilegia la exuberancia física. “Yo trato de aplicar agilidad mental. Si sabes posicionarte siempre vas a tener un segundo extra para llegar a la pelota, recibirla o pasar mejor”, concluye este admirador del italiano Marco Verratti… que mide 1,65.
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